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    Moderados fuera

    Nº 2150 - 25 de Noviembre al 1 de Diciembre de 2021

    Las elecciones del domingo 21 en Chile confirmaron la tendencia que se viene dando en gran parte de Latinoamérica: las opciones políticas radicales son por lejos las más populares. Prácticamente a nadie sorprendió que a la segunda vuelta electoral llegaran dos candidatos de extremos opuestos. Ellos son el postulante posicionado como conservador, José Antonio Kast, y el del Partido Comunista y el Frente Amplio (pacto Apruebo Dignidad), Gabriel Boric. Algo similar ocurrió en las últimas elecciones en Perú, donde las únicas opciones eran Pedro Castillo, apoyado por el Partido Comunista, y la derechista Keiko Fujimori. El fenómeno Jair Bolsonaro tiene similitudes, aunque enfrentó a una izquierda en el gobierno completamente desprestigiada por graves acusaciones de corrupción.

    Esto nos lleva a otro punto que resalta en las elecciones de Chile: los partidos que se alternaron en el poder desde el retorno democrático en 1990 fueron desplazados completamente en la preferencia popular. Parece que los ciudadanos ya no quieren a gobiernos que consideran que no cumplen con sus promesas y ven como una “casta” que no escucha a su gente.

    Lo más cercano a una sorpresa en el resultado electoral es que Kast, con el 27,9% de los votos, logró ser la minoría mayor, un lugar que varios analistas otorgaban previamente a Boric, que llegó a 25,8%. Se agrega a esto que entre los Republicanos de Kast y el Vamos Chile del presidente Sebastián Piñera se quedaron con la mitad del Senado (no toda la Cámara Alta estaba en juego, por eso Vamos Chile mantiene su influencia).

    Esto es un cambio importante. Los estallidos sociales de octubre de 2019 parecían mostrar un Chile diferente, que culminó con la votación de una Convención Constitucional dominada por la izquierda e independientes para proponer una nueva Carta Magna, con el no disimulado intento de modificar el rumbo de la políticas económicas y sociales que mantuvieron los gobiernos desde la recuperación de la democracia. Ese modelo ubicó a Chile como el país de mayor y mejor desarrollo en la región, más allá de los reclamos internos que no supo atender.

    Hoy la derecha toma una posición fuerte en el Senado y en la Cámara Baja incluye 90 diputados nuevos. ¿Qué pasó entre la Constituyente y ahora? Probablemente la típica soberbia izquierdista con voceros lanzando sus discursos sobre que solo ellos saben lo que está bien y está mal, poniendo como enemigo al capitalismo y asegurando que el “santo” Estado tiene todas las repuestas. Todo ello hasta el punto de despertar el hastío de gran parte de la ciudadanía y encender las alarmas.

    Si tomamos como modelo lo sucedido en Chile en cuanto a las opciones extremas en la propuesta electoral, la buena noticia es que a partir del domingo tanto Kast como Boric deberán mirar hacia el centro y comprometer políticas que los asocien a propuestas más moderadas. Ya lo vimos con el presidente de Perú, que con un cambio de gabinete supuestamente más moderado tuvo que darle la espalda a una izquierda mucho más radical. En el caso de Chile, la candidata por el izquierdista Nuevo Pacto Social, Yasna Provoste, condicionó su apoyo a Boric a tener “garantía de una transformación en paz y tranquilidad”.

    Provoste y el oficialista Sebastián Sichel, representantes de los dos partidos que gobernaron desde la vuelta a la democracia, no lograron siquiera llegar al tercer lugar. Allí se colocó un candidato un tanto insólito, que ni siquiera se votó a sí mismo: Franco Parisi, del Partido de la Gente. Insólito no porque sea un novato en estas lides —ya se había presentado en el 2013—, pero esta vez hizo toda su campaña sin poner un pie en Chile, todo en forma virtual desde Alabama, Estados Unidos, donde vive. Considerado un liberal, su más de 13% de votos serán muy codiciados. Anunció que hará una consulta virtual con sus acólitos.

    Las propuestas electorales en los países de nuestra región se están convirtiendo en una suerte de pesadilla para los moderados, tomando a los moderados como aquellos que buscan modelos de gobierno razonables y efectivos. Pero la democracia liberal les da ahora un rol de control que puede ser fundamental. A no dormirse.