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    Las empresas agropecuarias ganaron dinamismo inédito, pero hay fuertes diferencias por sector y alta concentración

    Cambios de escenario internacional, nuevas inversiones y transformacio-nes tecnológicas, estabilidad institucional y políticas macroeconómicas y sectoriales, influyeron sobre la dinámica empresarial en el agro uruguayo en los años recientes. Los productores se capacitan contribuyendo a profesionalizar la gestión de un negocio en el que “ya no es tan fácil encontrar el romanticismo agrario que existía hace 50 años”, cuando un agricultor trabajaba una extensión de 50 o 100 hectáreas con un tractor

    Mientras la actividad agropecuaria uruguaya estaba en medio de un largo período de estancamiento, a mediados del siglo pasado el dirigente ruralista Benito Nardone acuñó la clasificación “botudos y galerudos”. Los primeros, decía “Chico Tazo”, eran aquellos que trabajaban y vivían en el campo, mientras que los segundos disfrutaban las comodidades de la ciudad y concurrían a su establecimiento solo de vez en cuando.

    Aunque aún hoy no faltan quienes insisten en la diferencia entre “gente de campo y gente con campo”, las profundas transformaciones que se han procesado en el sector —sin que haya habido una reforma agraria, como pregonaban desde la izquierda hasta la Alianza Para el Progreso impulsada por Estados Unidos— han cambiado el panorama casi por completo.

    Así opina, entre otros, el catedrático de economía agraria de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, Miguel Vassallo, quien dijo a Campo de Búsqueda que, sobre todo en el último lustro, se han producido fuertes transformaciones, teniendo a la agricultura como el sector más dinámico.

    Para conocer más a fondo esta realidad, el profesor Vassallo y un grupo de especialistas hicieron una investigación que titularon “Dinámica y competencia intersectorial en el agro. Uruguay 2000-2010”, cuyo resumen fue publicado en forma de libro.

    En los próximos días, los investigadores divulgarán la segunda parte del trabajo, para el cual realizaron 56 entrevistas a personas clave del agro uruguayo, pertenecientes a seis sectores productivos (ganadería vacuna, lechería, agricultura de secano, arroz, forestación y citrus), además de académicos y gestores estatales.

    Según adelantó Vassallo, las entrevistas, aunque revelan una realidad sectorial diversa, confirman las hipótesis formuladas en la primera parte de la investigación a partir de fuentes secundarias, en cuanto a que las transformaciones en el agro local se deben sobre todo a cuatro factores: cambios de escenario internacional, nuevas inversiones y cambios tecnológicos, estabilidad institucional y políticas macroeconómicas y sectoriales y dinámica de las economías agrícolas regionales, en ese orden de importancia.

    El “factor K” y otros

    Una idea muy extendida es que el gran cambio en las condiciones en que producen las empresas agropecuarias uruguayas se debe a la influencia de los sojeros argentinos. Los uruguayos, aldeanos y desconfiados, observaron cómo emprendedores argentinos lograban muy buenos resultados mediante la siembra directa, con máquinas y operarios traídos de su país. Algunos, incluso, vendieron sus campos en Argentina y cuando aún el precio de la tierra estaba bajo, con ese dinero adquirieron explotaciones mayores en Uruguay huyendo de la política impositiva de su país.

    Todos los entrevistados reconocen que la mentalidad argentina ayudó sin duda al desarrollo empresarial local. El ex presidente Jorge Batlle —él mismo propietario de un campo que tiene arrendado para soja— ha ironizado incluso con que así como se homenajeó a Hernando Arias de Saavedra, llamado Hernandarias, por haber introducido la ganadería en la Banda Oriental, Uruguay le debe un reconocimiento especial al ex presidente Néstor Kirchner, porque gracias a su política de aumentar las detracciones a las exportaciones de la cotizada leguminosa, muchos productores argentinos vinieron a este lado del río y con su mentalidad más abierta y tecnología antes desconocida en estas tierras, dinamizaron al sector y, en definitiva, al Uruguay.

