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    Régimen de reclusión

    Sr. Director:

    Reiteradamente se escuchan voces a favor del aumento de las penas, de la creación de nuevos delitos y ahora, propuestas para eliminar algunos beneficios, las llamadas libertades en el proceso penal.

    Estas campañas de ley y orden, a mi criterio están equivocadas, porque lo que falla no es la ley penal, ni el proceso para aplicarla, sino en la cárcel, y este, es el punto más fácil de resolver.

    Para poner un ejemplo claro y que impacte al lector, una cárcel es igual a un sanatorio. Es como un hospital donde todos los internados están sanos. Hay que asegurarles alojamiento, comida y cuidar que no se escapen, que no se den de alta solos.

    Así de simple.

    Por lo tanto propongo que las cárceles tengan habitaciones —que se llaman celdas— para dos personas.

    Que procesados y penados usen uniforme: chaqueta y pantalón, color naranja, rojo, azul y gris. Que nadie se horrorice porque es la misma ropa que usan todos los días los obreros de la construcción, talleres, fundiciones.

    Que coman en la celda los alimentos que les proporcione el establecimiento como hacen los que están internados en el Casmu, en el Maciel o en la Asociación Española.

    Que tengan una hora de recreo por día en patio para caminar, tomar sol, conversar, etc.

    Que los que quieran puedan completar sus estudios primarios, secundarios, artísticos o de algún oficio.

    Para ello basta disponer de salones y de profesores que den clase de 08:00 a 12:00.

    A esto se agrega el trabajo voluntario de Alcohólicos y Narcóticos Anónimos y de los ministros de las diferentes religiones.

    También pueden trabajar para ganar su peculio, dentro o fuera del establecimiento.

    El que no quiere trabajar, estudiar ni salir al patio, está en todo su derecho y se queda en su celda y cumple toda la pena. Desde el primer día hasta el último.

    Las visitas, otro gran problema, deberían ser una vez por semana, de una hora y por medio de un locutorio en el cual no exista contacto entre el recluso y su visita.

    Teléfonos públicos permitirán la comunicación entre internos y sus familiares cuando lo estimen necesario.

    Esto se ve en series y películas y no parece muy complicado de instrumentar.

    De hacerlo, se evitan las inspecciones corporales a los familiares de los reclusos, el contrabando, las agresiones, las demoras y la corrupción.

    Porque hoy, en las cárceles, cada quien se viste como quiere, hace lo que quiere, come o se cocina con los víveres que sus familiares le llevan. Reciben visitas dos veces por semana, de varias personas y durante varias horas, en las que internos y familiares hacen una especie de picnic surrealista.

    Otra idea: nada más parecido a una cárcel que un cuartel: tiene cocina, dormitorios, baños, alambrado perimetral, canchas deportivas, guardia las 24 horas. Algo parecido, pero en el ámbito urbano, es una Comisaría Seccional, y en el mar, un barco de la Armada o la draga.

    Entonces, se me ocurre que algunos presos, que por su edad, delito cometido, pronóstico de peligrosidad y que manifiesten su voluntad de cumplir su pena trabajando 8 horas por día, podrían permanecer recluidos por ejemplo en la Seccional 13, en un cuartel o en un buque de la Armada Nacional.

    Uniforme naranja, azul, gris, como los obreros de la construcción; 8 horas de trabajo como limpiadores, jardineros, pintores, archivistas, o lo que tengan que hacer, 8 horas libres, para leer, descansar, meditar, mirar TV, etc. y 8 horas para el sueño reparador.

    Visitas: domingos de 10 a 13 y es más que suficiente.

    Y esto lo digo porque yo que estoy libre no visito a mis familiares dos veces por semana ni me caen todos, todos los fines de semana para armar campamento en mi casa.

    Y ahora la última reflexión: la Constitución dice que las cárceles servirán para “asegurar a los procesados y penados, persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del delito”.

    El Código Penal establece delitos y les aplica penas utilizando la fórmula “será castigado con…”.

    Por lo tanto, la cárcel está para asegurar a los procesados y penados para que cumplan la pena con la que fueron castigados. Las cárceles están para castigar, no son escuelas ni sanatorios.

    El castigo, por mandato constitucional, se aplicará persiguiendo —en lo posible, ya que esto depende de la voluntad del preso— su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del delito.

    Carlos Bustamante