N° 1976 - 05 al 11 de Julio de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn estos días se hizo viral un editorial del periodista argentino Alfredo Leuco, en el que comparaba el estilo de gestión de la selección uruguaya de fútbol del Maestro Tabárez con el estilo del técnico argentino Jorge Sampaoli: el día y la noche.
Destaca varias virtudes en el liderazgo de Tabárez, que también hacen (o hicieron) a las mejores tradiciones, hábitos y valores que fueron moldeando al Uruguay y sobre los cuales es bueno reflexionar para aplicar a nuestras vidas personales y también como sociedad.
Un cambio sustancial de este “proceso”, comparado con otras gestiones de nuestra Selección, fue la planificación a largo plazo. Mientras en otras épocas cambiábamos de técnico cada dos derrotas, este equipo ya hace 12 años que está al frente del plantel principal y también de las juveniles. Es la manera de ir preparando los back ups, que toda organización necesita.
Otro elemento clave a destacar es que no sólo dedican tiempo a “capacitar” al plantel, practicando jugadas, tiros libres y habilidad en el manejo de la pelota. En las empresas también capacitan en ventas, logística, producción o atención al cliente. Pero no es suficiente. Además de capacitar, hay que “educar”.
Tabárez educa a su equipo, no solo para que sean mejores jugadores dentro de un campo de juego, sino para que sean mejores personas también fuera de él. Y este proceso se retroalimenta: una persona mejor educada será un mejor funcionario y también un mejor padre, un mejor vecino o un mejor ciudadano.
Durante las comidas no se permite el uso del celular. El maestro quiere que sus “alumnos” conversen entre sí, se conozcan, estrechen vínculos; incluso, que lleguen a ser amigos. En las empresas se da poco espacio para estos momentos de “intimidad”. Las que lo hacen, logran mejorar el clima organizacional, reducir la rotación y mejorar los resultados.
Como decía Ray Krock, el fundador de McDonald’s: “Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos”. Esto no significa eliminar las geniales individualidades de un Suárez o un Cavani, sino que se trata de potenciar lo mejor de cada uno trabajando en equipo. No hay mesías.
Esto se muestra a la hora de celebrar los goles. Mientras otros jugadores “posan” cada vez que hacen un gol, señalan su nombre en la espalda de la casaca o celebran casi aislados, los goles de la Celeste se celebran gritando: “Uruguay nomá”.
Este trabajo en equipo no se confunde con el “llevarnos bien” o son todos “buenos tipos”. Trabajar en equipo implica hacer cosas que en principio no te corresponde hacer, pero que es necesario. Cuando Cavani baja a marcar o Godin sube a cabecear, están saliendo de su “zona de confort” por el bien de un objetivo común. Y tampoco tienen empacho en ayudar al utilero fuera de la cancha, a cargar los bolsos con equipos y pelotas.
Todo esto no se logra sin disciplina. La misma disciplina que se necesita en un aula de escuela, se necesita en la concentración de un equipo, como en una empresa. Estos jugadores que son millonarios, que tienen su vida resuelta y los egos elevados, se comportan como corresponde ante la presencia de su maestro y ante el desafío que les espera: la gloria.
Hay que aprovechar el buen desempeño de la Celeste en este Mundial, no solo para hablar de fútbol y emocionarnos, sino para reflexionar sobre las causas de este éxito que estamos logrando. Que lo hagan los deportistas, pero también que lo hagan los estudiantes, los profesionales, los empresarios y los políticos. De lo contrario, nunca levantaremos la copa del crecimiento y el bienestar.