N° 2008 - 14 al 20 de Febrero de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUruguay no puede continuar siendo un país caro en dólares eternamente, salvo que los precios de nuestros productos de exportación y, más en general, nuestros “términos de intercambio” mejoren de una manera sustancial, o que ocurra lo mismo con la productividad media de la economía. Y, lamentablemente, no hay perspectivas de que suceda ni una cosa ni la otra, al menos durante varios años más.
Respecto de los términos de intercambio (la relación entre los precios de exportación e importación a nivel de bienes como de servicios), tanto la situación regional como la desaceleración que está teniendo la economía mundial y la china en particular no permiten ser muy optimistas en cuanto a una recuperación de los precios de los commodities, ni que podamos volver a recibir los precios en dólares que recibíamos hasta el año pasado por nuestras exportaciones de servicios turísticos y en general a la región.
Con relación a una recuperación “mágica” de la productividad, ello es mucho más difícil de pronosticar aún ante el gigantesco deterioro que se ha dado en la educación, así como en los hábitos de trabajo, amén de las rigideces en el funcionamiento del mercado laboral y el creciente peso del gasto público, más allá de que el progreso tecnológico lleva endógenamente a una mejora.
Es por ello que, de una forma u otra, Uruguay deberá corregir sus precios, costos y salarios en dólares, y no habrá escapatoria a este ajuste. Podrá discutirse cuál es el mejor camino para ese ajuste: que se haga por la vía de un ritmo de devaluación que supere en forma relevante el ritmo de inflación, de aumento de los salarios nominales y de crecimiento del gasto público global; o si es por vía de una recesión, un aumento mucho mayor del desempleo que lleve a una baja de los salarios en términos nominales, y un fuerte recorte del gasto público; o incluso una combinación de ambas alternativas.
Pero lo que debe quedar muy claro, para toda la población en general y para quienes aspiran a gobernar a partir del 1º de marzo de 2020 en particular, es que el statu quo actual de lenta agonía no se podrá mantener. El Producto Bruto Interno (PBI) en dólares actual de US$ 60.000 millones y el PBI per cápita de algo más de US$ 17.000 son cada vez más una ilusión óptica que no se sostendrá.
Lamentablemente, el ciclo político implica que vamos a tener un año más de agonía, donde seguramente el ajuste recesivo y “por cantidad” será la norma a nivel del sector privado, mientras que en el sector público nada se hará más que acumular un creciente nivel de deuda para tapar la caída de recaudación y el aumento del déficit fiscal.
Los casos de Colgate-Palmolive y de Buquebus, que han recibido amplia cobertura en la prensa en estos últimos días, ilustran la problemática de ajuste que enfrenta el sector privado, y la misma conclusión puede extraerse del pésimo cierre del año 2018 que se dio a nivel del “núcleo” de la industria manufacturera, la caída en la actividad comercial, la muy mala temporada turística y los problemas de rentabilidad que se observan en la agropecuaria y el sector exportador en general. El “achique” será la norma en el área privada en los próximos meses, porque directamente se trata de una cuestión de supervivencia para la mayoría de las empresas o de optimización de recursos en otros casos.
Con la inacción que impone el ciclo político, con el escenario más probable que puede esperarse de la región y de la economía mundial (más allá del impacto favorable a nivel estrictamente financiero del cambio de postura de la Reserva Federal estadounidense), y con la dinámica de ajuste que tiene por delante el sector privado, no sería de extrañar que este sea un año de virtual estancamiento para la economía uruguaya. Eso como mejor escenario, lejos de las proyecciones de crecimiento de 3,2% que ha manejado el gobierno. Como, además, el ajuste de precios relativos y a nivel de las cuentas fiscales quedará para la próxima administración, el 2020 aparece hoy por hoy fuertemente comprometido.