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    Nunca más

    Sr. Director:

    Quienes titularon “Las chicas de abril” al trágico y lamentable episodio ocurrido durante la dictadura instaurada en febrero de 1973, lograron un extraordinario efecto comunicacional. Esas cuatro palabras, que encierran un alto contenido emocional, conducen, inexorablemente, a la conclusión del “nunca más”.

    Pero ¿nunca más qué? Es necesario precisarlo. Porque no se puede pretender que, nunca más, las fuerzas del orden y de la seguridad de la República cumplan con la misión que le encomienden los legítimos poderes del Estado con arreglo a las normas y procedimientos consagrados en la Constitución.

    Que fue lo que ocurrió cuando se declaró el estado de guerra interno.

    ¿Que en ese marco jurídico se cometieron excesos? Por supuesto que sí. Pero debe distinguirse qué excesos y quiénes genéricamente los cometieron.

    Porque hasta ahora las condenas recaen solo sobre los soldados y jóvenes oficiales que actuaron en la primera línea. Obvio que también ahí los excesos son censurables.

    Pero ello no debe ocultarnos la necesidad de censurar, aún con mayor severidad, a quienes condujeron a la nación a aquella lamentable situación que, de no haber existido, los hechos que hoy lamentamos no se habrían producido.

    Es propicio el momento para plantearlo, al cumplirse cincuenta años de la disolución del Parlamento, aunque, insistimos, el desconocimiento de la institucionalidad ocurrió antes, en febrero de ese año.

    El movimiento tupamaro había sido desbaratado unos meses antes, en 1972. Si a partir de aquella aplastante victoria las Fuerzas Armadas hubiesen retornado a sus cuarteles, habrían pasado a ser Gardel, valga la expresión popular.

    Pero no. Hubo quienes creyeron poseer la capacidad para poder gobernar el país. Se sintieron iluminados al extremo de olvidar el juramento que hicieron de defender la Constitución y la ley, la soberanía de la República y su integridad territorial, cuando al egresar de la Escuela Militar recibieron su espada como símbolo de mando.

    No fueron todos. Hubo excepciones, entre los que cabe destacar al vicealmirante Juan José Zorrilla, quien, como comandante en jefe de la Armada, desplegó a su personal y medios en mar y tierra en defensa de la potestad constitucional del presidente de la República de designar a sus ministros, a lo que se oponían tanto el Ejército como la Fuerza Aérea.

    Pero esos militares golpistas no estuvieron solos en aquella ocasión.

    Recibieron el apoyo explícito expresado en la prensa partidaria y en actos públicos tanto del Frente Amplio como de la CNT. Estos otros “muchachos de febrero” se tragaron el anzuelo que, mediante los comunicados 4 y 7, les prepararon los mandos militares, haciéndoles creer que el golpe de Estado que estaban dando tendría la misma orientación ideológica de izquierda que el que el general Velazco Alvarado había dado en Perú en el año 1968.

    Sin duda que ahora, cuando se cumplan cincuenta años de la clausura del Parlamento, se alzarán sus voces reivindicando la democracia, omitiendo que pocos meses antes les dieron su apoyo a quienes habían ya dado el primer paso para derrocarla.

    Por eso interesa especificar a qué nos estamos refiriendo con el “nunca más”.

    Porque si lo limitamos solamente a los casos de desaparecidos, estaremos mirando los árboles y no el bosque.

    El “nunca más” también y básicamente debe referirse a quienes creyeron que podían conquistar el poder por las armas sin reparar en los sufrimientos que hicieron padecer a la sociedad durante 10 años, mientras llevaron adelante una guerrilla despiadada para sustituir a nuestro sistema democrático republicano por una tiranía marxista inspirada y alentada por el régimen cubano.

    El “nunca más” debe referirse a la conducta profesional de quienes vocacionalmente siguen la carrera de las armas, para que jamás olviden cumplir el juramento que oportunamente expresaron por su honor.

    Y, por supuesto, el “nunca más” alcanza a quienes apoyaron el golpe de Estado esperanzados en obtener réditos políticos, cualquiera haya sido su ubicación en espectro político nacional.

    Gral. (R) Cr. Guillermo Ramírez