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    Tabaré Vázquez convocará a “un gran diálogo social” similar a los acuerdos del Palacio de la Moncloa en España si gana las elecciones

    Aseguró que un eventual gobierno suyo no tendrá “dos equipos económicos” y que quienes se oponen a la llegada de los presos de Guantánamo no son “almas podridas” sino ciudadanos con “preocupaciones legítimas”

    Tabaré Vázquez está convencido de que volverá a la Presidencia y obtendrá mayorías parlamentarias para gobernar. Dice no entender las cifras de las encuestas. “No lo puedo creer”, sostiene, con un gesto de resignación.

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    Cuando en la mañana del martes 14 llegó a Rivera para participar en el acto que se celebraría esa noche, conversó dos horas y media con un par de periodistas de Búsqueda en una habitación del Nuevo Hotel de esa ciudad. Y habló de todo.

    Dijo que los uruguayos son “muy conservadores” y que optarán por su candidatura porque la alternativa “es la incertidumbre y la aventura”, que Raúl Sendic “se ganó el lugar” para acompañarlo en la fórmula frenteamplista y que los padres deben integrar el gobierno de la educación.

    El candidato del Frente Amplio aseguró que durante un eventual gobierno suyo “no habrá dos equipos económicos” como por momentos hubo en el gobierno del presidente José Mujica, que invertirá “miles de millones de dólares” en infraestructura con amplia participación de empresas privadas, que el país no puede retroceder a las épocas cuando la gente dejaba las puertas abiertas de sus casas porque “el mundo cambió” y que los ciudadanos contrarios a la llegada de presos de Guantánamo no son “almas podridas” sino que tienen “preocupaciones legítimas”.

    También anunció la convocatoria a “un gran diálogo social de las características que tuvieron en España en su momento los acuerdos que se hicieron en el Palacio de la Moncloa”, para marzo o abril de 2015 y aseguró que si pierde las elecciones, este será su último acto político “en cuanto a aspirar a ocupar algún cargo público”.

    A continuación, un resumen de la entrevista.

    —¿Era la campaña que esperaba o pensaba que iba a ser más fácil?

    —Ninguna campaña es fácil. Y esta campaña es distinta a las anteriores, es compleja y cuesta discernir bien las características que tiene respecto a las anteriores. Hay un cambio cultural en las campañas electorales. Parecería que se ofrecen menos contenidos y la gente tampoco exige tanto como antes. En Tomás Gomensoro me pidieron como gran planteo que instalara un Abitab. Y en Conchillas me pedían mejor señal de Canal 5. También es verdad que las demandas básicas están satisfechas y la gente quiere mejorar, pero ya no tiene las urgencias del 2004.

    —¿Cree que el hecho de que usted sea visto como la encarnación del “continuismo” le puede jugar en contra?

    —Es una posibilidad. La otra posibilidad es que la gente vea que está mejor, y como los uruguayos somos muy conservadores —de derecha, de izquierda y del medio, somos conservadores en general—, no les gusta perder lo que han logrado y no se animen a transitar un camino por si acaso. Objetivamente, la alternativa al Frente Amplio es la incertidumbre y la aventura.

    —Eso es lo mismo que decían los blancos y colorados de usted, cuando usted era el desafiante...

    —Sí. Pero la diferencia es que cuando ellos eran la certeza, el país estaba espantoso y ahora el país está bien. Aquella certeza que ellos decían defender no le daba garantías a la gente. Y esta certeza del Frente Amplio le da seguridades y garantías. Ahí esta la diferencia. No lo ve quien no quiere.

    —Su campaña arrancó con el eslogan “vamos bien”; después lo cambiaron por “el Uruguay no se detiene”. ¿No “vamos bien”?

