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    Nuevos planes de comercio en Occidente pueden “aplastar” al Mercosur

    La idea a menudo repetida de un supuesto enfriamiento en los procesos de integración y apertura comercial de Occidente en general, y América en particular, recibió dos ruidosas bofetadas al comienzo de este año. Una de ellas sobrevino con el discurso del Estado de la Unión que el presidente estadounidense Barack Obama pronunció el 13 de febrero, cuando reveló que su país iniciaría “negociaciones para un amplio acuerdo comercial con la Unión Europea”, que podrían dar nacimiento al área de libre intercambio más grande del planeta. La otra surgió del anuncio que el presidente chileno Sebastián Piñera realizó a fines de enero sobre un pacto de la Alianza del Pacífico (integrada además de su país por México, Colombia y Perú) para eliminar los aranceles a 90% de los productos comercializados en su interior antes del 31 de marzo. Lejos de ser nimias para el Mercosur, ambas iniciativas suponen una nueva amenaza de arrinconamiento del bloque pero tal vez también una oportunidad para reinventarse, sostienen analistas.

    Concebidos para estimular el crecimiento económico y enfrentar los desafíos que llegan de Asia, los planes de liberalización comercial entre Washington y Bruselas y entre los latinoamericanos del Pacífico parecen avanzar mientras el Mercosur sigue sumergido en una crisis interna que el año pasado provocó una insólita contracción en el intercambio entre sus miembros fundadores. Gustavo Segré, un argentino socio-director de la consultora Center Group, advirtió que esta situación distrae la atención de los miembros del Mercosur de los temas que concentran a otros.

    “Cuando una empresa tiene problemas internos, difícilmente pueda trazar estrategias de crecimiento: esto es lo que le va a pasar al Mercosur. Y nadie te espera. En un mundo globalizado, lo que hace Estados Unidos con Europa es ver de qué forma pueden (impulsar) el crecimiento de ambos”, explicó Segré en diálogo con Búsqueda. “¿Donde queda el Mercosur en este caso? Rezagado. Queda fuera del plano principal de las negociaciones internacionales: hoy estaría jugando en la tercera división del fútbol”.

    Atlántico y Pacífico

    Estadounidenses y europeos se han planteado el objetivo de finalizar en menos de dos años sus negociaciones comerciales. Aunque por el momento se desconoce hasta dónde llegará exactamente la iniciativa, su potencial es evidente: EEUU y la UE suman juntos casi la mitad (47%) del PBI mundial y manejan un tercio del comercio global. Como suele ocurrir en estos casos, el plan enfrenta diversos obstáculos, desde el tema sensible de la industria automotriz a ambos lados del Atlántico hasta la resistencia europea a los alimentos genéticamente modificados. Pero tampoco comienza desde cero: sus aranceles hoy promedian menos de 3% y cualquier reducción sólo aumentaría un comercio que ya supera en dólares al que ambas partes mantienen con China. Se ha estimado que una eliminación de aranceles y barreras comerciales podría añadir hasta 1,5 puntos porcentuales al crecimiento estadounidense y europeo.

    Esto abre un signo de interrogación sobre el futuro de las negociaciones comerciales entre el Mercosur y la UE, relanzadas el año pasado después de un período de suspensión por diferencias que parecían insalvables. Según datos de la Comisión Europea, la UE es el principal socio comercial del Mercosur, que sin embargo es apenas el octavo socio de Europa. Así las cosas, parece difícil que Bruselas le asigne la misma prioridad a sus complicadas discusiones con el Mercosur que a su ambicioso diálogo comercial con EEUU, un país cuyo patrón de exportación, sobre todo en materia agrícola, tiene varias coincidencias con el de Brasil y sus socios sudamericanos.

    Por otro lado, la Alianza del Pacífico creada apenas en junio del año pasado con algunas de las economías más pujantes de Latinoamérica y con la mira puesta en Asia, ya representa más de un tercio del PBI regional y más de la mitad de las exportaciones. Tras la gran eliminación arancelaria prevista para las próximas semanas, los países prevén seguir trabajando en un calendario que conduzca a la liberalización total del comercio entre sus socios, que también tiene asuntos pendientes como el acceso a mercados o las protecciones sanitarias y fitosanitarias. Este proyecto no sólo compite con el Mercosur en la captación de inversión extranjera directa, sino también en la atracción de nuevos miembros: Costa Rica y Panamá tienen encaminada su adhesión y Paraguay, suspendido del Mercosur desde el año pasado tras la destitución del presidente Fernando Lugo, espera ser aceptado como observador en la próxima cumbre de la Alianza.

