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    Por la belleza

    En la Tierra somos fugazmente grandiosos, de Ocean Vuong

    Llegó de Vietnam a los Estados Unidos siendo pequeño, con su familia. Y así le llamaban su madre y su abuela: Perro Pequeño. Esta novela de Ocean Vuong (Saigón antaño, ahora Ciudad de Ho Chi Minh, 1988) tiene la forma de una extensa carta dirigida a su madre, que trabaja como manicura en un salón de belleza. Será un intercambio de verdades: el hijo confesando su homosexualidad e intentando comprensión. La madre con su respuesta de gestos silenciosos, la mirada perdida. El hijo sabe que habrá heridas en las palabras, pero más que nada desea acortar la enorme distancia cultural que los separa. En la Tierra somos fugazmente grandiosos (Anagrama, 2020, 263 páginas) tiene un depuradísimo tratamiento del lenguaje que abarca destellos autobiográficos y apuntes de precisión y crudeza, así como una prosa poética que siempre destila una inconfundible honestidad.

    La lucidez de Vuong y contundencia son implacables. Por ejemplo: “Lo bueno de los himnos nacionales es que ya estamos de pie, y por lo tanto listos para echar a correr”. O: “La primera vez que vi a un hombre desnudo me pareció eterno”.

    Las imágenes brotan con simplicidad. Un paseo en bicicleta junto a Trevor, su amigo y primer amor, desde un desvencijado trailer hasta las casas de las zonas residenciales al caer la tarde, cuando se prenden las primeras luces y se atisban figuras a través de las ventanas. Los recuerdos que deja un caramelo de manzana. Los coches desguazados, los tractores agrícolas herrumbrados y los almacenes grafiteados que pasan de largo en un viaje en tren. El bullying sufrido en la escuela. El sexo iniciático en un granero. La agonía de una abuela con cáncer en los huesos. El padre de Trevor en su sillón mirando una comedia en la televisión y el sonido de las carcajadas artificiales. Un entierro en Vietnam, presencial y también por skype. El robo de unas flores al otro lado de un alambrado (“Aprendí que por lo que nos habíamos arriesgado era por la belleza”).

    Parece fragmentario pero no lo es. Cuando dejamos la última página de este magnífico libro comprendemos que hay novelas que necesitan la dispersión para abarcar la totalidad.