N° 1841 - 12 al 18 de Noviembre de 2015
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo fue sorpresa. Quizás por ello no generó mayores comentarios. Ni en filas del gobierno ni de la oposición. Fiel a la ideología comunista que profesa desde su juventud, fiel a la interpretación marxista que explica la historia en virtud de la lucha de clases, fiel a su prolongada militancia en la primera línea del sindicalismo, las recientes declaraciones del director nacional de Trabajo, Juan Castillo, en cuanto a que si le toca desempatar en una negociación entre empresarios y trabajadores se va a volcar en favor de estos últimos, pasaron como si nada. Quizás por la previsibilidad de sus dichos.
La abierta proclamación de Castillo de su no neutralidad, que es la actitud que debe tener y que cabe esperar de quien ocupa dicho cargo, fue efectuada durante una entrevista que concedió al programa “Quién es quién” (Diamante FM y Televisión Nacional, 6/11/2015).
“Todavía no me ha ocurrido (pero) no creo tener ninguna duda: si dependen de mi voto para desempatar voy a jugar a favor de los trabajadores”, declaró Castillo, quien dejó su cargo como coordinador del PIT-CNT en 2012 para asumir una de las vicepresidencias del Frente Amplio.
Castillo explicó que no tiene por qué disimular su favoritismo por los trabajadores y aseguró que “ni el propio (ministro de Trabajo) Ernesto Murro, ni el propio (presidente de la República) Tabaré Vázquez me condicionaron que viniera a ocupar un cargo de responsabilidad y que me golpeara la cabeza y sufriera amnesia: ‘Olvidate de lo que fuiste’”.
Consultado si no creía que “desempatar siempre a favor de los trabajadores” no viola la imparcialidad a la que debería atenerse en su actual posición, Castillo, que en 2009 fue electo senador por el Partido Comunista pero no asumió la banca, fundamentó su posición. Alegó que “en Uruguay no hay independientes, acá todos juegan su partido”, tras lo cual preguntó: “¿Acaso era más independiente que yo la ministra (de Trabajo) Analía Piñeyrúa? (…) ¿Para dónde fue después (de dejar el Ministerio)? ¿De dónde venía antes?”. Las mismas preguntas y comentarios hizo respecto del también ex ministro de Trabajo, Santiago Pérez del Castillo.
“Todos vienen de algún lugar”, añadió, y cargan una “mochila” cuando acceden a un puesto de gobierno.
“Algunos tienen sentido vergonzante y la esconden”, “problema de ellos” porque “yo no (la oculto)”, comentó con desenfado, pretendiendo justificar sus opiniones con agravio a los ex ministros.
“Yo no digo que soy un ex dirigente sindical: yo me moriré siendo un militante sindical”, dijo muy ufano en la entrevista.
Recordó que “gustosamente” defendió los derechos de los trabajadores. “Transitoriamente ocupo un cargo de responsabilidad en el gobierno” en el que “trato de ser lo más ecuánime (…), lo más justo posible, trato de buscar consensos”. ¿En qué quedamos? ¿Le pesa o no le pesa la mochila? ¿Se puede ser ecuánime cuando se asegura que si tiene que intervenir, lo hará a favor de una de las partes porque le pesa su historial? ¿A quién quiere convencer? Ambigüedad no es lo que el país espera de un director nacional de Trabajo.
Toda la jerarquía del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social es una línea que viene del campo sindical, un dato que era de conocimiento de Tabaré Vázquez cuando decidió o avaló sus nombramientos. Tanto Castillo como el ministro Murro y el subsecretario Julio Baraibar, han sido dirigentes gremiales y han integrado los cuadros principales del PIT-CNT. Murro fue dirigente del gremio de la madera y representante de los trabajadores en el Directorio del Banco de Previsión Social antes de asumir la Presidencia del BPS durante el gobierno de Mujica. Baraibar fue dirigente del sindicato de la industria del medicamento antes de ser designado en 2005 director nacional de Trabajo, luego subsecretario del MTSS y finalmente titular de la cartera.
Siendo sus trayectorias gremiales notoriamente públicas, es obvio que la conformación del equipo del MTSS no fue casual. Parece evidente que Vázquez quiso enviar un mensaje político al iniciar el actual mandato.
Ahora bien, estas designaciones en el MTSS, ¿fueron una señal de equilibrio político en la conformación del gabinete destinado a la interna del Frente Amplio? ¿Fue una señal dirigida a aplacar —y encauzar— las demandas del movimiento sindical ante una coyuntura económica ya no tan favorable como lo fue en los años previos? Una coyuntura en la que hay empresas que se retiran, en la que no hay margen para mejorar los salarios y en la que se pierden puestos de trabajo.
Ciertamente no fue una señal dirigida a entusiasmar al sector empresarial, ya preocupado por el impulso que tomó el movimiento sindical en la última década al abrigo de un conjunto de decisiones favorables a los gremios adoptadas por los gobiernos del Frente Amplio. A empresarios que han denunciado acciones de prepotencia sindical y que, en virtud de tales circunstancias, advierten en las declaraciones de Castillo un estímulo adicional que recibe el sindicalismo para presionar por “mejoras” en la negociación salarial.
Porque así seguramente son leídas en el frente sindical, al tomar nota de que, al final del día, en la negociación tripartita, al representante del Poder Ejecutivo le habrá de pesar la “mochila”. Entonces, ¿por qué no pedir algo más?
El ministro de Economía no se cansa de destacar los beneficios que supone para el país la radicación de inversiones extranjeras, en cuanto a creación de empleo, el ingreso de nuevas tecnologías, etc.
El pasado fin de semana el presidente de la República y el titular de Economía regresaron de una gira por Francia y Japón, en donde procuraron motivar a empresarios de esos países a desarrollar actividades productivas en Uruguay, describiendo, como es obvio, un clima amigable y de respeto hacia las inversiones extranjeras, tentándoles incluso con exoneraciones fiscales.
Es evidente que ningún empresario decide una inversión sin considerar los pro y los contra de cada paso a dar. Particularmente sobre los riesgos que corre, porque nadie quiere perder plata.
Cualquiera diría entonces que las manifestaciones del director nacional de Trabajo no están en sintonía y ayudan poco al esfuerzo que realizan Vázquez y Astori. Porque son expresión de una concepción política diferente y porque sugieren una parcialidad insostenible.
Hace un par de semanas, el presidente exigió la renuncia del director nacional de Educación al filtrarse que en una reunión partidaria puso en duda que el actual gobierno vaya a cambiar el ADN de la educación y que lo más que puede esperarse es una transfusión de sangre en el sistema.
Así marcha el país. Sin un rumbo fijo. O con muchos rumbos trazados a la vez desde el propio equipo de gobierno. ¿Será una constante en el resto del quinquenio?