    —Estaba todo planificado. Después del Congreso del Frente Amplio en noviembre de 2013, salí a recorrer el país para hablar con la militancia. Lo que vi y escuché entonces me hizo apurar un poco la campaña. Volví a Montevideo y dije que había que empezar ya la segunda etapa. Tenía razón, porque la gente estaba deseosa de salir. Después recorrí por segunda vez el país hasta ganar la candidatura el 1º de junio. Entonces empezó la tercera etapa y visitamos por tercera vez los barrios de las capitales, ya pensando en el próximo gobierno. Y estaba prevista esta cuarta etapa de caravanas y cierre.

    —¿Pero por qué cambió el eslogan?

    —“El Uruguay no se detiene” ya lo habíamos definido con mi equipo trabajo y Claudio Invernizzi. El “vamos bien” fue como un sacudón; más que para afuera, para la interna del Frente Amplio. Fue similar a lo que pasa con los equipos de fútbol cuando van ganando: los técnicos mandan un mensaje de que van bien para que los jugadores no se queden. Una vez logrado eso, ahora sí: vamos adelante que el Uruguay no se detiene.

    —¿Por qué Sendic acabó completando la fórmula?

    —La interna del 1º de junio laudó el tema.

    —¿La juventud de Raúl Sendic influyó al emerger Lacalle Pou?

    —No. Lo laudó la interna. Sendic trabajó muy bien en las internas y se ganó el lugar. Lo decidimos rápido. Y ese fue otro signo de certeza y seguridad: cuando hay que decidir, se decide.

    “El objetivo será el alumno”

    —¿Cómo va a enfrentar los graves problemas que hay en la educación?

    —Voy a colocar a la educación pública en el más alto nivel que se pueda por todos los valores y principios que encierra el concepto vareliano de la educación pública. Vamos a recuperar a la educación pública. El centro y el objetivo de la educación será el alumno. Ni el docente ni el sistema; el alumno en todas sus etapas. Habrá una línea de conducción muy firme en todos los niveles de educación pública y el Ministerio de Educación y Cultura será el rector de las políticas públicas en la educación.

    —¿Y las autonomías?

    —Se respetan. Mire: el modelo de país se resuelve en la elección. Nosotros planteamos un modelo de producción y trabajo, incluidos los servicios. Producción y servicios con distribución de la riqueza al mismo tiempo que se genera. Eso es una diferencia sustancial con otros pensamientos económicos. Con el modelo definido, el sistema político establecerá las políticas educativas. Y el Poder Ejecutivo, respetando las autonomías, será el encargado de controlar que se cumplen las políticas educativas. Naturalmente, para eso se precisa un ministro con mucho poder de mando. Va a ser una personalidad de peso, que sabe del tema. Y muy bien respaldado por un subsecretario que también sabe del tema. Pero no voy a dar nombres por ahora.

    —Durante su gobierno, usted impulsó una ley que promovió la “participación social” en el gobierno de la educación. Pero la “participación social” fue, en realidad, la participación de los sindicatos. ¿Cómo prevé afrontar esa situación?

    —No hay reforma posible sin la participación de los trabajadores, de los padres, de las familias, de los docentes y de los empresarios del barrio. O sea, la comunidad educativa. En los aspectos laborales habrá que relacionarse con los trabajadores sindicalizados. Pero el aporte general también lo deben hacer los trabajadores no sindicalizados que participan en las asambleas técnico docentes. Los padres, por ejemplo, deben estar en el gobierno de la educación, fuertemente involucrados. Vamos a crear una nueva institucionalidad para que los padres elijan a sus representantes, libre y democráticamente. Es imperativo solucionar los graves problemas de deserción que hay en secundaria. En primero de liceo tenemos índices de repetición más altos que República Dominicana. Eso, nos parece, se debe a la transición de Primaria a Secundaria. Secundaria es simplemente el filtro entre Primaria y la educación terciaria. Y en el pasaje se pierden referencias: se pasa de un maestro a una decena de docentes.

