N° 1869 - 02 al 08 de Junio de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa semana pasada escribí sobre las oportunidades que se están dando en los llamados “negocios verdes” basados también en las “tecnologías verdes” en diferentes ramas de actividad: alimentos, clima, energía, transporte, etc. Y Vancouver es una de las ciudades que mejor han entendido esta oportunidad, por lo que vale la pena profundizar en el tema y motivar a los latinos a mirar hacia el Norte.
Para que cualquier iniciativa tenga más probabilidades de éxito, es importante que esté bien gerenciada. Ya vimos los desastres que pueden hacer los pésimos administradores de la cosa pública en municipios, empresas petroleras o transporte. Pero en los verdaderos “países de primera” eligen a sus gobernantes no por ser “los más pobres del mundo” o por “hablar lindo”, sino por su visión de estadistas que miran 20 o 50 años hacia delante (y no 20 o 50 días) y por sus habilidades gerenciales.
El “Greenest City 2020, Action Plan” de la ciudad de Vancouver es un ejemplo de estos dos cruciales aspectos.
Primero, hay metas a largo plazo bien definidas, estructuradas y con un plan de acción ejecutable. Existen indicadores de gestión (y no vanas promesas o buenas intenciones) para que puedan medirse los avances, asignar recursos y responsables. No le echan la culpa al “tipo de cambio”, ni a la “crisis de Estados Unidos” o al precio del petróleo. Asumen responsabilidades. Bien diferente a los políticos de estas latitudes.
El “transporte verde” es uno de los objetivos para el 2020; es “hacer que el público prefiera caminar, andar en bicicleta o usar el transporte público como su primera preferencia ante otras opciones”. Y para lograrlo se pusieron una meta (ya lograda) para que más del 50% de los viajes en la ciudad sean a pie, en bici o transporte público. Y otro objetivo concreto es reducir la distancia conducida por residente en un 20% comparado con los niveles de 2007, cuando era de 5.950 km/persona/año y lo bajaron a 4.680 km/persona/año (–21%).
Segundo: esto lo consiguieron mejorando la infraestructura para caminar y andar en bicicleta, establecieron un programa de “bicicletas compartidas” (como hizo la IMM), extendieron una línea de trenes y aumentaron las frecuencias de buses y mejoras en las paradas. Y lo hicieron con buen management.
Pero no terminan allí. Ya están pensando en cómo será el transporte en el 2050, donde visualizan una mayoría de vehículos eléctricos, proyectan barrios o miniciudades “compactas” para que no sea necesario trasladarse tanto y, por supuesto, están muy presentes las modalidades de viajes compartidos (car sharing), como es el caso de Uber (que no es el único), ya que también existe Modo, ZipCar o Evo, todos conviviendo y dando servicios en una ciudad de primera, con ciudadanos de primera.
Si queremos parecernos a ellos algún día, habrá que visitarlos. Conocer a sus gobernantes, a sus empresarios, a sus ciudadanos y a sus académicos para entender en qué están pensando, en qué están actuando y cómo lo están haciendo.
Viajes que combinen estos tres aspectos (académico, político y empresarial) deberían ser moneda corriente entre profesores, empresarios y políticos. Todavía no lo son. Pero “comienzo tienen las cosas”.