En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
El fenómeno llama la atención. En el correr de las últimas semanas, salas como Cinemateca y la Sala B del Auditorio Nelly Goitiño se encuentran exhibiendo una programación de películas uruguayas numerosa, diversa y de una calidad notoria. El torrente, que en parte se explica por los estrenos de 2020 postergados para este año, también se ha convertido en una ventana de exhibición para una nueva generación de realizadores.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Calificar a Matías Ganz como un debutante, sin embargo, sería injusto con su prolífica carrera de realizador. Con 33 años, el director egresado de la Escuela de Cine del Uruguay ya tiene en su haber dos series —REC (2012) y El mundo de los videos (2017), realizadas junto a Rodrigo Lappado—, un cortometraje producido y filmado en Francia —Martín se cayó de un techo (2020), a exhibirse dentro del Día del Cine Nacional— y su primera película, La muerte de un perro, que se estrena el próximo jueves 11 de noviembre.
Hubo un instante en que el cineasta sentía cierta reticencia en formar parte de la oleada de estrenos uruguayos de este último trimestre, según señala en conversación con Búsqueda. No obstante, no demoró en replantearse la inquietud. Más que imaginarse a un público dividido ante la oferta de la cartelera uruguaya, Ganz piensa ahora, con entusiasmo, que siente orgullo de formar parte de “este momento del cine uruguayo”, en el que compartirá cartel con obras de colegas como Agustín Banchero, director de Las vacaciones de Hilda, y Emilio Silva Torres, director de Directamente para video.
Hay, también, una sensación de alivio inevitable al poder estrenar en salas La muerte de un perro, película que Ganz filmó en 2018 y tuvo su primer encuentro con público a fines de 2019, en Estonia, en el Festival Black Nights de Tallin. ¿Qué sucedió desde entonces? La pandemia llevó a la ópera prima del realizador por festivales internacionales en línea, estrenos en plataformas y hasta una participación en la sección de competencia Nuevos realizadores del Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay organizado por Cinemateca a fines del año pasado.
Coproducida entre Uruguay (Nadador Cine), Argentina (Le Tiro) y Francia (Les Valseurs), La muerte de un perro es promocionada tanto como “un thriller torpe”, clasificación que hace alusión a los miedos y falencias de los protagonistas, así como “una comedia sangrienta”, que refiere al accionar en el que se sumergen los personajes una vez que la trama ha tomado un camino sin retorno.
El mote de “suspenso incómodo” también podría engloblar la experiencia de La muerte de un perro, en la que Ganz explora la inseguridad (social, económica y hasta familiar) y un despertar de la violencia a través de un matrimonio montevideano de clase media cuya tranquilidad se ve trastocada de manera irremediable. Una vez que un error en el trabajo de Mario, un veterinario con experiencia, lo pone en un carril aledaño a la paranoia con la que Silvia, su esposa, convive en relación a personas de estatutos sociales más bajos, ambos se ven en dirección a lo que el director califica como una “violencia del absurdo”.
“La película habla sobre las tensiones de clase”, adelanta Ganz. “Hay muchos niveles: de ellos (el matrimonio protagonista) con las personas en situación de calle y con la empleada doméstica, pero también hay una hacia arriba, ya que su hija está en una situación económica mejor que ellos. Al parecer, eso no debería importar pero hasta cierto punto sí les importa, y sobre todo, los incomoda”.
Con una historia que empezó a tomar forma por primera vez en 2013, cuando trabajaba en la primera versión del guion, Ganz comparte que tomó la inseguridad como tema noticioso en Uruguay como el puntapié para imaginar situaciones “absurdas o torpes” en personas que experimenten miedo y hasta paranoia ante la idea de toparse con un criminal dentro de su hogar. Se cuestionó también qué le pasaría a personajes con cierta idiosincrasia “acomodada” dentro de una película de crimen. “¿Hasta dónde puede llegar ese miedo?”, vuelve a preguntarse el realizador.
El guion fue tomando diferentes formas y sufrió cambios hasta semanas antes de comenzar su filmación en Montevideo, algo que Ganz recuerda hoy con poca alegría al describirse como un director poco fanático de la instancia de rodaje. Otros elementos se mantuvieron desde el principio y fueron llevados sin problemas en el trabajo, por ejemplo, los actores. Con su elenco, que incluye a Pelusa Vidal, Guillermo Arengo, Lalo Rotavería, Soledad Gilmet, Ruth Sandoval y una participación de la cineasta argentina Ana Katz, Ganz trabajó en la expresión de sus diálogos, a los que podría definir como “tirantes”. Las pausas entre los intercambios de los personajes parecen mantenerse unos segundos más de lo que deberían, cargando los espacios y silencios de una ansiedad que oscila entre lo tenebroso y lo irremediablemente gracioso.
“Lo que me entusiasmaba era probar ponerle comedia a este tipo de historia: jugar con un tono ambiguo”, apunta Ganz. “Esas situaciones tontas se dan dentro de un thriller y siempre fue así. Si bien no estaba seguro de cuál iba a ser el tono final, siempre que me enfrentaba ante un momento cómico o simpático lo terminaba rematando con una imagen terrible. Y viceversa. Ese fue el razonamiento mientras la estaba escribiendo: no tomarme en serio la escena y la película para ninguno de los géneros”.
Ganz, en cuyo hogar se pueden encontrar afiches de Jacques Tati y fotogramas del cine de François Truffaut, cuenta que en el camino a su ópera prima ha intentado tomar notas de los cineastas que admira por cómo supieron explotar la simpleza, como Robert Bresson. El finlandés Aki Kaurismäki también aparece mencionado por su comicidad y de ahí el realizador salta inmediatamente a la generación de cineastas uruguayos mayores que él, como Pablo Stoll y Federico Veiroj, a los que también nombra como referentes. Incluso Alfred Hitchcock hace una aparición en la lista, una vez que Ganz recuerda los impulsos que tenía durante el rodaje de filmar como lo hacía el padre del suspenso.
El director sí está seguro de algo: no cree que volverá a ver la película acompañando al público. Son demasiados los nervios, afirma. Sí espera, y se muestra contento con el encuentro que tendrá la película con el público tras tantas postergaciones. “Uno mete muchas cosas en sus películas y está bueno cuando son captadas”, apunta. “Lo que más me interesa es qué le interesó a un espectador que no sepa nada de la película. Yo estoy demasiado contaminado por ella. Nunca sabés qué vas a generar hasta que alguien te lo dice y ves si la artesanía funciona”.