Peligros de la seguridad alimenticia: al momento una advertencia, después puede ser tarde

Por Mario Lubetkin *

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Nº 2082 - 30 de Julio al 5 de Agosto de 2020

Recientes informes mundiales confirman que los objetivos que se puso la comunidad internacional de llegar al 2030 sin pobreza y sin hambre, con un mundo más equilibrado, sostenible y justo, al momento se encuentran en peligro, y que si no se logra una fuerte y rápida reacción mundial esta tendencia se consolidará y los resultados en apenas 10 años pueden ser muy negativos para todos nosotros.

Cuando en el 2015, jefes de estados y de gobiernos, así como otros altos representantes de 190 países, decidieron en la Asamblea General de las Naciones Unidas  17 grandes Objetivos para el Desarrollo Sostenible  que cambiarían el perfil de nuestro mundo, como la eliminación de la pobreza y el hambre, que garantice una vida saludable con una importante sostenibilidad, con igualdad de género, disponibilidad de agua para todos, crecimiento económico sostenible, lucha efectiva contra el cambio climático, protegiendo océanos y bosques, en un mundo en verdadera paz, la comunidad internacional tenía confianza en obtenerlo.

Las bases de dicha confianza se habían construido a partir del año 2000 cuando 189 países se propusieron lograr los Objetivos del Milenio antes del 2015, que tenía por base ocho metas para reducir la pobreza, el hambre y mejores condiciones en educación, reducir la mortalidad infantil y otras enfermedades, mayor igualdad de género, mejor sostenibilidad del medio ambiente, y en efecto se lograron avances importantes.

En 2015 se trataba de ampliar los objetivos y de eliminar completamente los aspectos más negativos que afectaban a la humanidad.

Pero apenas cinco años después, en 2020, el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (en inglés, SOFI), el informe anual elaborado por la FAO y otras agencias del sistema de Naciones Unidas, mostró que si la negativa tendencia que estamos viviendo se consolida es dudoso lograr los objetivos que la comunidad internacional se propuso de común acuerdo para resolver los principales problemas que tenemos ante nosotros.

El informe señaló que aún 690 millones de personas pasan hambre, 10 millones más que hace un año, y 60 millones más si sumamos los últimos cinco años.

Es un problema en todos los continentes, ya que si bien Asia es el más afectado el hambre en África aumenta con mucha rapidez y también se mantiene con números importantes en América Latina y el Caribe.

Si bien la tendencia positiva de reducción del hambre hasta 2015 se invirtió en los últimos años negativamente, la subalimentación y desnutrición se han incorporado fuertemente en este afectado panorama. Según el informe SOFI, 381 millones de asiáticos sufren subalimentación, así como 250 millones de africanos y 48 millones de latinoamericanos y caribeños. En cambio, si el análisis se hace en porcentaje sobre sus poblaciones, África es la región más afectada con el 19,1% de la población subalimentada, seguido por Asia con el 8,3% y Latinoamérica con el 7,4%.

Estos análisis fueron hechos previo a la explosión del Covid-19 y, si bien aún es temprano para tener datos definitivos de los efectos de esta nueva dramática realidad, los expertos estiman que otros 83 millones de personas y quizás hasta 132 millones pueden empezar a padecer hambre en el 2020 como resultado de la recesión económica en proceso.

Al respecto, otro reciente informe de la FAO y el Programa Mundial de la Alimentación (PMA) identificó a 27 países que se verán afectados en forma inminente con la crisis alimentaria fruto del Covid-19, y aquí no se salva ninguna región, de Afganistán a Bangladesh, de Haití a países centroamericanos, de Irak al Líbano y Siria, de Burkina Faso a Liberia, Níger, Mozambique, Mali, Zimbabwe y otros, llegando inclusive a niveles de hambre aguda.

Muchos de estos países ya estaban afectados en situación de hambre previo al Covid-19, debido a factores y tensiones preexistentes como crisis económicas, inestabilidad e inseguridad, fenómenos climáticos extremos, plagas vegetales y enfermedades de los animales, pero la crisis de Covid agravó todas estas situaciones con disminución de empleos y salarios, perturbaciones asociadas a medidas sanitarias preventivas para hacer frente a la pandemia, la caída de los ingresos gubernamentales con los efectos directos en la seguridad y protección social e incluso causando inestabilidad política con el aumento de diferentes tipos de conflictos, por los recursos naturales como el agua y las tierras de pastoreo y por los fenómenos migratorios, lo que afecta la producción agrícola y los mercados.

La malnutrición debe ser incorporada permanentemente al análisis sobre la situación de hambre por sus consecuencias (incluidas la desnutrición, la carencia de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad), que siguen deteriorándose, en especial por el elevado costo de los alimentos nutritivos para un número importante de la población. Recordemos que los alimentos con alto contenido de nutrientes, como los productos lácteos, las frutas, las hortalizas y los alimentos proteínicos, son los productos alimenticios más caros, quizás cinco veces más que el precio que cuesta llenar el estómago y no sentir la sensación de hambre.

Si bien cada país tiene sus especificidades para resolver esta difícil situación, el SOFI resume muchas de las reflexiones de estos últimos años para afrontar soluciones de estos problemas con resultados positivos en toda la cadena de suministro de alimentos y en las políticas comerciales, de gasto público y de inversión, a partir de reducir los costos de producción, de almacenamiento, de transporte, de distribución y comercialización de alimentos; por ejemplo, mediante la reducción de la ineficiencia, de la pérdida y desperdicio de alimentos, apoyo a los pequeños productores locales para que produzcan y vendan alimentos más nutritivos y accedan a nuevos mercados, fomentando un cambio de comportamiento a partir de la educación y la comunicación e integrando la nutrición en el sistema de protección social y las estrategias de inversión a escala nacional.

Como señaló el director general de la FAO, Qu Dongyu, toda esta situación no puede ser considerada “como una amenaza que podrá surgir en el futuro. Tenemos que hacer más para salvaguardar los sistemas alimentarios y nuestras poblaciones más vulnerables ahora mismo”.

El panorama es claro y las soluciones combinadas también, se trata de actuar para que no seamos nosotros mismos testigos de un peligroso fracaso en apenas 10 años de la agenda que se dio la comunidad internacional para sacar a millones de personas de la humillación del hambre y la pobreza.

* Subdirector general de la FAO