El Departamento de Planeamiento Educativo ya inició este año “un proceso de autoevaluación institucional” con inspectores de institutos y liceos, sobre todo en el interior. “Caen los inspectores en los centros y conversan para ver cómo trabajan los locales, qué les hace falta y cuál es su idea para encauzar los caminos de la profesionalidad”.
“Hay que blanquear las propuestas innovadoras, porque hay quienes trabajan muy bien y hoy sienten que no saben si lo que hacen está fuera del sistema, en la clandestinidad”, dice quien se desempeñó siete años como inspectora regional coordinadora en Cerro Largo, Rivera y Tacuarembó.
Sobre la evaluaciones internacionales, Olivera cree que si bien “no hay que atarse” a sus resultados, “sí hay que prestarles atención como otro insumo, para que el docente mire, piense y contraplanifique”, ajustado a las necesidades de sus alumnos.
“No tomar en cuenta las pruebas PISA es como negarse a mirar vidrieras”, dice. “Tenemos que preparar a los liceos para que las pruebas no sean una sorpresa para los chicos. Estos caminos se corresponden con la autoevaluación institucional. Por eso hay que instalar el tema de la evaluación en los liceos y eso va de la mano de las pruebas PISA”, cuyo énfasis este año será en la lectura.
“De la casa”.
Olivera nació hace 58 años en Melo, capital de Cerro Largo, donde cursó el liceo y secretariado comercial en UTU, y desde hace algo menos de un mes ocupa el máximo cargo en Secundaria, pero no es “una recién llegada”. Suma 35 años de experiencia en enseñanza media y conoce “muy bien” el territorio y sus actores, “aunque no a todos, ni a esta escala”, aclara. “Pero sí, esta es una pequeña aldea”, sonríe.
Tras recibirse como docente de Historia en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) en 1983, trabajó en liceos y en UTU, sobre todo en la zona oeste de Montevideo y también en colegios privados como el Erwin School, Nuestra Señora de Fátima, el José Belloni, el Ariel. Después fue directora efectiva del liceo 5 y desde 2006 inspectora, primero de Historia, luego de institutos y liceos y hasta el jueves 3 coordinadora regional.
De sus primeros años de docencia en La Teja evoca a la inspectora Elizabeth Rendo, que reunía a los profesores de la zona y decía: “Ustedes tienen que conocer a la población con la que trabajan, asimilar la cultura institucional y afincarse ahí, aun sacrificando su bienestar personal”. Entonces, Olivera se tomaba dos ómnibus para viajar a diario desde Pocitos.
“Esa fue una etapa de forja, porque una se va haciendo con los referentes y los más expertos”, dice Olivera, quien también es técnica en Museología por la Facultad de Humanidades, cursó una maestría en Educación y Desarrollo y es diplomada en Evaluación de Desempeño Docente por la Universidad Católica. Con 37 años ocupó cargos de dirección “por azar”, porque un nódulo faríngeo le obligó a reducir las horas en clase para no exponer tanto su voz.
“Se confunde quien piense que la inspectora Olivera es un personaje gris llamado a no hacer olas: ella no llega al Codicen a calentar el asiento”, aunque tenga un perfil público “más bajo” que el de su antecesora, Puente, muy activa en las redes y en la prensa, asegura a Búsqueda Isabel Jaureguy, consejera de Secundaria electa por los docentes.
Según Jaureguy, la llegada de Olivera a Secundaria “ya implica un cambio radical, porque está acostumbrada a consensuar, por su estilo de trabajo y su impronta personal: es una conductora de equipos”, dice. E insiste: “Su mayor virtud es el ejercicio del trabajo en equipo, porque se cuestiona, discute con todos, dialoga”.
La saliente directora del CES también aplaude su nominación en el cargo. La ahora inspectora Puente destaca la capacidad “humana y profesional” de Olivera para liderar Secundaria. “Es una persona de la casa”, dijo el presidente del Codicen, Wilson Netto, al presentarla.
Olivera fue electa con el aval de cuatro de los cinco consejeros del Codicen. No la votó ni asistió a su asunción el representante de los profesores, Robert Silva.
“No tengo nada que objetar de su trayectoria, pero la situación de Secundaria es tan difícil que necesita otro perfil en su dirección. Un profesional con mayor capacidad de gestión, sobre todo con experiencia en macroestructuras, con formación en gestión de centros educativos y en planificación estratégica”, dijo Silva a Búsqueda.
La flamante directora general le resta gravedad a la observación del consejero de filiación colorada. “Es discutible. Pero una sabe que no tiene todo el consenso, y tampoco tiene por qué tenerlo. Igual, Silva es muy amable conmigo y trabajamos muy bien en las sesiones. Ningún problema”.
