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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¿Quiénes son los que están saqueando negocios por las calles de distintas ciudades de Argentina? ¿Tenía razón Jorge Batlle cuando dijo que los argentinos “son todos unos ladrones, del primero al último”? ¿Hay una sola causa que genera este estado desaforado de convivencia social?
Son varias preguntas e indudablemente no hay una sola respuesta. Porque no hay una sola causa que lleve a que hoy, en esta hora, la sociedad argentina viva un estado de zozobra. Intentaré abordar algunos de los temas cruciales de la realidad del país para intentar encontrar los motivos que han desencadenado la terrible situación actual.
1. La realidad económica. El gobierno del matrimonio Kirchner se apresta a cumplir 10 años en el poder. Y hay que distinguir dos momentos: la primera etapa de Néstor Kirchner desde 2003 a 2007 en donde más allá de la política clientelar y populista, hubo preocupación en el gobierno por mantener el superávit fiscal, gastando el Estado menos de lo recaudado. Eso permitió fortalecer un país que venía diezmado, sin crédito externo, en default y con una crisis social sin precedentes. El otro momento es posterior a 2008, cuando el gobierno matrimonial decide “flexibilizar” el manejo de la economía, dando más preeminencia a los compromisos con los sectores sociales que al cuidado de los dineros públicos. “Modelo de acumulación de matriz diversificada” llamó la presidenta Cristina Kirchner a esta etapa. Nadie podría definir ni explicar con claridad qué significa esa frase. Lo que sí es claro es que el país entró en un proceso de gastar más de lo recaudado en impuestos, produciendo una feroz transferencia de rentas de sectores productivos a sectores improductivos. La clave fue el Estado subsidiando la economía, los hogares, la energía, los viajes, etc., etc.
Esto generó un boquete fiscal de dimensiones impensadas: el gobierno debió “echar mano” a diversas “cajas” con el fin de cubrir los mayores gastos y habida cuenta de que el país se encontraba (y se encuentra aún) sin la posibilidad de recurrir al crédito externo a tasas racionales. Los dineros de las pensiones administrados por ANSES, como los del Banco Nación y los del Banco Central que en este período perdió su autonomía (esencial para mantener el valor de la moneda) fueron tomados por el gobierno para cubrir sus enormes desfases entre ingresos y egresos. La inflación tomó un protagonismo singular en la vida social de la mano de un feroz proceso de crecimiento interanual de la base monetaria, esto es, impresión de billetes desmedida para atender el creciente gasto público.
Llegamos entonces a un cóctel explosivo: déficit fiscal; caída de las exportaciones; inflación; cepo cambiario ante la escasez de dólares; impedimento de las importaciones con su impacto en el aparato productivo; pérdida de reservas a velocidades inusitadas.
2. La situación social: la política clientelar. En 2003, cuando Néstor Kirchner asume la Presidencia, no tenía otra chance que asistir económicamente a cientos de miles de familias que, producto de la crisis, se encontraban absolutamente desamparadas. Era necesario hacerlo, indudablemente. El problema es que hace diez años se instaló un sistema generalizado de subsidio de la economía que ha producido no solo el aumento sustantivo del boquete fiscal, sino que ha generado importantes cantidades de familias que viven sin el fruto del esfuerzo del trabajo, lo que genera (y muy rápido) una cultura nefasta.
Y cuando refiero al subsidio, lo hago ampliamente. Veamos: un pasaje de ómnibus en Montevideo cuesta al usuario, un dólar. En Boston, 2 dólares. En Madrid, el metro o el ómnibus cuestan 1,5 euros. Pues en Argentina, hasta hace menos de un mes, el pasaje en el Subte de Buenos Aires costaba 20 centavos de dólar. Y ahora que permitieron un aumento sustantivo, se elevó a 35 centavos pero a condición de que el gobierno porteño practique un listado de pasajeros que pueden usar el servicio sin pagar. Y este ejemplo debe trasladarse al consumo energético: una familia tipo paga de consumo de energía eléctrica 8 veces menos que lo que paga una familia similar en Perú, para poner un ejemplo latinoamericano. Y lo mismo ocurre con el gas, las naftas y combustibles en general. Todo un país “beneficiario” de subsidios indiscriminados.