    La investigación dirigida por Vassallo, sin embargo, arrojó como resultado que si bien ese factor ha influido sin duda en el desarrollo empresarial uruguayo, en realidad no tiene la relevancia que se le suele atribuir. Los académicos afirman que la situación es en realidad más compleja y argumentan que los cambios no habrían sido de tanta magnitud sin que el ingreso de grandes actores en los mercados, sobre todo China e India, elevara los precios internacionales y diera la posibilidad de una nueva inserción del país a nivel mundial. También destacan que esa misma situación y la crisis iniciada en 2007/2008 en los países capitalistas centrales permitieron el desplazamiento a esta zona del mundo de grandes inversores en condiciones de utilizar los cambios tecnológicos en la producción, todo lo cual elevó la renta de la tierra.

    Más allá de cómo se ponderen los factores, lo cierto es que el cambio puede verse con sólo recorrer el país o echar una mirada al Censo Agropecuario de 2011.

    Ya en 2004, una presentación del ingeniero agrónomo Alberto Rosso acerca de la gestión empresarial en el agro uruguayo advertía acerca del “aumento de la complejidad del negocio agropecuario a raíz de la mayor interacción de factores externos e internos a las empresas que obligan a los productores a intentar nuevas formas de encarar la actividad, como condición indispensable de competencia”.

    Rosso se formuló una serie de preguntas para ajustarse a los cambios y mejorar los niveles de calidad.

    “¿Es posible (agronegocios competitivos) con empresas que desconocen sus propios sistemas de producción? ¿Es posible alentar un aumento en el procreo vacuno si los criadores desconocen cuánto les cuesta producir un ternero? Ha llegado un tiempo nuevo, con más exigencias, controles y complejidades; por tanto es necesario readecuar los sistemas de producción y a la vez contar con mejores elementos de ejecución y control, aspectos que solo pueden transformarse con una sólida gestión empresarial”, anticipó Rosso.

    Capacitación y gestión

    “Del campo a la PC”, “manejo de pilotos automáticos Autotrac”, “gestión de datos”. Estos y otros cursos de capacitación dirigidos a operarios, propietarios, técnicos, encargados y administrativos que realicen gestión de datos se imparten en Mercedes (Soriano) y en Young (Río Negro) por parte de la Cámara Uruguaya de Servicios Agropecuarios (CUSA), con el apoyo de la cooperación alemana.

    Reinaldo Udewald, director del Centro de Capacitación de CUSA, dijo a Campo de Búsqueda que la gremial comenzó en febrero de 2012 con los cursos, por los que han pasado ya unas 700 personas, buscando satisfacer una fuerte demanda de calificación, ya que “los que ofrecen algunos institutos privados son de muy mala calidad”.

    Algunas de las capacitaciones son gratuitas y otras pagas. Entre las primeras, explicó Udewald, están las que se imparten en escuelas agrarias, en las cuales los participantes aprenden a manejar máquinas que cuestan entre 200.000 y 500.000 dólares.

    La introducción de alta tecnología en el campo comporta, según Vassallo, un cambio en la cultura empresarial y de trabajo. “Ya no es tan fácil encontrar el romanticismo agrario que existía hace 50 años. Se han producido transformaciones cuantitativas y cualitativas y ahora es muy difícil encontrar a aquel agricultor que trabajaba una extensión de 50 o 100 hectáreas con un tractor. El dinamismo que se ha producido, sobre todo a partir de la agricultura, es contagioso y trae una espiral virtuosa que pasa de un sector a otro”, opinó Vassallo.

    El académico precisó, no obstante, que “la concentración, aunque tiene muchos efectos positivos, no es buena a largo plazo y se trata de un problema complejo”.

    Entre los elementos positivos que trajo la llegada de grandes inversiones extranjeras está la competencia, porque el advenimiento de la agricultura de gran porte hace crecer la competencia por el uso de los recursos, en especial la tierra y la mano de obra.

    La investigación de la Universidad estatal confirmó, también, que la agricultura, por ejemplo, desplazó a la ganadería de engorde y en algunos casos de cría y a la lechería, debido a una renta más alta, lo que indirectamente produce un mayor dinamismo en la actividad de los tambos en lo que los académicos llaman “encadenamiento de procesos”. Además de la granja, de los sectores relevados, citrus y arroz son los que tienen menor dinamismo.

