Río de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Las negociaciones de paz en Colombia fueron desde su inicio formal en octubre, una carrera contra el tiempo, pero sus corredores han confirmado de a poco que se trata más bien de una prueba larga, con sorpresas y final incierto. El acuerdo alcanzado a fin de mayo entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sobre la reforma rural fue un mojón importante hacia la meta de acabar con un conflicto que dura medio siglo, tentativa definida días atrás por el presidente uruguayo, José Mujica, como “lo más importante que está pasando en América Latina” y por la revista británica “The Economist” como un esfuerzo con una “recompensa potencial” enorme. Sin embargo, lo más difícil quizás aún esté por venir.
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“Si esta fuera una carrera de 3.000 metros con obstáculos, hemos recorrido 1.500 metros. Aunque es un punto de cinco donde ya hay un acuerdo avanzado, es el tema rural, que es el corazón de este conflicto”, explicó Luis Eduardo Celis, experto de la Fundación Paz y Reconciliación, un centro de análisis independiente en Bogotá. “Entonces vamos en la mitad de esa carrera, donde todavía hay obstáculos grandes”, añadió en diálogo con Búsqueda.
Uno de los retos aparece impuesto por el calendario, por el advenimiento de unas elecciones presidenciales colombianas en las que Santos podría buscar su reelección en 2014. También hay grandes temas pendientes en la mesa de negociación de La Habana, incluida la eventual participación de las FARC en la vida política legal de Colombia y el juzgamiento de sus violaciones a los derechos humanos. Y comienzan a aparecer desafíos externos pautados por un nuevo roce Bogotá-Caracas, con una amenaza del presidente venezolano, Nicolás Maduro, de que su gobierno podría dejar de ser uno de los facilitadores del diálogo de paz.
Santos, de 61 años, ha dicho que su intención es alcanzar un acuerdo con las FARC este mismo año. Se trata a todas luces de una necesidad condicionada por los tiempos electorales. En Colombia las campañas suelen comenzar seis meses antes de las presidenciales, marcadas para el 25 de mayo de 2014. Por lo tanto, las negociaciones de paz deberían estar concluidas o bien avanzadas en noviembre, si las partes pretenden evitar el riesgo de que los vientos electorales las hagan descarrilar.
Celis estimó que “de aquí a noviembre quizás no (se logre) cerrar el conjunto del acuerdo, pero sí mostrar que hay un avance irreversible”. A su juicio, eso sería fundamental para que el diálogo de paz gane la confianza de una mayoría de colombianos, que hoy aparecen volubles: siete de cada 10 dicen estar de acuerdo con el proceso, según encuestas, pero casi la mitad descarta que pueda ser exitoso.
Las FARC son una guerrilla campesina que surgió los años 60 tras el período de “La Violencia” entre liberales y conservadores colombianos, que tuvo un saldo de más de 200.000 muertos. Los fracasos de presidentes anteriores en sus intentos por negociar la paz con el grupo armado de inspiración marxista-leninista son la raíz del escepticismo actual de buena parte de la sociedad.
En los últimos años, sobre todo a partir del anterior gobierno de Ávaro Uribe y con Santos como ministro de Defensa, las FARC sufrieron una serie de golpes inéditos con la caída de algunos de sus máximos líderes en combates o bombardeos. Se calcula que su número actual de combatientes es cercano a 9.000, bastante menos que los 17.000 que tenía en los años 90. Todo esto pudo haber influido para que sus líderes aceptaran negociar con el gobierno de Santos.
Pero al mismo tiempo las FARC han mostrado capacidad de sobrevivir, financiándose con narcotráfico, secuestros y extorsiones. Mantienen un poderío militar que les permitió realizar el año pasado más de 250 atentados contra la infraestructura colombiana, varios de ellos a redes de suministro energético. Teniendo en cuenta esto, el creciente hastío del país con la guerrilla y los fracasos de sus antecesores, Santos ha prometido mantener la ofensiva militar contra las FARC mientras transcurran las negociaciones. El grupo armado anunció el 20 de noviembre una tregua unilateral de dos meses que cumplió en lo fundamental. Pero según datos de la Corporación Nuevo Arco Iris, un centro de investigación del conflicto colombiano, luego de ese lapso hubo seis semanas de escalada militar de las FARC, que se redujo nuevamente entre marzo y fin de mayo.
Celis sostuvo que de este modo las FARC han mostrado capacidad de autorregularse en medio de las negociaciones. Y agregó que, aunque el gobierno lo niegue por ser un asunto delicado, algo similar han hecho en el terreno comandantes del Ejército que apoyan el proceso de paz, evitando la ofensiva constante, aunque sin dejar al enemigo avanzar. “Ambas partes están bajándole el volumen a la confrontación”, indicó el analista.
Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto, otro centro de análisis colombiano, descartó empero que alcanzar la paz en el país pueda ser algo inminente. “Este es un ejercicio que tiene que llevar muchos meses más y quizás dos o tres años”, dijo a Búsqueda, “porque se trata de desandar un camino de 50 años que ha dejado muchas heridas, odios, animosidades, necesidad de venganza...”.
Entre Uribe y Maduro
En el comunicado conjunto que emitieron el gobierno colombiano y las FARC el 26 de mayo para anunciar el acuerdo sobre la “reforma rural integral”, ambas partes admitieron implícitamente la necesidad de apurar el ritmo negociador: “Esperamos que hacia adelante avancemos con mayor celeridad en la búsqueda de acuerdos”, señalaron.
Si bien se desconocen los detalles del pacto ya alcanzado, Restrepo sostuvo que evidencia una voluntad de negociación de la guerrilla y “gran generosidad” de parte de la sociedad colombiana, al contener promesas como la protección de zonas ambientalmente vulnerables o la creación de un banco de tierras para facilitar el acceso a quienes las necesitan. “Si se llegase a implementar —que eso va a costar mucho dinero, esfuerzo y años— cambiaría para siempre el patrón de desarrollo social, económico y político de Colombia”, evaluó el experto, que también enseña sobre análisis económico de conflictos en la Universidad Javeriana de Bogotá.
De hecho, un pacto de paz significaría un impulso importante para la economía colombiana, que ya se expande a tasas en torno a 4% a pesar de tener que cargar con un gigantesco presupuesto de defensa: unos U$S 12.000 millones este año, según cifras oficiales. “The Economist” indicó en base a expertos, que un fin del conflicto armado podría sumar un punto porcentual y medio de crecimiento económico por año al país y ayudaría a cubrir la brecha de bienestar que separa sus áreas rurales y urbanas.
Pero en la mesa de negociación de La Habana restan puntos arduos, además de la polémica cuestión de la participación política de los líderes de las FARC, como la desmovilización de los guerrilleros, la solución al problema del narcotráfico y los derechos de las víctimas del conflicto. Aún si se alcanzaran acuerdos en estos temas, su implementación sería extremadamente difícil y delicada. Y a esos desafíos se añade el de los sectores que hoy se oponen a negociar con la guerrilla, respresentados por el expresidente Uribe, que podrían usar este tema como plataforma para las elecciones legislativas de marzo, poco antes de las presidenciales.
El diálogo del gobierno colombiano con las FARC tuvo desde el comienzo respaldo desde el exterior, con Cuba y Noruega actuando como garantes, mientras Venezuela y Chile lo hacen como acompañantes. Pero el apoyo de Caracas a la negociación, considerado importante bajo el gobierno del extinto presidente venezolano Hugo Chávez, fue puesto sorpresivamente en duda por su sucesor. Maduro se quejó en público el jueves de que Santos haya recibido a su reciente adversario electoral y principal opositor suyo, Henrique Capriles. Afirmó que eso equivalió a meterle “una puñalada por la espalda” a su país y dijo que evaluaría “si Venezuela continúa en este proceso” como facilitador de la negociación con las FARC.
Diversos analistas han advertido que, aunque esta pueda ser una cortina de humo de Maduro para intentar disimular los crecientes problemas domésticos que enfrenta, una eventual salida de Venezuela atrasaría las discusiones en La Habana, sobre todo por la presión que puede ejercer sobre la guerrilla para firmar un acuerdo final. Mientras Santos anunció que trabajaría a nivel diplomático para solucionar el diferendo con Caracas, que calificó como un “malentendido”, las FARC emitieron un comunicado expresando preocupación por “hechos que sin duda afectan la extraordinaria atmósfera de paz que habíamos logrado construir en los diálogos de La Habana”.
De cualquier modo, Celis evaluó que ese comunicado muestra una actitud de “prudencia” del grupo armado, que evitó criticar a Santos o respaldar a Maduro como muchos hubieran esperado. Restrepo fue aún más lejos al minimizar la función de Caracas en las negociaciones, a su juicio más logística que política tras la muerte de Chávez. “Supongamos a manera de hipótesis que hay un escenario de ruptura radical y oposición de Venezuela al acuerdo de negociación: creo que eso tendría un papel relativamente menor”, dijo. “Venezuela no está en condiciones políticas, militares ni de recursos para condicionar el proceso de paz”.
Fuera de Fronteras
2013-06-06T00:00:00
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