N° 1842 - 19 al 25 de Noviembre de 2015
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn la agricultura invernal uruguaya no hay muchas alternativas productivas. Tenemos cuatro cultivos: el trigo, la cebada cervecera, la avena y la canola. De ellos, los que realmente tallan en cuanto a superficie son el trigo y la cebada. Son dos granos con usos industriales totalmente diferentes: en el caso del trigo, el grano se destruye para hacer harina, mientras que en el caso de la cebada, el grano debe germinar para dar su producto industrial. Esto hace que las demandas de calidad industrial de uno y otro grano sean diferentes, siendo la cebada mucho más exigente que el trigo.
La teoría económica diría que, si se busca un activo específico que se debe producir en determinadas condiciones de calidad, deberían pagarlo más, o al menos, ofrecer mejores condiciones de logística para lograr ese producto. Y la cebada ha tomado buena nota de esa necesidad. Producto de dar una señal clara e inequívoca hacia los productores, el complejo cebadero en Uruguay ha logrado consolidar ya tres años de mejora continua en varios aspectos que hacen a una mejor forma de presentar el negocio de la cebada al agricultor y ganar en área.
Las innovaciones van desde mejoras en las condiciones logísticas del negocio, nuevas propuestas comerciales destinadas a colaborar en el manejo del riesgo asociado a las variaciones de los precios y también sostener un esfuerzo de vincular a las empresas malteras, la academia y a los diferentes actores de la cadena en un proceso de mejora continua de los problemas comunes. Es un camino que lleva más de 10 años de esfuerzos consolidados y que funciona bien. Naturalmente que el sistema es perfectible pero deja en claro que cuando hay voluntad de los privados hay un camino para recorrer de mejora y los frutos se ven con el tiempo.
La cebada quiere crecer en base a ofrecer todos los años un producto mejor para los agricultores. El camino no es sencillo porque las malterías no siempre obraron con sabiduría cuando enfrentaron problemas y no tuvieron un discurso unánime. Felizmente, el Estado permanece ausente de las discusiones de la cebada, y los problemas se han solucionado en el ámbito privado. Y la cebada va a seguir creciendo de la mano de nuevas inversiones privadas, una nueva apuesta a mejorar y refinar sus modelos comerciales, y seguir por el camino de ser una alternativa viable y con el mercado más abierto y transparente de los granos que se comercian en Uruguay (aunque los agricultores no siempre sepan bien qué hacer en cuanto a manejo de precios).
El trigo, en tanto, duerme el sueño de los justos. En este último año no ha habido ningún avance en cuanto a posicionar el trigo uruguayo en el mundo, mejorar nuestros estándares de comercialización interna y diseñar políticas de largo plazo para ver cómo nos paramos en el contexto regional. Ante la inacción del Estado en este tema, los privados hacen su agosto y el trigo tiene un precio de referencia muy bajo de la mano de un mercado externo muy pesado en cuanto a oferta y a una conducta errática del país en su comercio exterior. De la coordinación entre privados para afrontar los mismos problemas que en la cebada, lo que hay es una tibia copia que no llega ni por asomo a los resultados que tiene la cebada para mostrar.
Sería bueno que ahora que las cosas en la agricultura se pusieron más complicadas, pensáramos seriamente si queremos seguir dejando que todo siga igual o si pretendemos cambiar algo para pensar en el largo plazo y determinar las políticas que orientarán los próximos 30 años de la agricultura en Uruguay. Yo creo que nos dormimos, no sabemos bien cómo reaccionar frente a los cambios en el contexto y dejamos pasar oportunidades. La cebada es un muy buen ejemplo de trabajo coordinado y tenaz a pesar de las adversidades en pos de sostener y hacer crecer el cultivo con creatividad. Hace falta más, pero es el camino correcto, y las cosas buenas merecen ser reconocidas.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República y de la Universidad ORT