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    Pepémon-Go

    En abierta competencia con el fenómeno mundial del Pokémon-Go, una firma local, a saber, Emepepenintendo Inc., ha desarrollado un juego, el Pepémon-Go, que se ha vuelto más viral y adictivo que el Pokémon-Go, y que ha determinado que miles de uruguayos se vuelquen a parques, calles y plazas de la capital y del interior, armados de sus smart-phones (en los cuales han bajado la app correspondiente), cazando Pepemones a diestra, y, sobre todo, a siniestra.

    Las autoridades de diversos centros de enseñanza, los padres de familia, los directivos de instituciones sociales y deportivas han expresado una real preocupación por esta fiebre de cacerías de engendros virtuales, a los que los seguidores llaman a veces Pepemones, y a veces Pepechús, al igual que los Pikachús del otro juego, a los que les adosan prefijos identificatorios, y a los que encierran en pepegyms, pepecenters y pepeholes, donde los someten a entrenamientos especiales siguiendo directivas del centro pepemónico de control virtual.

    Es común en estos días cruzarse con grupos, bandadas, y a veces verdaderas patotas de cazadores de Pepemones, los que, celular en mano, apuntan hacia los más inverosímiles sitios en los que suponen haber visto, de acuerdo a las pantallas de sus teléfonos portátiles, imágenes virtuales que se ven obligados a capturar para poder proseguir en este apasionante juego.

    Días atrás la Policía tuvo que disolver una marea humana en la que habían empezado a presentarse signos de violencia, ya que varios de sus integrantes forcejeaban entre sí y con otros asistentes al grito de “¡es mío!, ¡yo lo vi primero, dejame que lo cace, ya lo tengo!”, mientras otros de los asistentes vociferaban “¡callate, imbécil!, ¿no ves que ya lo tengo yo en pantalla?, ¡te voy a reventar, estúpido!”, y cosas por el estilo.

    Los Pepemones, al igual que los pokemones, se cazan disparando pepeballs (y no pokeballs) desde los celulares, y los Pepechús (como los Pikachús) son entonces apresados y enviados virtualmente a los centros de entrenamiento o de detención, como la pepesede, la pepechacra, o el pepequincho, que se encuentran entre los más conocidos.

    En este caso particular, en el que debieron intervenir las fuerzas del orden, los cazadores habían detectado en las proximidades de Rincón del Cerro al pepechú-pacha, que aparentemente se dirigía a la pepechacra con el fin de enrostrarle al comandante del centro de entrenamiento virtual su falta de apoyo en la reciente batalla que hubo en un partido político, en el que el pepechú-pacha tenía aspiraciones de ganar, habiendo sido derrotado por otro macaco de otro juego por el que nadie daba un mango.

    —¡Dale, cazalo antes de que  se esconda atrás de la Pepechú-Lucía, que lo banca a muerte, y metelo en el pepequincho hasta que se le pase la bronca! —vociferaba un grupo de cazadores, gritándole al portador de un super smartphone capaz de apresar Pepemones poderosos, mientras que este los insultaba, diciendo que tenía en su pantalla a la Pepechú-Macarena, y que la quería cazar antes que al Pepechú-Pacha, porque la Pepechú-Macarena ahora valía muchos puntos más, después de haber inventado la app que les quitaba las exoneraciones fiscales a las donaciones de los particulares a las universidades privadas.

    —¡Pero para que la Pepechú-Macarena valga algo tenés que cazarla junto con el Pepechú-Agazzi, que ahora anda atrás de una app que les va a quitar todas las exoneraciones fiscales a las donaciones para las universidades privadas, para las escuelas privadas de los barrios carenciados y para cualquier cosa que huela a neoliberalismo antiprogresista, tarado! ¡Tengo una carga completa de pepeballs mortales, con esta andanada los cazo de una a los dos!, ¡recién cargué las municiones en la sede del emepepenintendo! —gritaba otro de los cazadores furtivos, yéndosele a las manos a su ocasional competidor, mientras varios cazadores más les pegaban telefonazos en la cabeza a sus más inmediatos compañeros de cacería.

    En otros sitios de la ciudad se han registrado episodios similares, en los que los cazadores de Pepemones registran los más recónditos escondites en procura de las piezas más preciadas de la amplísima colección de Pepemones que circulan virtualmente.

    Algunos de los Pepémones más valiosos son los denominados Pepechús Mutantes, los que ofrecen más dificultades para su apresamiento, debido a la proteiforme variedad de siluetas con las que aparecen en las pantallas de los celulares, modernas armas de cacería de este mundo virtual y globalizado en el que estamos inmersos.

    Tal es el caso del Pepémon denominado Pepechú-Raulito, el que a veces se presenta en pantalla bajo la forma de una comadreja huidiza, que se esconde bajo los arbustos del escondite llamado pepealur, y en otras ocasiones aparece pulcra y elegantemente ataviado con vestimentas de marca, bajo el formato de Pepechú-licenciado, dando conferencias sobre genética humana en reuniones internacionales, y cuando lo van a cazar, se transforma, muta y aparece bajo la forma del Pepechú-vicepresidente, con una peluca blanca y una toga tricolor, amparado en los pepefueros, que son unos derechos especiales que lo protegen, con los cuales queda a salvo de ser atrapado por los cazadores que lo persiguen con sus celulares.

    Tan preocupadas están las autoridades nacionales con la aparición de este juego, que viene distrayendo a la mayoría de la población transformándola en una banda de zombies que deambulan por calles, parques y plazas con la mirada absorta en las pantallas de sus celulares, cazando bichos virtuales que se esconden y desaparecen, que el presidente Vázquez considera la posibilidad de proponer incluir un nuevo artículo en la Rendición de Cuentas prohibiendo esta app para devolverle al pueblo la calma y el equilibrio que parecen haber perdido.

    No obstante esto no será fácil, ya que el ministro Astori, si bien le ha dado su visto bueno a esta iniciativa presidencial, ha puesto como condición para firmar la iniciativa del Poder Ejecutivo que se cobre un impuesto retroactivo a cada Pepémon-Go y a cada Pepechú capturado hasta ahora, lo cual se ve difícil en virtud de la irretroactividad de la ley fiscal.

    Difícil, pero no imposible, en especial en estos tiempos de realidad virtual…