Nº 2247 - 19 al 25 de Octubre de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDesde 1982 Gustavo Penadés desarrolló una brillante carrera política que comenzó con el expresidente Luis Alberto Lacalle. Primero fue edil, luego diputado y finalmente, senador. Por su habilidad y carisma, se convirtió en una pieza clave —quizá la más importante— del actual gobierno de Luis Lacalle Pou para negociar con la oposición propuestas complejas. Especialmente cargos que requerían consenso o mayorías especiales.
Durante casi 30 años logró convertirse en un político confiable. Requirió décadas para consolidar esa confianza, pero en pocas semanas quedó al desnudo la traición que significaron mentiras reiteradas a sus amigos y correligionarios.
En los siete meses transcurridos desde marzo, cuando la militante blanca trans Romina Celeste Papasso lo acusó de abusos sexuales hace 17 años, cuando tenía 13, ningún político le reclamó a la fiscal Alicia Ghione que avanzara rápidamente en la investigación que inició de oficio, que hundiera el bisturí, como exigen con otros delitos como el homicidio, el narcotráfico, el abuso de funciones o la estafa. Tal vez porque a los delitos sexuales no les atribuyen la misma gravedad, o debido al temor de ser tildados de homófobos o discriminadores por la condición de homosexual del senador.
Nada tiene que ver la homosexualidad con sus abusos, desvíos morales y violaciones de la ley. “Todos conocen mi orientación sexual. Nunca me he escondido ni he renegado de la misma. Pero he intentado siempre separarla de la vida pública”, mintió Penadés durante una conferencia de prensa para negar la acusación de Papasso.
Algunos, como Lacalle Pou y el ministro del Interior, Luis Alberto Heber, de entrada le creyeron y expresaron confianza en el amigo de décadas que pontificaba su inocencia. A medida que Ghione avanzaba y aparecían nuevos detalles y denunciantes, pasaron a la mesura, hasta que Penadés terminó en la cárcel a pedido de la fiscal con la decisión de la jueza Marcela Vargas. Entonces expresaron dolor por la traición a su confianza. Seguramente también sienten vergüenza por su ingenua credibilidad.
Cara a cara con gobernantes de su partido o frente a su bancada, Penadés les tomó el pelo: reivindicó su inocencia como un prestidigitador ante una platea: “Nada por aquí, nada por allá”. Le creyeron. Se comieron la pastilla. No tuvieron en cuenta el sabio aserto popular: “La confianza es la herramienta más útil del mentiroso”.
“Nunca terminamos de conocer a las personas”, sentenció desencantada la senadora blanca Graciela Bianchi.
Junto con Penadés, transitó durante sus tropelías el profesor de Historia del Liceo Militar Sebastián Mauvezín. Agradecido porque en el pasado le prestó asistencia económica a su familia, se convirtió en “nexo”, “colaborador” o “facilitador” con algunos menores con quienes incluso llegó a pactar el monto que cobrarían por sus favores sexuales.
Por eso terminó en la cárcel imputado de siete delitos de contribución a la explotación sexual de menores de edad en reiteración real.
Mucho más grave es lo de Penadés: 11 delitos de retribución a la explotación sexual de menores, cuatro de abuso sexual agravados, tres de abuso sexual, un delito de violación, un delito de corrupción de menores y uno de atentado violento al pudor. También el delito de desacato por violar la prohibición de divulgar el nombre de uno de los menores involucrados.
Así, con 58 años cumplidos el 7 de octubre, sin pareja estable ni hijos, disfrazado de moralmente impoluto, se transformó en el mayor muestrario vivo de la historia de abusos sexuales reiterados contra menores, para el caso de entre 13 y 14 años.
Su peso político quedó de manifiesto cuando en un manotón de ahogado denunció una conspiración para perjudicarlo e intentó armar una estrategia con policías. Pero la agudeza de la fiscal demostró su falsedad cuando envió a la cárcel al exdirector del Comcar Carlos Tarocco, por orquestar un “plan” para trabar la investigación mediante múltiples contactos con Penadés. Le imputó delitos continuados de cohecho calificado y violación de secreto. Este policía de experiencia no es el único involucrado, Ghione investiga aparte la eventual responsabilidad de otros funcionarios privados y policiales por buscar información y por el seguimiento de algunas víctimas.
Frente al depredador, a sus compinches y a algunos devotos creyentes se plantó la fiscal Ghione, un dechado de energía y eficacia para conducir la investigación policial.
Penadés no podrá volver a ocupar un cargo legislativo. A mediados de la semana pasada, por unanimidad, tanto en la Cámara de Senadores como en la de Diputados (donde tenía su cargo titular) lo expulsaron por violar el artículo 115 de la Constitución, imputado de “actos de conducta que le hicieran indigno de su cargo”.
También su vida social se verá seriamente lesionada. ¿Cuántos de sus conocidos del pasado se atreverán ahora a mantener una relación social? Por otra parte, no es seguro que le corresponda el subsidio (la ley dice 85% de su salario de casi $ 400.000 durante un año y medio) por desempleo que tienen todos los legisladores cuando terminan su función. Se han planteado dudas sobre si le corresponde porque fue destituido y no cesó naturalmente en su función. Fue mediante un mecanismo excepcional.
El salario como legislador es su único ingreso conocido. Aún en el caso de que le acepten el subsidio, será solo durante un año y medio. Luego tendrá que buscar cómo ganarse la vida. Su salida laboral no será sencilla. No tiene un título universitario que le permita ejercer una profesión liberal y, casi sexaganerio, su apellido e imagen se han convertido en marcas corruptas, un lastre para quien pueda remotamente pensar en tenderle una mano.
Como en el título de la novela de Osvaldo Soriano: “Triste, solitario y final”.