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    Para revertir “la lógica de los hechos”

    Sr. Director:

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    A lo largo de los últimos 50 años, enfrentados a encrucijadas decisionales en las que nuestro destino como comunidad democrática estaba en juego, muchos dirigentes políticos y amplios sectores de la ciudadanía se resignaron a aceptar “la lógica de los hechos”, considerándose impotentes para revertir los encadenamientos inerciales de acontecimientos, las correlaciones de fuerzas prevalecientes, así como las constelaciones de circunstancias y de oportunidades disponibles. A continuación, mencionamos algunos ejemplos de esas resignaciones a título meramente ilustrativo. En febrero de 1973, fueron muy pocos quienes denunciaron públicamente el desacato de los cuerpos militares. Entre ellos, destacamos a un grupo dentro de la Armada Nacional, encabezados por el almirante Zorrilla. En cambio, fueron muchos los que “no tuvieron paciencia” con los ritmos pausados propios de las instancias democráticas, o bien optaron por respaldar los atajos perezosos de los golpes militares “progresistas”, o bien prefirieron mantenerse en un silencio a medio camino entre la complicidad y la resignación. En agosto de 1984, si bien no fueron pocos los dirigentes y los ciudadanos que se opusieron al Pacto del Club Naval, terminaron prevaleciendo quienes estuvieron dispuestos a aceptar los términos impuestos por los mandos militares para el retorno a la vigencia de las instituciones democráticas, una fórmula resignada que incluía no solo elecciones nacionales con proscripción de los candidatos vetados por dichos mandos, sino también un estatuto implícito de garantías para “los vencedores” que dejaban el poder. Dos años más tarde, en razón de que los propios implicados en el Pacto del Club Naval discrepaban en cuanto a los alcances del estatuto de garantías otorgadas implícitamente a los mandos militares, se promulgó en diciembre de 1986 la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Las mayorías legislativas que la votaron y los ciudadanos que respaldaron dicha norma en dos consultas plebiscitarias posteriores fueron forzados a reconocer explícitamente que la autoridad de las instituciones democráticas cedía, al menos en este caso, a “la lógica de los hechos”.

    En el correr de estos días, noviembre de 2020, transcurridos 35 años de ese retorno resignado a la democracia, los ciudadanos uruguayos nos encontramos convocados por una iniciativa que parece abrirnos una posibilidad de revisar y retomar en nuestras manos nuestros encadenamientos intertemporales de establecer un punto de partida renovado y de abrir un futuro expurgado, al menos de silencios y de distorsiones: el ministro de Defensa y el comandante Gerardo Fregossi han inaugurado una instancia de revisión de las actuaciones de las Fuerzas Armadas a lo largo del período que empieza en 1958 y llega a nuestros días. En el comunicado que acompaña a esa convocatoria se afirma que “los mandos del Ejército Nacional renuevan el compromiso de aportar toda la información que aún pudiera existir en cualquier lugar de la institución para ayudar de manera realista a esclarecer los hechos del pasado”.

    Y bien, para estar a la altura de nuestras obligaciones como miembros de esta comunidad de destino, nosotros, sus integrantes, debemos evitar incurrir en dos desvíos opuestos. Por un lado, cualquier impaciencia o exigencia desmedida puede ahogar esta iniciativa antes de que la misma logre un mínimo de madurez y consolidación, acumulando impulsos y recibiendo aportes esclarecedores. Y no podemos descartar de antemano que para consolidar el avance hacia las informaciones tanto tiempo ocultadas se nos pida que renunciemos a las reparaciones penales plenas, que nos contentemos con el reconocimiento y la condena pública. Por otro lado, es preciso reunir el repertorio argumental más contundente, así como las experiencias prácticas más exitosas de revisión y reparación, para salirle el paso a aquellas recomendaciones demasiado sensatas que nos invitan a la impotencia resignada y al escepticismo, aquellas voces que sostienen que solo podremos dar vuelta la página cuando se hayan muerto todos los que participaron en los hechos del pasado todavía no esclarecidos, así como aquellas otras voces que afirman que los integrantes actuales de las Fuerzas Armadas no deben rendir cuentas ni asumir responsabilidades o reparaciones por actos ocurridos cuando ellos no habían nacido o no se habían integrado a esas instituciones. Al respecto, resulta fundamental que al argumentar acerca de estas cuestiones no nos dejemos arrastrar por arrebatos de indignación e intolerancia, que nos tomemos el trabajo de apelar sine ira et studio al mejor acervo acumulado por la teoría política y por la jurisprudencia penal, civil y comercial para recordarnos qué funciones están llamadas a cumplir las instituciones, cómo ellas sustraen nuestros destinos y nuestros desempeños individuales y colectivos, tanto a la ley del más fuerte como a las constelaciones efímeras de circunstancias, por qué es justo que los ciudadanos alemanes que nacieron mucho después del fin del régimen nazi sigan pagando impuestos para compensar a las víctimas de dicho régimen, como también es justo que los accionistas de las sociedades anónimas deban asumir responsabilidades y costear las reparaciones para compensar los daños físicos y patrimoniales derivados de errores de diseño de sus productos.

    Es de esperar que esta instancia que inicia el Ejército encuentre eco en los partidos políticos, la prensa, los sindicatos, las instituciones educativas, y demás protagonistas de primera línea de esos mismos hechos, y dé pie a una revisión similar de sus propias responsabilidades.

    Los abajo firmantes hemos publicado numerosos escritos relativos y afines a los temas aquí tratados, en los que las consideraciones y los argumentos aportados en esta oportunidad se encuentran desarrollados en forma mucho más extensa y detallada. Algunos de estos materiales están disponibles en la página web escuelademontevideo.org, en la que figuran también los escritos de historiadores y politólogos a los que no hemos tenido tiempo para consultar en esta oportunidad.

    Carlos Pareja Martín Peixoto

    CI 575.187-6 CI 116.305-1