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Desde hace mucho tiempo he observado en importantes museos del primer mundo una tendencia preocupante hacia la superficialidad y la frivolidad en vez de la difusión de cultura a un nivel elogiable.
Se hacen exhibiciones temporales sobre antiguas civilizaciones con un tema centrado en el oro de tal o cual manifestación artística o religiosa de uno u otro pueblo, los exquisitos testimonios del gusto artístico de las elites dominantes en cada época o la importancia de insignificantes reyes que por determinadas circunstancias han adquirido mucho impacto mediático, todo lo que quizás atrae más gente que compra entradas y genera recursos, pero el público de esa manera pierde de vista aspectos más importantes desde el punto de vista histórico del devenir de esas naciones.
Todo eso parece haber llegado a nuestro país y se expresa por ejemplo en la Noche de los Museos que desde hace tiempo organiza el MEC. Ya desde un principio se han destacado variadas expresiones artísticas que se realizan en ese evento y que en muchos casos poco o nada tienen que ver con la temática de cada museo participante.
Este año ese proceso ha llegado a tal punto que por ejemplo para 2013 en museos como Casa de Garibaldi se ofrece “Un tango por Garibaldi”, más tango en el Palacio Taranco y en el Museo Antropológico, grupos vocales en el Museo Zorrilla de San Martín, en el Museo de Bellas Artes Blanes “arrancamos con unos tambores a eso de las 17 hs y a partir de las 18 hs actuarán La Siesta de Juana - Boca Negra - Ocho Monos - La Héctor Pascale”, etc.
¿No sería lo más adecuado brindar solamente actividades artísticas que tuvieran un vínculo estrecho con algún aspecto de la temática de cada museo para generar interés en el acervo que allí se conserva y exhibe en vez en transformarlos en teatros temporales?
Para quien escribe, este enfoque, en aras de brindar espacios para artistas nacionales, tiende a desviar la atención de la finalidad específica de cada museo en un entorno mediático más amplio donde vemos diariamente que temas culturales se tratan de forma superficial cuando no se omiten con el pretexto de que resultan aburridos o hacen peligrar el rating de quienes a veces los incluyen en su programación.
El loable propósito de atraer más público a nuestros museos no debería llevarnos a una trivialización que los transforme en meros escenarios para actividades que poco o nada tienen que ver con lo que allí se exhibe.