    —Usted fue a una escuela pública, pasó a un liceo público y no desertó ni se desanimó. ¿No será cuestión, simplemente, de volver a lo de antes: no faltar, estudiar, hacer los deberes, etc.?

    —Antes había una familia que se preocupaba y una presencia en el hogar muy fuerte. Ahora eso cambió y el muchacho muchas veces se encuentra desamparado. Había un entorno familiar y barrial “protector”. Eso se deterioró en todos lados.

    —¿Qué piensa hacer, en concreto, con la educación?

    —Un sistema nacional integrado educativo desde los 3 a los 17 años de edad a partir del 2015 o 2016. Pueden seguir llamándose escuela y liceo o pueden llamarse de otra manera. Pero habrá anexos en las escuelas para que los estudiantes cursen los primeros tres años de liceo. Hay que invertir y por eso estamos hablando de aumentar el porcentaje del PBI para la educación. A los docentes les daremos la flexibilidad para que adapten el programa común al contexto social y cultural en el que esté cada institución. No es lo mismo una escuela en Carrasco que en Casabó. Son barrios diferentes, realidades diferentes que necesitan atenciones diferentes. Vamos a incentivar económicamente a los docentes para que se queden en los mismos centros por lo menos durante tres años. Y vamos a premiar a los que opten por centros educativos en zonas de contexto social crítico, sobre todo si son los más capacitados. En la carrera docente, los ascensos no tienen que basarse solo en la antigüedad, sino en la asiduidad con que asisten a los centros educativos, en la capacitación permanente y en la evaluación de la gestión. Y los inspectores tienen que estar asentados en los lugares donde tienen que trabajar.

    Búsqueda informó hace varias semanas que usted se propone asignar bonos a los estudiantes para que elijan por sí solos a qué universidad quieren ir, sin importar si es pública o privada. ¿Confirma eso?

    —Así será. Tenemos que ir hacia un sistema educativo integral, del mismo modo en que fuimos al sistema nacional integrado de salud mixto, que contempló a las instituciones públicas y a las privadas.

    No habrá “dos equipos económicos”

    —Durante el gobierno de Mujica hubo rispideces en la conducción económica y por momentos hubo dos “equipos económicos”: uno en el Ministerio de Economía y otro en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto. Esto fue incluso impulsado por el presidente Mujica. En un eventual gobierno suyo, ¿sucedería lo mismo?

    —Si me toca volver a la Presidencia, el Ministerio de Economía y Finanzas dirigirá la política económica y la OPP cumplirá la función que la Constitución de la República le atribuye. No va a haber dos equipos económicos de ninguna manera. Durante los cinco años, nadie va a dudar acerca de quién es el que estará a cargo de la línea económica.

    —¿Prevé introducir el concepto de la productividad para mejorar la economía?

    —Alguna vez cité a un experto diciendo que “en el corto plazo, la productividad es importante. Pero en el largo plazo, la productividad es todo”. Tenemos que formarnos en eso. El primer paso es crear un banco nacional de información en productividad que pueda ser usado libremente por empresarios y trabajadores para manejarse en los consejos de salarios y en las negociaciones colectivas. Hay que aumentar la cantidad y, sobre todo, la calidad de la producción, utilizando nuevas tecnologías, innovando y capacitándose más. La productividad va a ser una herramienta para mejorar la competitividad.

    —En el PIT-CNT comienzan a escucharse voces, como la de Richard Read, contra la vagancia laboral. Pero aún esas voces son minoritarias. ¿Qué piensa sobre eso?

    —Tenemos que recuperar los valores que tenían nuestros abuelos y nuestros padres e igualar para arriba, no para abajo. El trabajo permite un ingreso económico pero también dignifica a la persona. El trabajo es un valor en sí mismo, que viene con el valor del esfuerzo, del sacrificio y de la satisfacción del deber cumplido. No es solo plata. Y podemos volver a ese Uruguay. De nada sirve que bajemos la edad de imputabilidad si no tratamos de levantar estos valores y principios. De otro modo, vamos a estar castigando acá pero lo mismo que castigamos se seguirá reproduciendo en otro lugar. ¿Y después volvemos a castigar? Hay que romper con ese círculo vicioso.

