Menos abusadores y más urólogas

Menos abusadores y más urólogas

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2084 - 13 al 19 de Agosto de 2020

Las redes sociales explotaron esta semana con el hashtag #MeLoDijeronEnLaFmed, a través del que miles de mujeres denunciaron un sinfín de violencias basadas en género vividas en su paso por la Facultad de Medicina de la Universidad de la República. Estas violencias van desde la total desautorización de las mujeres en su calidad de profesionales hasta el más obvio acoso sexual de parte de docentes y compañeros.

Esta misma semana, la filósofa australiana Kate Manne publicó su libro: Entitled: How Male Privilege Hurts Women (que en español sería algo así como Con Derechos: Cómo el privilegio masculino perjudica a las mujeres), y es una buena aproximación para entender algunas de las aristas que se ponen de manifiesto en los mensajes compartidos por las estudiantes.

“Una amiga quería ser neurocirujana y un docente le dijo: ‘las mujeres no pueden ser neurocirujanas, imaginate que estés abriendo un cráneo y pensando en qué le vas a dar de comer a tus hijos’”, cuenta una estudiante en uno de los tuits. Hay muchísimos mensajes en la misma línea de “maternidad como impedimento”: “A la mujer no le da el tiempo de criar hijos y ser cardióloga” o “ya no sé ni cuantas veces escuché que no puedo hacer cirugía si no quiero ser una madre ausente”. ¿Por qué una neurocirujana estaría pensando en lo que le va a dar de comer a sus hijos mientras opera, y por qué nunca le harían ese comentario a un varón? Las estadísticas globales muestran que son las mujeres quienes todavía realizan una parte desproporcionada de las tareas del hogar y, además, explica Kate Manne, culturalmente se considera que los hombres están “autorizados” o “tienen derecho” (están entitled) a tener tiempo libre en el hogar, mientras que las mujeres no. Así, es con este tipo de comentarios que el patriarcado se encarga de recordar esto a cada mujer que intenta cruzar los límites.

Como define Manne, la misoginia es la expresión del patriarcado que hace que “se cumpla la ley”, es algo así como un sistema de castigo para las mujeres que rompen las reglas, un “sistema que funciona para vigilar y hacer cumplir las normas y expectativas de género” y hace que muchas mujeres “se enfrenten a un trato desproporcionadamente hostil”. La misoginia es capaz de causar dolor, dice la autora, pero incluso en los casos que no esté hiriendo activamente sirve para desanimar a las mujeres que intentan “aventurarse más allá de los límites”. Este es exactamente el modo en el que operan muchos de los comentarios recibidos por las estudiantes.

Apelar al rol de madres no es la única fórmula usada para limitar la ambición profesional de las mujeres: “A una conocida la trataron de ‘puta’ y ‘provocadora’ por querer especializarse en urología”, dice otro de los tuits. Sexismo y misoginia, aclara Manne, operan coordinadamente con un propósito común: mantener el orden patriarcal. Así, mientras el sexismo se cubre de “verdad científica” para explicar por qué una mujer no debería ocupar determinadas áreas (basándose en suposiciones, creencias, o estereotipos), la misoginia intenta forzar el tema de forma desagradable. Por ejemplo, sexismo podría ser decir que una mujer no sería una buena uróloga, mientras misoginia sería decir que quiere ser uróloga “por puta”. “El sexismo usa túnica de laboratorio; la misoginia va de caza de brujas”, ilustra Manne.

Por otro lado, los cientos de tuits que refieren directamente al acoso sexual experimentado en el entorno de la facultad evidencian el derecho que sienten muchos hombres sobre los cuerpos de las mujeres: “Quien alguna vez fue a un baile de Anato lo sabe, tenías a tus propios docentes manoseando a las gurisas en la pista y grabándolas con los celulares, después iban a dar clase como si nada”, o “¿cuántas veces en Anatomía escuchamos a los grados decirles cualquier cosa a las alumnas?”.

Como afirma Manne, los hombres se sienten culturalmente “autorizados” a recibir de las mujeres “bienes” relacionados al cuidado, lo que incluye el sexo, el trabajo reproductivo y el trabajo emocional. Además, explica, se tiende a no castigar las transgresiones de los hombres cuando toman esos bienes por la fuerza y a tolerar el “comportamiento misógino que asegura esos bienes”.

Es exactamente por este motivo que tantas experiencias sufridas por las mujeres no se formalizan nunca: porque la cultura tolera el abuso y la misoginia. Es exactamente por esto que la Universidad no puede quedarse esperando una denuncia formal para accionar. Lo que estos miles de tuits están mostrando es el carácter estructural de la problemática y la urgencia de una política activa que elimine estos comportamientos de la cultura universitaria. La Universidad de la República ni ninguna otra universidad puede darse el lujo de seguir alimentando de esta manera la cultura patriarcal.

Por una Facultad de Medicina con menos docentes abusadores y muchas más urólogas.