Es decir: todos, en más o en menos en Argentina, son beneficiarios de la política clientelar del gobierno. A esto hay que sumarle (y entramos en el tema de los saqueos) los subsidios económicos para familias carenciadas que, como dijimos, eran necesarios en un momento (2003) pero también debieron ser excepcionales. No lo fueron. Cualquier economista podrá decir que estos subsidios a familias sin trabajo no “mueven el amperímetro” de la cuenta de gastos del Estado. Es verdad. Pero generaron un verdadero ejército de aplaudidores que bajo las más diversas denominaciones (Plan Trabajar, Plan Cooperativas, Plan Jefes y Jefas de hogar, Plan Asignación Universal por Hijos, planes provinciales, planes municipales, etc.) reciben apoyos económicos sin necesidad de contraprestación real alguna. Es común en Argentina la designación global de todos estos planes con el sarcástico “Planes Descansar”. Y digo “aplaudidores” porque la recepción de uno o varios de estos planes solo conlleva la obligación de asistir a los actos políticos.
Resumamos: energía y transporte a precios irrisorios, sumados a redistribución de la renta, sacando a los que producen para “distribuirlos” en aquellos que lo reciben sin más.
Y aquí llegamos a tratar de intentar responder: ¿quiénes saquean? ¿Por qué? ¿Es por hambre?
Son llamativas las imágenes de la televisión: a pie algunos, muchísimos en motos tipo ciclomotores, otros en autos. No atacan la comida, aunque si a su paso hay comida, la roban también. Van por motos, electrodomésticos, medias reses enteras, mantelería, audio… lo que esté al alcance de la velocidad del operativo saqueo.
Todos los saqueadores, todos, están subsidiados. Porque en Argentina todos los habitantes lo están, como vimos. Todos los saqueadores pertenecen a familias que reciben la asignación universal por hijos, que es un dinero que el Estado les entrega por el hecho de tener hijos. Muchísimos reciben planes sociales de la Nación, de la provincia o del municipio.
Los policías de las diversas provincias reclaman aumentos salariales importantes. La brecha ingresos fiscales versus gastos del Estado, se agranda. Se pierden divisas a diario de las reservas para cubrir ese bache fiscal. Se imprimen billetes a una velocidad alucinante generando un proceso inflacionario que impide la noción de ahorro y obliga a gastarlos rápidamente. Todos estos aumentos que obtendrán las fuerzas de seguridad son, en verdad, ilusorios: serán pagados mediante la orden del gobierno de imprimir más papel moneda cuyo valor será al momento de recibirlo el asalariado, más vil. La inflación se “comerá” más temprano que tarde el aumento logrado.
Y en ese desaguisado, en esta “tormenta perfecta” que armó el gobierno nacional y popular, los más desesperados son y serán los que menos tienen.
Finalmente, el daño más grande y más perverso, es el moral: vecinos robando a sus vecinos. Siempre hago una comparación: destruir los valores morales de una sociedad no es tan difícil ni lleva tanto tiempo. Reconstruir esos valores, sí. Con la moneda de un país pasa lo mismo. Días atrás, aboné una compra. La cajera del negocio revisaba los billetes de $100 que le entregué. Le pregunté qué es lo que revisaba. “Que sean verdaderos”, me contestó. “Todos son falsos”, atiné a decirle. Sé que no me entendió. Quise decirle que en Argentina no existe la moneda como elemento vinculante y ético de la sociedad.
Así como nos costará a los argentinos recuperar el valor de nuestra moneda, así nos costará recuperar el valor moral de la convivencia civilizada. Esta y no otra es lo que “La Cámpora” y otras organizaciones progubernamentales llaman “La Década Ganada”.
Raúl Geller