    —¿Hay inflación de izquierda y de derecha?

    —No. Hay inflación. Punto.

    —Pero el vicepresidente Astori dijo que sí hay inflación de izquierda e inflación de derecha...

    —...creo que se refirió a cómo se trata y combate la inflación. O a cómo tratar de evitarla. Durante 40 años, hasta 1998, Uruguay tuvo una inflación siempre por arriba del 60%. Era “normal”. Después siguió fluctuando por arriba de los dos dígitos. Nosotros nos propusimos bajarla a un dígito y hace 10 años que está por debajo de un dígito. Pero en política cambiaria no es mucho lo que podemos hacer. Estados Unidos maneja el precio del dólar y nosotros tenemos poca influencia allí. Intervenir sobre la política cambiaria para mantener a raya la inflación implica una rigidez que tarde o temprano el mundo desbarata. Otros gobiernos lo intentaron y así nos fue. Ese es un ejemplo de tratamiento de la inflación que diferencia a la derecha de la izquierda.

    —¿Un eventual gobierno suyo desindexaría los salarios de la inflación?

    —El salario real deberá seguir creciendo, en la medida de lo posible. Porque eso impulsa y mantiene el mercado interno, que es el motorcito que siempre marcha. Los acuerdos de precios con las empresas privadas, aunque son paliativos, son otro instrumento para combatir la inflación. Además, mediante la fijación de las tarifas públicas, el gobierno puede renunciar a determinados ingresos para atacar la inflación. Y es necesaria una gestión correcta de la política fiscal y evitar gastos innecesarios para disminuir gradualmente el déficit. No proponemos, para nada, un ajuste fiscal, ni la creación de nuevos impuestos, salvo el impuesto de Primaria para las grandes extensiones rurales. Pero sí: el Estado debe reducir gastos superfluos. El gobierno nacional debe tener la menor cantidad posible de cargos de confianza.

    —El Uruguay sigue sin ferrocarril, las carreteras están deterioradas y los puertos se encuentran desbordados. ¿Qué va a hacer con la infraestructura?

    —Necesitamos un fuerte plan de inversión para evitar que se frene el crecimiento económico. Nos proponemos invertir miles de millones de dólares. Pero no lo tiene que hacer solo el Estado. Vamos a terminar con la cultura de que todo lo hace el Estado. La ley de participación público-privada va a ser muy utilizada para grandes obras de infraestructura. Si yo gano, voy a trabajar durante el período de transición en un plan nacional estratégico de infraestructura que contemple puertos (el de aguas profundas en Rocha es sustancial), aeropuertos, telecomunicaciones, carreteras (muchas son un desastre) y el ferrocarril.

    —¿Está de acuerdo con la instalación de la minera Aratirí?

    —No es que esté de acuerdo con Aratirí; estoy de acuerdo con que la explotación minera en Uruguay va a llegar inevitablemente, con o sin Aratirí, porque los requerimientos mundiales son muy grandes. Claro que hay que utilizar los recursos minerales con racionalidad y que el producto económico por la explotación sea beneficioso no solo para la generación actual, sino también para la futura. O sea: estoy a favor de la extracción del mineral respetando el medioambiente.

    —Uruguay, bajo un eventual gobierno suyo, ¿ingresaría al acuerdo transpacífico?

    —Yo quiero ver primero qué hace Brasil. Brasil es como Alemania en Europa y tiene que liderar América del Sur. Mientras tanto, nosotros tenemos que seguir abriéndonos al mundo. Hay que seguir buscando nichos de mercado propicios para nuestra producción. Del Mercosur no nos podemos ir. Hay que actuar con cautela pero con cierta audacia.