“Yo tengo claro que soy una trabajadora de la educación, que la sala donde asumí me es natural y que me siento muy cómoda en la coordinación, porque acá no se puede trabajar sola. Secundaria es un proyecto colectivo. Esto es como una gran aula”, dice Olivera, con su limpia dicción de profesora.
Lo primero que decidió fue fijar sesiones todos los lunes y jueves a partir de las 10 de la mañana y hasta bien entrada la tarde con los consejeros Javier Landoni y Jaureguy. Su círculo de confianza lo integran la inspectora Reyna Torres, secretaria general; la abogada y escribana Victoria Cros, prosecretaria, y la inspectora y asesora docente Adriana Regueira.
Metas y fracturas.
La nueva directora del CES asume el cargo convencida de poder cumplir las metas educativas planteadas por el gobierno de Tabaré Vázquez en educación media. En su discurso presidencial del 1º de marzo de 2015, Vázquez se comprometió a “trabajar denodadamente” en la creación de un sistema integrado para la educación básica desde los tres a los 14 años. Además, se propuso para 2020 que el 100% de los jóvenes de hasta 17 años estén en el sistema educativo y que el 75% termine el ciclo de enseñanza media.
“Yo creo que podemos cumplir. No podemos ser fatalistas, tenemos que ser esperanzadores, pensar que sí y que también hay formas de acelerar el ritmo de los cambios”, afirma. Según el Mirador Educativo del Instituto de Evaluación Educativa (Ineed), el 76% de los jóvenes de 17 años están matriculados y la tasa de egreso de Ciclo Básico a la edad oportuna (16 años) se ubica en 61%, y la tasa de egreso en Bachillerato (19 años) está en 31%.
Entre sus prioridades incluye el combate a la deserción y el aumento de la inclusión al sistema. “La repetición es algo que hay que rever, sobre todo para no ofrecerle más de lo mismo a quien no pudo avanzar en su trayectoria: hay que variar la oferta, detectar y diagnosticar por qué no puede y cómo resolverlo”. Como ejemplo a replicar pone el caso del liceo 6 de Rivera, de tiempo completo y extendido, que presenta 97% de promoción.
“Carancho es una cárcel modelo (de Rivera) y ahí, como en los liceos rurales, se rompe el grado; va el que quiere para reducir su pena, pero también porque le interesa la propuesta. ¡Eso es innovador!”, afirma.
Para la consejera “no solo hay que evitar la desvinculación, sino hacer que el alumno aproveche y quiera volver al día siguiente. Hay que reconocer, visibilizar y socializar esas experiencias que son como microlaboratorios” para el sistema.
En esa línea, la jerarca sostiene que “varias de las propuestas” presentadas por el colectivo Eduy21 en su Libro Abierto “no solo son compartibles, sino que ya se están haciendo”. Y ejemplifica: “Hoy hay profesores de distintas disciplinas trabajando en sistemas de duplas y tríos docentes con un mismo grupo y un currículum complementario. También hay orientadores pedagógicos que protegen las trayectorias de los estudiantes, y adscriptos que cumplen tareas docentes”, valiéndose de los nuevos sistemas informáticos.
Por otra parte, Olivera también observa que muchos padres acompañan a sus hijos en Primaria y “les sueltan la mano” en su pasaje a enseñanza media. “Ahí aparece la fractura social en medio de un tránsito de la adolescencia difícil de acompañar”. Dice que la razón del abandono no solo se debe a que el chico se aburre en clase: “es que a veces es quien cuida a sus hermanos o lo mandan a trabajar”.
“Yo llegué a Rivera el jueves a la noche, hacía mucho frío, cero grado, y al otro día visité un liceo, y me dijeron que ese día faltaron unos cuantos… por frío. Hay que conocer la realidad y las personas”, dice, convencida de que “el referente adulto, cuando tiene un acercamiento hospitalario a la institución, responde mejor”.
“Hay que desterrar las profecías del fracaso. Eso de decir que ‘este chico ya no puede, porque mirá de dónde viene —de los quintiles más desfavorecidos—, que la mamá trabaja todo el día y el papá está ausente’. Ahí tenemos una primera barrera invisible”, dice. Hoy el 30% de los jóvenes del quintil más pobre de entre 15 y 17 años y casi 20% del siguiente están fuera del sistema.
Asimismo, continuó Olivera, “hay que desterrar la idea de que ‘el docente solo no puede’, porque no es cierto que esté solo. Hoy tiene acompañamiento y todos los dispositivos de la Administración —libreta digital, Ceibal, plataformas— para indagar, buscar e interpelarse, y conocer en lo que cada uno es bueno en esta profesión y en la vida”.
La consejera concluye que “es tan importante que el docente se sienta reconocido por la comunidad cuando el espejo que levanta es el de un profesional que atiende a su hijo, como que también lo sientan las figuras que trabajan fuera del aula para el aula”.