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    Temporada de carnívoros

    Director Periodístico de Búsqueda

    Nº 2219 - 30 de Marzo al 12 de Abril de 2023

    Los carnívoros deben contar con habilidades especiales para procurarse su comida. Algunos, como los animales silvestres, son cazadores sigilosos, con método y un buen plan para no pasar hambre y poder sobrevivir. Otros, como los humanos, en lugar de a sus destrezas físicas suelen recurrir a su inteligencia superior a otras especies como forma de imponerse y alimentarse de ellas. Pero todos tienen que abrazarse a sus ventajas comparativas como forma de perdurar. No hay otro camino posible.

    En política no es muy distinto. Como ya lo destaqué en este mismo espacio años atrás, es muy cierto el razonamiento del expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera cuando sostiene que hay dos clases de políticos: los carnívoros y los herbívoros, y que solo los primeros logran llegar a los lugares más disputados. Lo dijo hace más de dos décadas, refiriéndose a su competencia electoral en la interna del Partido Nacional de 1999 con Juan Andrés Ramírez, a quien consideraba un herbívoro. El tiempo terminó por darle la razón y su distinción entre las dos especies de dirigentes sigue funcionando como un ABC en la disputa por el poder, tanto a nivel público como privado.

    Ahora, en lo que a política se refiere, ingresamos otra vez en temporada alta de carnívoros. Una muy especial, además. Porque los que están subiendo al escenario principal recién muestran por primera vez sus actitudes actorales y especialmente sus colmillos. No está del todo claro qué tan afilados los tienen ni si saben usarlos de la mejor manera, en comparación con los demás. Es más, todavía no han logrado llenar el auditorio, aunque ya están recorriendo las tablas buscando exhibir sus aptitudes.

    Es un hecho que los tiempos se adelantaron. Recién se habían ocupado un par de filas de la platea, pero después de que el primer actor resolvió salir al escenario varios lo siguieron, como desesperados. En temas electorales suele ser así, aunque en esta oportunidad el adelantamiento excesivo tiene una explicación adicional: casi todos los precandidatos presidenciales, que son los que buscan ser elegidos para el papel protagónico, están debutando en esa competencia. Las únicas excepciones son Guido Manini Ríos de Cabildo Abierto y Pablo Mieres del Partido Independiente.

    Desde abajo miran atentos los padrinos políticos, esos que los empujaron a subir al escenario. Allí están, por ejemplo, los expresidentes José Mujica, Julio Sanguinetti y Luis Lacalle Herrera. Todos ellos tienen sus preferidos y son como asesores en la sombra. También el presidente Luis Lacalle Pou juega su papel. Como buenos carnívoros que son los cuatro —de lo mejores—, observan, aconsejan y se van construyendo una idea de lo que puede venir. No suben pero tampoco se van. Están ahí, con intenciones de que nada se les escape. Incluso algunos dicen que la verdadera batalla es entre ellos, con luchas cruzadas de todo tipo. Pero la realidad evidencia que es la primera vez en muchos años que no serán ellos los protagonistas.

    Esa puede ser una de las explicaciones de lo tensas que están todas las internas partidarias. La descripción que más se acerca a la situación actual entre los correligionarios de las distintas colectividades políticas es esa electricidad y tensión que se siente en el aire antes de que se desate una tremenda tormenta. Todo parece contenido, sin demasiadas rispideces, pero lo que verdaderamente late es todo lo contrario. El volcán ya hierve en su interior y está por escupir sus primeras ráfagas de fuego.

    Los blancos se miran todos de reojo y se sonríen, pero por abajo intentan primerearse y robarse dirigentes importantes. Los frenteamplistas muestran armonía en público, pero en la sombra vuelan los tarascones sin ningún tipo de piedad. Los colorados son los que menos claro tienen el panorama futuro, pero eso los lleva a tirar codazos al aire con tal de dejar eventuales rivales por el camino. Hasta en Cabildo Abierto, donde está más que claro que el candidato presidencial será Manini, hay una interna muy efervescente entre militares y no militares, nuevos y viejos dirigentes e interior y Montevideo.

    Lo que está ocurriendo también es que algunos en su afán de elaborar una buena estrategia de carnívoros dejan en evidencia su torpeza. Algo por el estilo puede asociarse con la obsesión que parte del oficialismo está mostrando con la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse. Por más que algunas críticas pueden parecer justificadas, el extremo de exponerla a un juicio político suena exagerado. La jugada, según me confesaron algunos de los que la pensaron, es levantar a Cosse porque creen que será más fácil ganarle en las futuras elecciones nacionales que a su oponente interno, el intendente de Canelones, Yamandú Orsi. Pero ¿y si lo que están haciendo es darle un campo lleno de ciervos a una leona? No es ninguna idea descabellada que así sea y después será tarde para arrepentimientos.

    A su vez, a muchos de los que ya están en la contienda les falta cometer algún tipo de parricidio simbólico para poder realmente recibirse de carnívoros. Mientras sigan actuando bajo la atenta y cercana mirada de sus padres políticos y respetando cada uno de sus consejos, no podrán abandonar la categoría de herbívoros. Es imprescindible romper con el liderazgo pasado para posicionarse hacia el futuro. Todos los que llegaron hasta la presidencia, al menos desde la restauración democrática, tienen algún golpe de timón parricida a sus espaldas. Los colorados Julio Sanguinetti y Jorge Batlle se lo propinaron mutuamente. También Tabaré Vázquez lo hizo con Liber Seregni, Mujica con Vázquez y Lacalle Pou con su padre, por ejemplo. A varios de los actuales les falta eso.

    Finalmente, por más que todos lo proclamen a los cuatro vientos, los carnívoros se nutren de comer la carne y no solo de decir que la desean. Algunos precandidatos todavía están demasiado atados únicamente a su instinto y creen que solos, o con unos pocos alrededor, pueden lograr sus objetivos. Se muestran confiados, como si hubiera alimento suficiente para todos, y creen que serán los que podrán dar el mordisco más grande solo por el tamaño de sus bocas. Y no, no es tan lineal la batalla. El que se quedará con la presa final, la más deseada, es el que pueda llegar de una forma más eficiente y despejada hacia ella. Para eso se necesita mucha preparación previa, justamente lo que parece hacer más falta en estos momentos. Igual, esto recién empieza. Y se nota.