La última palabra

El sabio jefe miró unos segundos al chico y le explicó: “Es muy simple. En nosotros hay dos lobos, uno bueno y el otro malo, que están peleando constantemente por prevalecer en uno. Por eso la gente unas veces es buena y otras es mala”.

Cuando decimos que tenemos frente a nosotros dos modelos de país, no desconocemos que hay muchas opciones, buenas y malas. Hay para elegir: conservadores, liberales, socialdemócratas, socialistas, comunistas y radicales de derecha e izquierda. Pero el proceso electoral muestra dos grandes bloques. Por un lado tenemos a los partidos tradicionales junto a otros grupos de oposición, y por el otro al Frente Amplio, acompañado de los desilusionados de la Unión Popular.

Los programas de cada uno de esos bloques, en su real magnitud, no se conocen en detalle. Prueba de ello es que los trending topics en las redes sociales durante los últimos días son el descuento en los tampones y la estúpida conducta de un intendente. Si escuchamos a los candidatos, tampoco se ven grandes diferencias, ya que unos y otros han hablado para el grupo de los indecisos que todos suponen de centro. Pero es cierto que algunos han alimentado más a su lobo bueno y otros al malo.

El Partido Colorado presenta un candidato que desde el punto de vista teórico es similar a la última presidencia ejercida por esa colectividad: la de Jorge Batlle. Ernesto Talvi es un liberal de formación rodeado de una cultura batllista, lo que puede significar una crisis de identidad o una buena combinación de elementos. El Partido Nacional tiene algunas contradicciones internas, pero la mayoría continúa su línea histórica y está más cerca de la defensa de la libertad y del mercado libre en casi todos los terrenos. La propuesta de Guido Manini Ríos no tiene antecedentes, pero las señales son muy conservadoras.

El Frente Amplio presenta como antes un candidato presidencial socialista rodeado de grupos más radicales, como el MPP y el Partido Comunista. La diferencia hoy es que hace casi 15 años que la coalición de izquierda está alimentando a sus lobos desde el gobierno y, en su elección sobre a cuál nutrir más, ha dejado casi sin alimentos a los sectores moderados, engordando sin dudas a los distanciados del centro.

Así ha crecido el lobo más agresivo, el que representa la maldad y la discordia, el que se alimentó todos estos años de la mayoría parlamentaria del Frente Amplio y de la casi nula negociación entre los distintos bloques políticos.

Por eso nos parece necesario que la del próximo domingo sea la elección del cambio. Que sirva para que los votos contribuyan a achicar la grieta que divide a los uruguayos, hasta borrarla definitivamente. Que sea el comienzo de una nueva etapa, en la que dirigentes de distintos partidos se tengan que sentar alrededor de una mesa para poder llegar a acuerdos en los temas más importantes. Que otra vez el alimento se concentre en el lobo bueno.

Ese cambio debería ser impostergable, gane quien gane. Las últimas encuestas muestran una paridad importante entre el Partido Nacional y el Frente Amplio, un final abierto. Pero todas coinciden en que ningún partido tendrá mayoría parlamentaria. Ojala que así ocurra. Ese sería un gran triunfo para todo el sistema político uruguayo el próximo domingo.

Se necesita un nuevo tiempo de negociación política, de acercar a las distintas partes, de dejar de pensar en clave de amigos y enemigos. Ya pasaron casi 15 años de mayorías parlamentarias que separaron a los uruguayos en bandos, como si estuvieran mirando un partido de fútbol en lugar de estar definiendo el futuro de su país.

Es necesario reinstalar la negociación política, gane quien gane. En Búsqueda optamos por no pronunciarnos por un candidato. Tenemos modelos que lo hacen, como The New York Times, pero no tiene un gran valor porque siempre ha apoyado a los demócratas, por lo menos desde 1956, cuando con Dwight Eisenhower, en circunstancias muy especiales, se inclinó por un republicano. No hay dudas de que apoyamos un modelo que cree en el libre mercado, en la libertad de los individuos y en apostar al sector privado como el gran productor de trabajo. No nos gusta nada la exagerada presencia estatal, la creación de regulaciones que nos tratan como incapaces y la suposición de que el Estado tiene una capacidad de financiación infinita. Pero, como liberales, lo verdaderamente importante para nosotros es que la ciudadanía tenga la última palabra.