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Cada vez que atravesé el mundo hacia el norte, lo he hecho por motivos profesionales y no turísticos. Pude observar el funcionamiento de países a través de la gestión de su gente, con semáforos en rojo respetados por ciudadanos, con los horarios exactos, con sus calles sin mugre y con el nivel académico y educativo del cual carecemos.
Pensaba hacerme un festín de miradas funestas sobre la realidad uruguaya.
Algo así como el juego de las siete diferencias, pero al infinito.
Pero las latitudes sobrepasaron todo pronóstico. Nunca mientras miraba por la ventanilla del avión las verdes y vacías tierras uruguayas supuse la bomba de inmoralidad que explotó en el Río de la Plata.
Me topé con algo extremo: asesinaron o suicidaron al fiscal que llevaba la causa AMIA. Fue de lo primero que me enteré después de mi dormilona postjet lag.
Con solo apretar un botón, el del televisor, apareció todo un escenario de policías que llegaban después de políticos. Oigo incrédula mensajes inducidos del gobierno argentino (¡suicidio!)… pero también a senadores que citan una larga ristra de suicidios fingidos e impunes.
Me enfrento a esto.
Y también observo cierto inmenso alivio de los uruguayos: sienten que algo así nunca podría pasar en Uruguay, que felizmente viven en el paisito y no en la desdichada Argentina, que aquello es otro mundo (aunque nos confundan en el exterior y aunque las masas nacionales sigan embelesadas a diario la televisión porteña como si fuera carne propia).
Nisman sostenía que los iraníes que destrozaron la AMIA pasaron un tiempito en Montevideo previamente, en una casa alquilada por la que he pasado delante un montón de veces.
Nadie recuerda que el embajador iraní dijo alegremente que el Holocausto era una mentira de los judíos y el Parlamento no votó ni siquiera un llamado de atención. Nadie habla del debate ya antiguo de poner sí o no a una plaza el nombre AMIA.
Dicen que la impunidad en la Argentina es parte de su ADN, pero ¿acaso en las dictaduras la sangre argentina y uruguaya no se juntaba en los enterraderos de torturados?
Los uruguayos se creen muy firmes en su Estado de derecho y miran por encima del hombro a Argentina como si nada tuviéramos que ver con ella.
Mientras tanto, como tantas veces, espero que haya en mi ciudad, esta ciudad a la que acabo de llegar, una manifestación expresando el dolor por la muerte de Nisman.
También espero que haya alguna contra las masacres de Boko Haram en Nigeria. No he tenido tiempo de averiguar si hubo o no alguna movilización de indignados ante lo sucedido en Francia. Pero sí me han llegado mails y cadenas de conocidos que…echaban la culpa de todo al imperialismo.
Todos respiramos con alivio cuando pensamos que Uruguay se salvó de ser Argentina por lord Ponsonby.
Pero en las fotos del Mercosur donde aparecían Chávez, Cristina Kirchner y nuestros gobernantes, había por cierto un intenso aire de familia.
