Según una vieja leyenda, los conquistadores españoles poseían una especie de ídolo diabólico con el que atemorizaban y sometían a los nativos americanos. Con esa figura esculpida en piedra, les hacían creer que estaban frente a un demonio superior a su dios local. “Incluso hasta el día de hoy en las minas de Perú o Bolivia se mantiene una especie de ídolo que cuida a los que allí trabajan”, comenta el realizador Gustavo Hernández para explicar el título de su nueva película, Dios local.
Este segundo largometraje de Hernández comenzó a filmarse en marzo en las sierras de Minas, Lavalleja, y acaba de finalizar su rodaje en el Parque Lecocq de Montevideo. La filmación fue maratónica y le requirió al equipo entre 12 y 16 horas de trabajo en cada jornada. “Filmamos 90 escenas en 14 días. Todavía no sé cómo hicimos eso. Fue épico”, dice Ignacio Cucucovich, productor ejecutivo de la película. Lo más agotador del rodaje se centró en una mina cerca del cerro Penitente, una cueva con laberintos que se bifurcan y colonias de cientos de murciélagos. Allí el piso está empapado, hace mucho frío y hay poca luz: el escenario ideal para una película de terror.
Dios local cuenta la historia de tres jóvenes músicos, interpretados por Mariana Olivera, Gabriela Freire y Agustín Urrutia, que acaban de grabar un nuevo disco de rock muy visceral e importante para ellos. La banda se traslada hacia una zona aislada para filmar un material audiovisual que acompañará el lanzamiento del disco. En una gruta llena de laberintos, se encontrarán con un ídolo de piedra y comenzarán a vivir situaciones inquietantes que están relacionadas con las letras de sus canciones y con sus historias. En la trama es importante el pasado de los personajes, por eso se recurre a varios flashbacks que refieren a sus historias.
La nueva película de Hernández tiene como antecedente “La casa muda”, su primer largometraje de terror, que se estrenó en el 2011. Filmada con una cámara de fotos Canon casi como un plano-secuencia, la película asombró por la recepción que tuvo en el Festival de Cannes y por el interés que despertó en el extranjero. El guión lo compró la cadena HBO para toda América y tuvo su remake norteamericana, “Silent House”, protagonizada por Elizabeth Olsen. “La casa muda’ se hizo con un espíritu muy llano y casi juguetón. La idea surgió de una charla de bar entre un grupo de amigos, egresados de la Escuela de Cine del Uruguay, que veníamos trabajando juntos en proyectos audiovisuales y cada uno por separado en publicidad. Cada vez que nos veíamos decíamos que teníamos que hacer una película. En ese momento no soñábamos ni siquiera entrar al circuito comercial”, recuerda el director.
Con Dios local el equipo volvió al género de terror y se embarcó en una producción un poco más ambiciosa, pero siempre con una película de bajo presupuesto. “La casa muda” se había filmado en un solo escenario, con una protagonista, y la nueva película triplicó locaciones y personajes. “Dentro de un parámetro chiquito tiene una ambición más grande. Pensamos en un guión que luce mucho, pero que requiere pocos actores y pocas locaciones”, explica Hernández.
En Semana de Turismo, luego de descansar unos días de la maratón en Minas, la filmación se trasladó a una casa en la calle Gutiérrez Ruiz del Barrio Sur. En la vereda hay mesas con cables, equipos y algo de comida. Todos hablan en voz baja aunque están en la calle porque adentro se está grabando un momento del pasado de los protagonistas. La escena es calma, casi silenciosa, en el living de la casa. Allí, en ese local que se dedica a la compra y venta de muebles, se desarrollan las únicas escenas de interiores de la película.
Angustia, miedo y poca sangre.
Este es el primer protagónico para los actores de la película. Agustín Urrutia hizo teatro en el Instituto de Actuación de Montevideo, tiene experiencia teatral y tuvo un papel en la película “Una bala para el Che”. “Las cuevas son atemorizantes, pero en las escenas que trasmiten la soledad del personaje, nosotros estábamos rodeados de mucha gente detrás de las cámaras. Ahí es cuando hay que actuar”, le comentó a Búsqueda.
Por su parte a Gabriela Freire, que sintió temor por los murciélagos, lo que más la angustió fue el sufrimiento de los personajes. “La angustia te empieza a minar por dentro. El primer día de rodaje es una fiesta, pero después tanta escena de dolor te comienza a afectar. Ahora tuvimos dos días de descanso y me volvió un poco de calor al cuerpo”. Freire se formó en la Escuela del Actor y en el Instituto de Actuación de Montevideo (IAM). Trabajó en cortometrajes, y en televisión participó en un par de capítulos de la serie “Adicciones”, que dirigía Hernández.
