Martínez, que encabeza la lista al Senado por el PS, sostuvo que el oficialismo debería “estar ganando por 60%” de los votos porque “cualquier indicador” de Uruguay “está dando bien”. Sin embargo, el FA no tiene esa intención de voto hoy porque la memoria de la gente “es corta”. “El que está mejor, quiere vivir más mejor, para decirlo de algún modo, entonces viene otro y le promete el oro y el moro”, aseguró.
—Es común escucharlo hablar de la fraternidad como un valor diferencial del Frente Amplio. Hace cinco años, usted no pudo ser candidato a intendente de Montevideo, como todo parecía indicar, por una decisión de otros sectores que impusieron la postulación de Ana Olivera. A juzgar por lo que le pasó, ¿no es lírico seguir hablando de fraternidad cuando se discute en términos de poder?
—Al ser el Frente Amplio la unidad de gente muy disímil y con una formación ideológica diversa, la fraternidad se convierte en algo importante. Se trata de que haya códigos en la interna y que no sucedan cosas que pueden dañar al otro. Lo siento y por eso lo planteo. Parte del desencanto que tienen los frenteamplistas es que se discutan cosas por la prensa y no cara a cara. Puede ser que sea lírico, pero uno debe expresar lo que siente.
—¿Percibe que el desencanto de los frenteamplistas es por la ruptura de esos códigos o por un posible incumplimiento de las promesas electorales?
—Acá hubo miles de uruguayos y uruguayas, que hoy tienen 40 o 50 años, que vivieron la experiencia muy rica de pelear en la calle por la caída de la dictadura. Hasta el día de hoy, en esa franja está el porcentaje más alto de frenteamplistas. Son gente que sintió en un momento que podía tocar el cielo con las manos. En cierta forma, con mucho lirismo y sin mucha base ideológica, consideraban que caía la dictadura y en seguida podíamos crear un mundo basado en valores, mucho más cerca de la utopía. Esa gente hoy no está militando, se agotó, se cansó. No puedo ponderar cuántos son, pero son bastantes.
—Dijo que a la salida de la dictadura una cantidad de personas tenían una mirada lírica y pensaban que se podía cambiar el mundo en poco tiempo. ¿La llegada del Frente Amplio al gobierno alimentó esa ilusión otra vez?
—Mucha gente pensó que todo iba a ser mucho más rápido. Es lógico y puede haber generado algún desencanto. Nos aferramos muchas veces a teorías y cosas demasiado idealistas. Ahí sí que yo no tenía problemas, porque tenía clarísimo que cambiar la sociedad era más complicado. Venía del área de la tecnología, viajaba tres veces por año a Europa, a ferias o a visitar a las empresas con las que teníamos joint ventures, miraba lo que pasaba en el mundo y decía: “Pucha, qué lejos estamos, nos va a llevar cuarenta años llegar a esto”. Encima, la izquierda no tenía cuadros, porque no teníamos dirigentes de empresas ni mucha gente en el gobierno, salvo en la intendencia. Por eso creo que Tabaré hizo muy bien las cosas, porque no hizo reparto de cargos, sino que buscó gente de acuerdo a su capacidad.
—Dice que Vázquez lo hizo. ¿Y Mujica?
—Preguntale a él.
—Está en condiciones de decir que en el gobierno de Vázquez no se hizo, ¿no puede evaluar lo que hizo Mujica?
—Lo que digo es que Tabaré no lo hizo. Hay algún caso en que la realidad lo dijo y el Pepe tuvo la grandeza de corregirlo, como fue ASSE. (Daniel) Córdoba, que era un tipo divino, querible y totalmente entrañable, era un compañero que no valoraba la gestión. No la valoró, objetivamente. Él decía: “De este tema sabe Alfredo Silva, que se encargue Alfredo”. Y bueno, eso generó consecuencias. Todos sabemos que la preeminencia de Alfredo Silva en la gestión de ASSE...
—En el primer gobierno del Frente Amplio hubo centenares de socialistas en cargos de gestión.
—No llegaron a tantos. Te voy a poner algunos casos de gente que no había sido propuesta por el Partido Socialista, pese a que eran militantes, y que Tabaré eligió: Álvaro García, que estaba haciendo fortunas en Pirelli y Tabaré lo fue a buscar a instancias de Fernando Lorenzo; Fernando Puntigliano, que estaba en Alemania y el Partido ni pensaba en él; Daniel Martínez, yo, que no estaba en los planes y Tabaré sabía que conocía algo de Ancap.