    Para el ingeniero agrónomo del Plan Agropecuario Carlos Molina, los diversos factores que han influido se notan también en la ganadería, el sector en el cual está especializado, aunque la concentración no ha variado de forma importante.

    Molina reconoce que la llegada de la agricultura masiva ha desplazado a la ganadería a terrenos más pobres y con menos hectáreas. Sin embargo, el aumento de los precios, que en líneas generales se multiplicaron por tres en una década, ha actuado como fuerte motivador para el desarrollo del sector.

    Ese técnico del Plan Agropecuario advierte además, que cada productor tiene su propia realidad familiar, de suelos, económica y cultural, lo que hace imposible y riesgoso generalizar.

    “Hablar de ganaderos en general es una generalización que puede llevar a conclusiones erróneas. Además existen productores que lo siguen haciendo igual que hace 30 años y tienen éxito, habiendo sobrevivido a sequías, crisis financieras, devaluaciones y aftosa; sería arbitrario llamarles conservadores”, dijo Molina a Campo de Búsqueda.

    Expresó que aunque la concentración no es tan fuerte entre los ganaderos como en forestación y agricultura de secano, también juegan un papel importante el aumento de los costos de producción, la incorporación de tecnología de manejo de procesos y de insumos y la necesidad de aumentar los kilos por hectárea, algo que se obtiene con más capital y tierras y más con la contra de que los ganaderos no tienen una cultura de asociarse.

    En cuanto a la mentalidad de los empresarios ganaderos, el ingeniero Molina sostuvo que el estereotipo del estanciero que pide préstamos pero no invierte en el campo sino en propiedades o bienes suntuarios siempre fue una excepción, aunque admitió que algunos productores siempre buscan los problemas fuera de su predio: el gobierno, el clima, los precios o los frigoríficos.

    12.241 explotaciones menos

    Antonio Vadell, investigador de la Facultad de Agronomía estatal, sostiene que el Censo Agropecuario de 2011 ha pasado casi inadvertido a pesar de que muestra algunos cambios muy significativos producto de las políticas aplicadas en el sector.

    En la edición de octubre de la publicación digital del MLN-Tupamaros “Mate Amargo”, Vadell cargó contra la concentración. “Entre los dos últimos censos se ha producido el mayor proceso de concentración de tierras desde que existen los censos. El número de explotaciones pasó de 57.131 en el año 2000 a 44.890 en el 2011. Se redujo el número de explotaciones en 12.241. (…) Se redujeron las explotaciones en manos de uruguayos, pero también se reducen las que poseían argentinos, brasileños y otras nacionalidades” a favor de las sociedades anónimas, que en el Censo figuran en la categoría “no aplicable”.

    Según Vadell, si se tiene en cuenta que las empresas agropecuarias de propiedad estatal, que también entran en esa categoría censal al no ser personas físicas —se mantienen en alrededor de 395, como una década atrás—, el aumento (unas 6.000 nuevas empresas) hay que buscarlo por el lado de las sociedades, que tuvieron un “enorme crecimiento”. En efecto, estas pasaron de 0,9% a 14,5%. Esas empresas, destacó Vadell, antes ocupaban el 1% de la superficie y en 2011 han alcanzado el 43,1% de la superficie productiva, que ronda los 16,4 millones de hectáreas. En cuanto al tamaño, las explotaciones de la categoría “no aplicable” pasaron de un promedio de 319 hectáreas en 2000 a 1.077 en 2011, sin contar que también aumentaron en precio, porque una hectárea costaba en promedio 400 dólares y ahora alrededor de 4.000.

    Vadell destacó que la superficie en manos de sociedades “equivale a todo el litoral de nuestro país”, y concluyó que “a partir de estos indicadores de concentración brutal de la tierra poco interesa la nacionalidad”.

    Según el articulista, “son grandes empresas capitalistas las que se han hecho dueñas de nuestras mejores tierras y de manera inexorable han expulsado a sus habitantes, a unos pocos corridos con plata y a los muchos excluyéndolos de cualquier proceso de desarrollo con justicia social. Acá está la explicación de que tengamos solo un 5% de población rural. Todas estas explotaciones rurales son las únicas que están exentas de pagar el tan necesario Impuesto de Primaria, que sí paga toda vivienda, por más humilde que sea, en la ciudad”.