“El hecho de irnos a Minas ayudó a aislarnos, igual que a los personajes. Eso generó un microclima en el que se trabajó mucho”, comenta Mariana Olivera. Ella tuvo un rol secundario en algunos largometrajes, como “La culpa del cordero”, y participó en televisión en “Historias de diván”. “Está creciendo mucho la ficción y en las escuelas es fundamental la formación en cámara de los actores. Son códigos diferentes a los de la actuación teatral y hay que aprenderlos”. Olivera rescata esa formación en el IAM y también la participación de un coach de actores en las filmaciones.
En Dios local el papel de coach lo cumplió Gustavo Bouzas, quien entre escena y escena, continuaba trabajando con los actores. “Hizo un trabajo previo en el que nos ayudó a construir el pasado del grupo. Es un rol que por suerte algunos directores entienden que es importante incluir en los rodajes. Para un actor es fundamental, es un interlocutor”.
“La casa muda” le abrió a Hernández y su equipo muchas puertas dentro del género de terror. “Nos invitaron a participar en producciones y algunos distribuidores nos alentaron a que hiciéramos otra película. Nosotros nos sentimos cómodos con el género: nos permite arriesgarnos porque el público es más abierto. Pero nos encanta la diversidad y tal vez mañana estemos pensando en hacer un policial o una comedia”.
El director se inspira muy poco en películas del género, prefiere a los creadores clásicos como Martín Scorsese. “El nuestro es un terror más psicológico que de sangre o de acumulación de sustos. Es más sobre el miedo interno, el más primario”.
La estructura laberíntica de la mina va en paralelo con lo que les sucede a los personajes. En algunos momentos toman por caminos que no llegan a ningún lado o regresan al mismo lugar. Cuando fueron a visitar por primera vez el lugar, el grupo sintió ese mismo miedo que se transmite en la película. “Éramos un grupo muy reducido, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar cuando doblábamos después de una pared. Cada paso lo medíamos, estaba muy oscuro. Era el miedo a lo desconocido”.
Es inevitable que se asocie el trabajo de Hernández con la película “Blair Witch”, que también trabaja con el miedo a lo desconocido. Se sabe que el equipo de producción de esa película asustaba a los actores por las noches, mientras dormían en las carpas. Hernández se aleja de ese tipo de trabajo. “El miedo en Dios local es una construcción más elaborada, se trabaja más la actuación. Los tres actores tienen una sensibilidad genial que nos ayuda a llegar a un punto de equilibrio entre la representación y la naturalidad”.
Por un cine diferente.
“Todos los años se estrenan nuevas películas uruguayas, pero no veo que trasciendan, que lleguen a otros lados. En Uruguay seguimos pensando para nosotros y todas se terminan pareciendo. Pero esa no es la cabeza de este equipo, pensamos que nuestras películas son para cualquier público porque manejan un lenguaje universal”, comenta Hernández, que en sus realizaciones evita las referencias nacionales.
Para el director, los fondos de ayuda al cine que se dan en el país tienen sus riesgos, porque desde que se presenta el proyecto hasta que se aprueba la financiación pasan a veces tres o cuatro años. “Después de tanto tiempo, a lo mejor el director evolucionó hacia otras ideas o intereses, pero debe hacer la película que se premió. Entonces va a lo seguro, a lo que ya funcionó y se repite la misma fórmula. Conozco a muchos directores que sé que tienen otra filosofía, pero cuando veo sus películas es la misma de siempre”.
El otro problema que el director encuentra en ese tipo de financiación es que siempre terminan premiando a las películas costumbristas, de temática local, y que eso está cansando al público. “Me encantaría que se premiaran otras películas, si hubiera diversidad el cine nacional mejoraría. Acá queremos que todas sean películas trascendentales”.
Dios local maneja un presupuesto bajo si se lo compara con otras películas uruguayas, pero el director no puede hablar de sumas por un contrato con el equipo. Gracias a “La casa muda”, Alfredo Contreras, un productor uruguayo radicado en Canadá y fanático del género, decidió ayudar con parte de la financiación de la nueva película. “No nos dio mucho dinero, pero es una ayuda y decidió continuar apoyando otro de nuestros proyectos”, aclara Hernández.
Para el productor Ignacio Cucucovich, esta película tiene el mejor equipo de trabajo que hay en el país, con la fotografía de Pedro Luque, el arte de Federico Cappa, Santiago González Mella en el guión y Jean Paul Gaucher como jefe de producción. La lista es larga porque suma a 30 integrantes. “Nosotros lo llamamos cine de guerrilla. Nos alojamos en cabañas con goteras y pasamos frío o mucho calor, pero todo el equipo nos siguió al firme”.
Para Hernández el rodaje de esta película fue el más difícil que le tocó hacer. “Cada día me levantaba y sentía que me tenía que esforzar más y veía que todo el equipo se estaba esforzando”, comenta.
Habrá que esperar al año que viene para ver Dios local y comprobar si se cumple su eslogan: “Dios manda arriba, el demonio gobierna abajo”.