Nº 2107 - 21 al 27 de Enero de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo está bien que un jugador de fútbol cobre cientos de miles de dólares por día solo por ser un virtuoso en ese deporte. Tampoco parece ético que su traspaso de un club a otro o la rescisión temprana de su contrato tengan costos de millones de euros, más de lo que cientos de miles de personas reciben en toda su vida. De tan grotesco se acerca mucho a lo pornográfico y hasta ofensivo, enterrando el sentido común y el deber ser.
Por supuesto que la culpa no la tienen los futbolistas. No son los que manejan ese mundo, aunque sean parte de los beneficiarios. Alrededor y por encima de ellos hay una estructura que es la que mueve las cantidades obscenas de dinero y las agita de un lado para el otro, como si fueran copas de árboles al viento. Son personas de perfil bajo en la mayoría de los casos, que operan con discreción, pero que mantienen latiendo el corazón del sistema. Algunos de sus negocios no son limpios, como lo muestran los últimos escándalos y procesamientos de jerarcas mundiales de la FIFA. Pero es probable que lo descubierto sea solo la punta del iceberg. Como en la droga, por cada kilo incautado, hay otros nueve que logran pasar las fronteras.
En el fútbol se lava dinero a gran escala, dicen algunos que han estudiado el tema por años. Faltan pruebas para poder afirmarlo, pero teniendo en cuenta las cifras que se manejan, resulta algo bastante verosímil. Parece ser uno de esos secretos que en lugar de estar bien guardados son muy conocidos, lo que apaga la curiosidad y los hace perdurar como una realidad demasiado arraigada como para cambiarla.
En Uruguay también existen algunos de esos secretos masivos. A la penillanura levemente ondulada han llegado a lo largo de décadas millones de dólares del exterior que cambiaron paisajes, generaron trabajo y sembraron dudas. Varios de los oriundos históricos de Punta del Este, los que viven allí hace más de medio siglo, repiten que esa ciudad orgullo del país se construyó en parte con dinero que venía de negocios ilícitos y que era necesario colocar en el mercado o, dicho directamente, lavar. Lo cuentan no como algo malo sino como algo que sucedió y que tuvo, en cierta medida, resultados positivos, que están a la vista.
Algo similar ocurre con los casinos y con las megainversiones y con esos hoteles o edificios muy lujosos que nunca llegan a ocuparse del todo. Siempre aparece alguno que asegura saber quiénes son los verdaderos responsables detrás de esas inversiones y los asocia con todo tipo de negocios sucios. Pero queda ahí, porque a nadie sirve profundizar demasiado, si es que hay en qué profundizar.
Apostar millones es la mejor forma de lavar dinero, dicen otros que también se mueven en ese ambiente. Por más que siempre se pierda un porcentaje, hay otro que se recupera y que ingresa a la legalidad porque puede ser declarado como ganado en juegos de azar. Eso también se hace, y mucho, en Uruguay, desde los grandes casinos de Punta del Este, hasta los juegos de apuestas del fútbol, como Supermatch, aseguran.
Lo cierto es que Uruguay, y especialmente Punta del Este, cumplen con las condiciones de ser tranquilos, pequeños, respetuosos de las reglas y atractivos por sus paisajes, clima y habitantes como para convencer a los que quieren invertir grandes sumas de dinero sin demasiado alboroto. Así ha sido históricamente y sigue siendo ahora. Más todavía por la voluntad del gobierno de atraer a extranjeros de alto poder adquisitivo a instalarse en el país.
No todo lo que llega en medio de esa avalancha de millones es dinero lícito. La plata sucia busca mezclarse entre mucha plata limpia como para poder camuflarse. Siempre fue así. Ese también es un secreto que todos saben. Por eso lo más inteligente es incorporar la realidad y actuar en consecuencia. No sirve de nada negarla. La actitud no puede ser la de decir: “Acá no pasa nada”.
El 4 de julio de 2020, cuando fue entrevistado por Búsqueda, el recién asumido secretario antilavado, Jorge Chediak, opinó que la asociación de Uruguay con un país en el que se lava dinero “no es una fama que se corresponda con la realidad”.
“La entidad del lavado de activos en Uruguay es baja; no es inexistente, sino que es baja en relación con la región”, agregó. Y fue un paso más allá, complementando sus reflexiones con anuncios concretos. Dijo que el gobierno entendió que había margen para “ser un poco más flexibles” en los controles.
¿Y Punta del Este? ¿Cómo se explica Punta del Este?, quisieron saber los periodistas que le hicieron la entrevista a Chediak y él respondió: “Es cierto que la mayoría de los capitales con los que se ha construido Punta del Este no son nacionales. (…) Lo ha sido durante medio siglo, lo que no quiere decir que hayan existido delitos precedentes a ese ingreso de capitales extranjeros al Uruguay para hacer inversiones inmobiliarias. Lo que ha habido en países vecinos es elusión, que no es ilegal, es tratar de pagar la menor cantidad de impuestos que sea posible”.
Es comprensible que Chediak haga ese tipo de planteos. Va en línea con la intención histórica de Uruguay, y retomada por el actual gobierno, que busca atraer la mayor cantidad de inversiones extranjeras posibles. Para un país chico, lo que venga del exterior es vital, hace la diferencia entre una economía fuerte o una débil y siempre al borde del precipicio.
Pero de ahí a subestimar un problema que viene de la mano hay una gran distancia. Cuanto más realista sea el abordaje del tema, mejores serán los resultados. Es obvio que se lavó, se lava y se seguirá lavando dinero en todo el mundo y en especial en los lugares más alejados, donde más cuesta llegar a los organismos internacionales que persiguen a ese tipo de actividades.
Capaz que llegó la hora de discutir abiertamente esto y acordar cuál es la actitud que más le conviene adoptar a Uruguay. El problema no dejará de existir mientras el mundo no sea sincero en temas como el tráfico de drogas, por ejemplo. Falta mucho para eso. La clave puede ser aprovechar la oportunidad para hacer algo distinto con respecto al ingreso de ese dinero, que beneficie a la mayor cantidad de gente posible. A Uruguay le suele quedar bien el lugar de la vanguardia y la mesa está servida.