    “Aún no hablé con Bonomi”

    —Usted ya adelantó que Bonomi va a seguir al frente del Ministerio del Interior...

    —...aún no hablé con Bonomi personalmente. No le hice ninguna propuesta todavía, pero yo quiero que sea mi ministro del Interior. Va a depender de lo que él decida.

    —Teniendo en cuenta que la seguridad pública está primera entre las preocupaciones de los uruguayos, ¿no corre un riesgo electoral si deja a un ministro que ha sido muy cuestionado por este tema?

    Yo soy leal con mi pensamiento y con la gente: le digo lo que pienso más allá del riesgo, que lo conozco. En el interior no es un tema central. Fueron pocas veces que me plantearon el tema.

    —¿Dice que no hay problemas de seguridad?

    —No, claro que los hay. Y hay que actuar. Pero creo que lo que se está haciendo es lo correcto. Y ya estamos viendo resultados. El año pasado los homicidios disminuyeron 10% y bajó la tendencia en el crecimiento de las rapiñas. El que diga que va a eliminar toda la delincuencia miente. Yo me comprometo a frenar el crecimiento de las rapiñas y, en cinco años, reducir la cantidad de hurtos y rapiñas en al menos un 30%. Y también, a que la reincidencia de los presos sea de 30%, tal como ocurre en los países de Europa. Ya bajamos la reincidencia de 70% a 52%. Pero queremos llevarla a 30%.

    —Los uruguayos parecen querer volver a la época en que podían dejar las puertas abiertas porque en el barrio no pasaba nada. ¿No es su aspiración también?

    —Es mi aspiración, pero la realidad es esta. No se va a poder volver atrás. No se puede volver porque el mundo no va para atrás. Los índices de violencia y narcotráfico son cosas nuevas que se ven en todo el mundo.

    —¿Usted cree que los que discrepan con la llegada de los presos de Guantánamo son “almas podridas”, “cobardes” y “antipatriotas”?

    —No, no, no. Para nada. Esos ciudadanos tienen las preocupaciones lógicas que todos tenemos. Yo las tuve y las pude evacuar cuando la embajadora de Estados Unidos me pidió una reunión para explicarme la situación de estas personas que, según ella, no implican ningún riesgo de actividad terrorista. Estados Unidos no va a dejar terroristas sueltos cuando está combatiendo esa actividad. Las seguridades que me dio la embajadora es que no son personas de peligro. Ahora, los que vengan a Uruguay —si vienen— van a tener obligaciones y normas de juego que respetar. Y si se salen de esas normas, la Justicia uruguaya va a tener que actuar.

    “No lo puedo creer”

    —Según las encuestas, Mujica tiene 62% de simpatía y la gestión de gobierno es aprobada por 58% de la población. Pero el Frente Amplio tiene una intención de voto de 40% a 43%. ¿Dónde están esos 20 puntos que faltan?

    —No sé. La pregunta es para los encuestadores y para los cientistas políticos. No entiendo. Ver lo que veo en el interior y que las encuestas nos estén dando lo que nos dan... yo no lo puedo creer. Lo que estamos viendo es real. Los actos son mucho mejores que en 2004 y en esa época ganamos con mayoría absoluta y en primera vuelta. Francamente, no entiendo a las encuestas. Yo tengo una lectura de lo que veo y trato de ser lo mas objetivo posible. Para mí no hay una concordancia entre lo que dicen las encuestas y lo que veo en la realidad del día a día.

    —Hoenir Sarthou, un militante de más de 40 años en el Frente Amplio e hijo del ex senador Helios Sarthou, dijo públicamente que esta vez no va a votar al Frente Amplio y enumeró una serie de críticas sobre la gestión de los dos gobiernos. ¿Qué le dice a gente como él, que está enojada con el partido de gobierno y son votantes tradicionales de izquierda?

