N° 2059 - 13 al 19 de Febrero de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPara los memoriosos, allá por octubre del 2000 la fiebre aftosa entró al Uruguay, concretamente al departamento de Artigas. Si no me falla la memoria, el origen de la enfermedad se focalizó en un productor de apellido Arbiza, quien supuestamente había comprado ración para unos cerdos de su propiedad y ese fue el vehículo de la entrada del temible mal al país. Fue el inicio de una época muy difícil para el Uruguay que empezó con algo aparentemente inocente.
El cornoavirus en China tuvo un origen inocente. Si bien se conocen los riesgos desde hace tiempo, era muy poco probable que un patógeno presente en un animal salvaje pasase al ser humano y causara los estragos que está produciendo, no solo en términos de vidas humanas sino también de impactos económicos.
Hoy surgen las críticas a las autoridades chinas por el manejo de la crisis: la falta de control en este tipo de mercados, donde se venden carnes silvestres sin mucho control, la falta de información en forma oportuna para el control eficiente de la enfermedad. Las medidas que tiene que tomar China (y el mundo) no tienen precedentes: China hizo un lock out de desplazamiento a 50 millones de personas (la población de Argentina y Uruguay juntas). Nadie entra ni sale de las ciudades que son el centro de la infección. En la medida que el virus se esparce, China se encuentra cada vez más aislada y esto empieza a tener efectos en las cadenas de suministro global desde celulares hasta la soja. Un virus puede ser el que termine moviendo el mercado de la soja y China ya avisó: por causas de fuerza mayor es posible que no pueda cumplir con los términos de la fase I del acuerdo comercial que firmó con EE.UU.
Es cierto que esa nación asiática no es la panacea en cuanto a transparencia de información, pero al menos en esta oportunidad parecen haberse aprendido las lecciones de epidemias anteriores. Y todo empezó en un mercado que vendía carne de animales silvestres que sin querer permitió que un virus raro (por suerte no muy letal) pasara a los humanos y nos agarrara mal parados. China hace cuanto está a su alcance para contener el problema (inmolvilizar a 50 millones de personas solo se puede hacer en China, en otro lugar es impensable). Y nuestra capacidad de reaccionar ante este problema, basado en experiencias anteriores, no estuvo a la altura de las circunstancias. Vivimos en un mundo hiperconectado y eso maximiza las chances de que estas cosas se salgan de control muy rápidamente.
Felizmente Uruguay es un país reconocido por su fortaleza en el sistema de control de enfermedades y plagas. No es perfecto, pero funciona y es un patrimonio de todos. Los riesgos de algo inocente puede desembocar en un problema de proporciones. Lamentablemente pensamos que los riesgos sanitarios son problemas de los chinos. Pero un país que no controla la faena clandestina muestra sus carencias. Nos acostumbramos a permitir ciertas conductas que exponen a la población y a nuestros mercados de exportación a faltas de conducta de unos pocos, que arriesgan el patrimonio de todos. Con ciertas cosas no se juega. Lo que parece inocente puede terminar teniendo consecuencias muy duras.