    Un agente inmobiliario con vasta experiencia en el sector, en cambio, opinó que el proceso de concentración tiene como beneficio que, al achicar costos, aumenta las ganancias y eso tiene un gran beneficio para el país. También destacó que gracias al desarrollo empresarial del sector, el Estado pudo cobrar muchos por concepto del Impuesto a las Transmisiones Patrimoniales y los bancos cobrar la mayor parte de la deuda del sector.

    “Más que en blanco o negro, prefiero mirar la realidad como un dado de seis caras: en algunos de los lados están problemas como la erosión, la contaminación, la concentración y la extranjerización de las tierras y en otros el aumento de la calidad de vida, el mayor empleo y el descenso de los niveles de pobreza”, opinó Vassallo.

    “Tenemos el viento en contra”

    Planificación para dos o tres años, conocimiento científico de la realidad local e internacional, inversión en genética y en tecnología para mejorar la producción son, para el gerente general de la empresa de maquinaria agrícola Mary, de Santa Catalina (Soriano), Luis Aberastegui Osores, algunas de las características de la transformación en las empresas agropecuarias uruguayas.

    “Hay un gran cambio a partir de la llegada de los argentinos que los llevó a pasar de productores a empresarios” resumió Aberastegui, cuya empresa, con 50 años de experiencia, se dedica a la fabricación de cargadores frontales, mixer y otras maquinarias.

    Este empresario de Soriano opina que, además de la influencia llegada del otro lado del río, ha incidido el aporte del Inia en materia de investigación, el aumento de los precios internacionales y la introducción de tecnología que permite mejorar la producción realizando de forma mecanizada actividades como la alimentación de los animales, que antes se hacía de forma manual.

    “Los costos altos hacen que la actividad deba ser cada vez más profesional”, concluyó.

    Alberto Gramont, un veterano productor agrícola de la zona de Young, ha basado su crecimiento en que invirtió en buena calidad de fertilizantes y utilizó los avances genéticos para obtener las mejores variedades de cada especie de soja o maíz, según relató a Campo de Búsqueda.

    Gramont, sin embargo, no es tan optimista respecto al futuro de la empresa agropecuaria. “En dos palabras: el desarrollo se dio hasta hace dos años. Luego hubo un año neutro y hace un año tenemos el viento en contra. Los costos han aumentado y los precios de los commodities han bajado. Se ha detenido todo. Ya no se vende maquinaria y se gasta lo imprescindible. Se gasta menos en fertilizantes y eso es muy malo para los suelos. Si no tuviera 72 años como tengo, me iba del país”, se lamentó Gramont, muy disconforme con el gobierno porque pretende poner impuestos fijos “en una actividad que depende de lo que haga el productor, pero también en partes iguales del clima y de los mercados”.

    Para el ganadero del este de Río Negro, Diego Platero, los productores siguen tan dependientes como antes de lo que hagan los frigoríficos. En su opinión, “hay luces amarillas encendidas por todos lados”.

    Para Platero, “la cadena cárnica es una gran mentira y en la producción agrícola también se nota que “la alegría de los últimos 10 años no va a ser tanto en el futuro. Hay una desaceleración y por eso es muy difícil mejorar la gestión”.

    Alertas y lecciones “increíbles”

    El profesor de economía agraria Miguel Vassallo contó a Campo de Búsqueda que hizo toda su carrera docente con una agropecuaria estancada y que ahora le cuesta persuadir a sus alumnos, que viven en medio de un gran dinamismo, acerca de que esta situación es en realidad extraordinaria.

    En las conclusiones de la primera fase de la investigación “Dinámica y competencia intrasectorial en el agro”, Vassallo realiza una serie de reflexiones acerca de “los riesgos y desafíos de la agricultura actual”. Entre ellos destacan: pérdida relativa del control nacional del espacio y los recursos naturales por una fuerte extranjerización; el sistema de producción puede conducir a largo plazo a una fuerte degradación de los suelos y por lo tanto hace falta una responsabilidad social colectiva; las inversiones no siempre son reales sino a menudo especulaciones o colocaciones financieras; la concentración produce una fuerte presión sobre los productores familiares; la presión de las grandes empresas puede aumentar la deserción social del medio rural.