Miriñaque real

escribe Javier Alfonso 

Verónica San Vicente es la reina. Al entrar a la gran caja negra de Espacio Palermo nos recibe su trono: un miriñaque de grandes dimensiones cubierto con una tela blanca. La estructura se parece a una gran carpa de circo. Por la cintura de ese vestido gigante emerge. Vive sola en lo alto de su palacio de armazón y largas telas. Cumple con el mandato real de ser una reina: se dirige altivamente a sus súbditos (el público), da órdenes, presume de su elegancia, descerraja aparatosas risotadas. Pero llega una visita inesperada, que la hace bajar de su trono y quedar, frente a su pueblo, en paños íntimos. Como en El herrero y la muerte y en tantos relatos similares, la monarca recibe la visita de la Parca. Sus días han terminado, pero se las ingenia para ganar media horita.

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