—En la campaña electoral el oficialismo insiste en que el país a mejorado en casi todos los indicadores económicos y sociales. ¿Por qué está en riesgo la permanencia del Frente Amplio en el gobierno?
—No está en riesgo.
—Las encuestas marcan que es una posibilidad.
—Si la pregunta es: “¿No cree que el Frente Amplio debería ganar con el 60%?” La respuesta es que creo que sí. En el laboratorio deberíamos estar ganando por 60%. Porque hay que ser demasiado necio para no ver que cualquier indicador de este país está dando bien. La oposición tiene que esforzarse para encontrar dónde pegarnos, y nosotros a veces cometemos errores para facilitárselo. Si la pregunta es si tendríamos que andar con el 60%, la respuesta es sí. Ahora, la oposición actúa. ¿Qué pasa todos los días? Prendés la televisión de mañana y te dan ganas de pegarte un tiro o taparte con las sábanas, porque parece que todo estuviera horrible. ¿Es así o no es así? Y está bien, porque los medios de comunicación venden.
Segundo, creo que la sociedad ha cambiado. No es solo que la gente se haya desilusionado, ese es un porcentaje, también hay un hecho objetivo: vivimos en una sociedad de consumo en la que la gente aspira a más, a más y a más. La gente dio un saltito y su memoria es corta. El que está mejor quiere vivir más mejor, para decirlo de algún modo, entonces viene otro y le promete el oro y el moro. El Frente tiene que tener la capacidad de convencer, mostrar cuáles son los logros y por qué hace lo que hace. Siento que en la campaña mucha gente empieza a reconocer que si bien se han cometido errores, se vive mucho mejor. Por otra parte, hay que comprometerse con un estado de excelencia, que el ciudadano sienta que lo que le sacan de impuestos está siendo bien utilizado, que entienda por qué se hacen las cosas y reconozca que hay gestión. Esa gente necesita saber qué vamos a hacer.
—Hablaba de capacidad de gestión. ¿Hay un corte dentro del Frente Amplio entre los que creen que la gestión es importante y los que no le dan tanta importancia?
—Había compañeros que pensaban que con tener la orientación política correcta alcanzaba. Eso es un error y que cada vez más compañeros se dan cuenta. Me lo decía Tabaré cuando quería que asumiera como presidente de Ancap. Me decía: “Vamos a estar 15 o 20 años para lograr que el país esté encaminado. Ahora, si no gestionamos bien, no cambiamos nada y la gente no nos vota”. Es clarísimo.
—Todos los candidatos están haciendo foco en la clase media y dentro de la izquierda se asume, en general, que en un eventual tercer gobierno hay que privilegiar a ese sector de la sociedad. ¿Cual es su visión?
—Uruguay debe apuntar a tener igualdad en el punto de partida. Es cierto que el desencanto más grande está en la clase media y media alta. Eso está claro. Debe atenderlos pero discutiendo. Tenés que lograr mayor eficiencia, que la gente sepa en qué se gasta y que sienta que los impuestos que paga tienen un buen destino, y que vea que hay excelencia en la calidad de los servicios del Estado. Hay un concepto de la excelencia que aprendí cuando entré al Partido Socialista: el mejor revolucionario debe ser el mejor trabajador, el mejor compañero, el mejor estudiante, el mejor amigo. Ese concepto de la excelencia lo apliqué en mi trabajo en el sector privado porque me gustaba. El paradigma de la excelencia, de la calidad, no es “lo atamos con alambre”. Hay que hacer las cosas bien y punto.
—Usted declaró que el Frente Amplio reconstruyó los cimientos del país. ¿Cree que el oficialismo refundó a Uruguay?
—No es una mirada refundacional. Se volvieron a restañar los cimientos, se reforzaron. Teníamos una grieta en los cimientos a la que hubo que ponerle material nuevo, encofrado nuevo, cambiar hierros. Acá los partidos tradicionales durmieron la siesta durante cincuenta años, mientras el resto del mundo iba para un lado. Los partidos tradicionales no tenían proyecto de país. Nunca los escuché decir a blancos y colorados nada acerca del decaimiento del país desde los 50 hasta el 2002. ¿Era irreversible eso? Yo creo que no. ¿O nos olvidamos que había países como Corea del Sur y Finlandia que eran más pobres que el Uruguay hace 60 años y hoy son tres veces más ricos?
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2014-10-02T00:00:00
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