    Luiz Augusto de Castro Neves, presidente del influyente Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri), coincidió en que esto supone de algún modo un riesgo de aislamiento para el Mercosur. Como ejemplo citó el caso de Chile, que hace años negoció un acuerdo de libre comercio con el bloque pero ahora apuesta a integrarse con países de la Alianza del Pacífico. A su juicio, este esfuerzo de apertura comercial y el de EEUU con la UE tienen en común la convicción de que en el mundo actual las actividades económicas son cada vez más integradas y los procesos productivos más globales, mientras el proteccionismo dejó de ser un elemento eficaz en la región.

    “Chilenos, peruanos, colombianos y mexicanos percibieron eso y están tratando de integrar sus cadenas productivas y promover una apertura comercial al resto del mundo, incluso para tener mayor poder de negociación con grandes socios comerciales como China”, dijo Castro Neves a Búsqueda. “Ellos están tratando de insertarse de una forma más decidida en la economía mundial, mientras el Mercosur está con disputas internas. El mecanismo que supuestamente debía ser una unión aduanera y algún día un mercado común, no consigue ser siquiera una zona de libre comercio. Hay más burocracia para entrar una mercadería brasileña a Argentina que para entrarla a China, la Unión Europea o Estados Unidos, lo que carece de sentido”.

    ¿Diluir el Mercosur?

    Una señal de las dificultades que atraviesa el Mercosur es la caída significativa del comercio el año pasado entre sus dos principales socios, Brasil y Argentina, calculada en cerca de 13% respecto a 2011. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, tiene previsto visitar a su par argentina, Cristina Fernández de Kirchner, el jueves 7 y se prevé que en la discusión reservada aborden el problema de las trabas al comercio junto a otros temas sensibles como la suspensión de las inversiones por casi US$ 6.000 millones de la empresa brasileña Vale en Mendoza para el proyecto Potasio Río Colorado, o la venta de activos de Petrobras en Argentina.

    Marcelo Coutinho, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), dijo que desde la crisis de 2008 el Mercosur acumula problemas internos que lo han vuelto cada vez menos importante para sus propios miembros, y las nuevas iniciativas de liberalización comercial en Occidente le plantean un desafío adicional. “O el Mercosur se reformula, se reinventa, o va a quedar aplastado entre dos grandes procesos: el ascenso de Asia como gran productor industrial del mundo y uno de los grandes centros de gravedad del capitalismo, y la reacción de las democracias de Europa, EEUU y los gobiernos con una agenda más abierta para el comercio en América Latina”, dijo Coutinho a Búsqueda.

    El Mercosur se amplió el año pasado con la incorporación de Venezuela como miembro pleno, lo que según Brasil convirtió al bloque en un área de 275 millones de habitantes y casi 20% de las reservas probadas de petróleo a nivel mundial. Pero ese mismo paso significó una nueva polémica interna, ya que el ingreso del país gobernado por Hugo Chávez se realizó aprovechando la suspensión de Paraguay (cuyo Senado se negaba a aprobarlo) y su legalidad fue cuestionada.

    Ante la liberalización comercial en otras partes y las dudas sobre el rumbo que tomará el Mercosur, analistas como Segré comienzan a ver como factible que Brasil abandone el proyecto de unión aduanera para buscar individualmente acuerdos con otros países o bloques. “Si no hay una conjunción de voluntades dentro del Mercosur, no me llamaría nada la atención que en el corto plazo Brasil le pida al Mercosur ser una zona de libre comercio, donde lo que nos vendemos no paga impuestos y cada uno negocia con quien quiera”, sostuvo.

    Castro Neves, ex embajador brasileño en China y Japón, sostuvo que Brasil debería explicitar a sus socios del bloque las condiciones para seguir accediendo a su mercado. “Si no es posible llegar a un acuerdo, intentemos transformar (al Mercosur) en una zona de libre comercio y liberemos a cada uno a hacer los acuerdos comerciales con quien tengamos interés. Ahora, evidentemente si pactamos eso el acceso al mercado brasileño también sufrirá”, dijo. Sin embargo, consideró improbable que el gobierno de Rousseff opte por esa estrategia, ya que a su juicio “el Mercosur hoy es mucho más un foro político que un foro de integración económica y comercial”.