    —Creo comprenderlos, aunque no comparta su punto de vista. Y creo que hubo desde el Frente Amplio, incluyéndome a mí, una cierta incapacidad de comunicar los logros que el gobierno ha tenido. Quizás no ha llegado la información correcta y por eso nos tenemos que hacer la autocrítica. En segundo lugar les digo que por lo menos en lo que fue mi gobierno —y creo que en este también—, jamás actuamos fuera de lo que dice el programa del Frente Amplio. Nosotros no tenemos un programa socialista; tenemos un programa progresista. Dentro del Frente Amplio hay sectores que quieren ir hacia un socialismo, yo estoy de acuerdo, pero esto es un proceso gradual. Hay que ir avanzando en función de las posibilidades reales que tenemos sin pasarle por arriba a los derechos de las personas. Avanzando racionalmente.

    —¿Está preparado para gobernar sin mayorías parlamentarias?

    —Sí. Y aunque las gane, voy a salir a buscar todos los caminos de acuerdo. No solo los interpartidarios, sino que hablo de un diálogo social.

    —¿Un “diálogo social”?

    —Sí. Tengo pensado para marzo o abril de 2015 empezar, en caso de ganar, convocar a un gran encuentro para un diálogo nacional de todos los actores. No solo para lo que tenemos que llevar adelante durante este período, sino para que todos nos sentemos a pensar en el Uruguay del 2050. Un gran diálogo social de las características que tuvieron en España en su momento los acuerdos que se hicieron en el Palacio de la Moncloa. Eso lo vamos a preparar bien. Se van a incluir todos los temas: educación, relaciones laborales, sociedad. No va a ser un acuerdo interpartidario, sino con las organizaciones sociales. Todo lo que esté organizado, va a participar. Los acuerdos serán mucho más sólidos así que si seguimos con el trillo de las conversaciones entre oficialismo y oposición, como ocurre en cada inicio de una administración. Allí va a estar involucrada la sociedad y por eso tendría más fuerza. Pienso en un año de discusión y luego concreción. Pero tiene que ser un trabajo que logre un fruto concreto para iniciar políticas de Estado. Sería un trabajo en conjunto de todas las organizaciones del Estado, de las organizaciones civiles en su conjunto, de la comunidad científica, de las empresas, de los trabajadores, de las organizaciones no gubernamentales, de los medios de comunicación, de las academias.

    —¿Va a haber “ley de medios” en su gobierno?

    —Yo soy un enamorado de la libertad y lo digo públicamente. La libertad es la aventura humana más hermosa que se puede vivir. Ser libre. Los uruguayos van a tener la más absoluta garantía de la más amplia y total libertad de expresión. Siempre dentro del terreno que establece la Constitución y la ley, y la ética.

    —¿Una ética fijada por el Estado?

    —No, el Estado no establece la ética. La establecen los propios actores. La ética no la fija el Estado sino que es fijada por los propios actores. Todos queremos un periodismo de calidad. Así que velaremos por la más amplia libertad de expresión, de comunicación, de pensamiento, teniendo en cuenta que el derecho de uno termina donde empieza el derecho del otro.

    —¿Pero va a haber una “ley de medios” o no?

    —Y... ya hay una ley de medios audiovisuales...

    —...que quedó congelada en el Parlamento...

    —...habrá que ver si hay que reglamentarla o no. Pero de cualquier manera, si avanzamos en ese sentido será con la más amplia participación.

    —¿Qué va a hacer si pierde las elecciones?

    —Este es mi último acto en esta larga representación política. Es mi último acto político en cuanto aspirar a ocupar un cargo publico. Si no gano, seguiré siendo frenteamplista y si la fuerza política entiende que puedo cumplir alguna tarea militante, la voy a cumplir. Pero, en esa hipótesis, se termina para mí, de-fi-ni-ti-va-men-te, mi actividad política aspirando a cualquier cargo público.

    Contratapa
    2014-10-16T00:00:00