N° 1843 - 26 de Noviembre al 02 de Diciembre de 2015
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFinalmente, por un margen mucho menor que el que pronosticaban todas las encuestas, el domingo 22 el ingeniero Mauricio Macri se transformó en el nuevo presidente de Argentina, poniendo fin a 12 años de la “era Kirchner”.
La situación que hereda el presidente electo es harto complicada. El exiguo margen por el que ganó el balotaje (algo menos de tres puntos porcentuales), sumado a que no tiene mayorías en el Congreso (en el Senado, el bloque “kirchnerista” del Frente para la Victoria tiene mayoría y en Diputados es la primera minoría) y a que muchos gobernadores pertenecen a la oposición, augura complicados procesos de negociación a nivel político y social, más allá del margen que tiene Macri para gobernar haciendo uso de los “decretos de necesidad y urgencia”, mecanismo al que han recurrido no pocos mandatarios argentinos en el pasado.
Independientemente de la realidad política que dejó el proceso electoral, desde el punto de vista estrictamente económico la situación de Argentina es muy delicada.
Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el monto de las reservas internacionales que tiene el Banco Central de la República Argentina (BCRA). La decisión del BCRA del último fin de semana destinada a reducir el límite de la posición en moneda extranjera que pueden mantener los bancos locales, es una muestra más de que la situación de reservas es crítica. Habrá que ver cómo se llega al 10 de diciembre. En este contexto, cumplir con la promesa electoral de levantar el actual “cepo” cambiario de manera rápida parece muy difícil, más allá de que seguramente habrá medidas que irán gradualmente en esa dirección no bien se instale el nuevo gobierno.
La situación fiscal que hereda Macri es desastrosa, con un déficit fiscal del orden del 7% del PBI (6% de déficit primario), que en la actualidad se financia casi totalmente con emisión del BCRA, siendo esta una causa básica que explica por qué la inflación real está en 25% o 30%. La única ventaja es que prácticamente la totalidad del déficit fiscal se debe a los subsidios para las tarifas de servicios públicos, por lo que si hubiera decisión política se podrían equilibrar las cuentas fiscales de inmediato, eliminando esos subsidios. Pero lo más probable, dada la realidad política y social, es que Macri tenga que optar por un camino gradual de reducción conjunta de subsidios y de las detracciones a las exportaciones agropecuarias.
Conviviendo con el desastre fiscal y la ausencia de reservas internacionales, Macri deberá enfrentar una fuerte sobrevaluación real de la moneda argentina que, dependiendo del tipo de cambio y de la inflación que se utilicen, la mayoría de los analistas ubica entre 20% y 40%. Para corregir este fuerte “atraso cambiario” heredado, se necesitará un programa de consolidación fiscal creíble, solucionar el problema del financiamiento del sector público a corto y mediano plazo para cerrar la canilla de emisión del BCRA (lo que va a implicar arreglar el litigio con los “hold outs” o “fondos buitres” e intentar acceder al rápido financiamiento de los organismos internacionales) y una fuerte desindexación salarial en las “paritarias” que en su gran mayoría se negocian en los meses iniciales del año. Todo eso para mitigar el “pass-through” de la mayor devaluación a los precios internos y para ir, gradualmente, reduciendo la inflación.
A estos temas “macro” se agregan cuestiones más de tipo “institucional”, tales como volver a recuperar la credibilidad en el Indec y en el BCRA (donde un tema no menor es el pedido de renuncia que se ha hecho a su actual presidente, Alejandro Vanoli), reintegrar la Argentina al mundo tanto comercial como financieramente (un replanteo del Mercosur sería algo sumamente positivo para Uruguay), fortalecer la independencia del Poder Judicial y recuperar la confianza de los inversores locales y del exterior.
Los desafíos que tiene Macri por delante son enormes, pero la sensación inicial es de alivio y confianza, como lo muestra el hecho de que la calificadora Moody’s esta semana mejoró la perspectiva sobre la deuda argentina.
Es obvio que cuanto mejor le vaya a Argentina será mejor también para Uruguay, dado que el vecino país ha sido y sigue siendo un socio relevante en materia comercial, tanto a nivel de bienes como de servicios, así como en materia de inversiones. A corto plazo, sin embargo, el ajuste macroeconómico que tiene por delante Argentina complicará la situación para Uruguay en el 2016 (al menos), especialmente si el gobierno de Macri tiene éxito en corregir el “atraso cambiario” acumulado. La perspectiva de mejores resultados económicos en Argentina, si efectivamente Macri es exitoso en procesar el ajuste, probablemente va a llevar a un menor flujo de inversiones argentinas hacia Uruguay y quizás algunos inversores opten directamente por retirarse, como ha sido el caso de muchos empresarios en el sector agropecuario y en la construcción. Si Argentina corrige su tipo de cambio real y Uruguay no lo sigue, se profundizará el deterioro del balance comercial bilateral, más allá de que el eventual levantamiento del “cepo” cambiario facilite el ingreso de productos uruguayos al vecino país. El comercio de servicios también se vería afectado negativamente en el corto plazo, en caso de que Argentina ajuste su tipo de cambio y Uruguay siga teniendo como objetivo que la inflación no supere el 10%.