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Desde hace días el futuro del sirio Jihad Diyab se juega en tres escenarios simultáneos que, aunque tuvieron cambios menores, siguen sin poder resolver el problema de fondo: encontrar un nuevo destino para el ex preso de Guantánamo en un país árabe donde pueda reunirse con su familia.
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En Montevideo, en el apartamento de la calle Soriano donde vive, el refugiado alterna entre la huelga de hambre y la huelga de hambre seca, sin tomar líquidos. Padeció las consecuencias de no haber bebido nada y cayó en coma; luego recuperó el conocimiento, aceptó tomar líquidos y hasta tiene energía para moverse en su hogar.
Al mismo tiempo en Nueva York, durante la conferencia de Naciones Unidas, el presidente Tabaré Vázquez, junto al canciller Rodolfo Nin Novoa, insistió en que el gobierno de Estados Unidos ayude para que un país árabe acepte recibir a Diyab (43 años). Desde la Gran Manzana, el presidente dijo a Búsqueda que está preocupado por no resolver la situación y por la actitud del ex preso.
“El gobierno no puede aceptar lo que él plantea de darle una fecha concreta. No es la forma. De igual manera, estamos haciendo todo lo que está al alcance de nuestras manos”, dijo Vázquez.
Diyab estuvo 12 años retenido en la mítica cárcel ubicada en territorio cubano. Allí, además del aislamiento, sufrió torturas, agresiones psicológicas, golpizas físicas y centenares de veces fue alimentado a la fuerza.
Por ello Vázquez dice que “seguramente lo que ha sufrido lo tiene que haber afectado psicológicamente”. “Pero lo que nos importa es salvarle la vida y tratar de que encuentre un lugar donde esté conforme”, agregó el presidente.
Ese lugar está en Medio Oriente. Allí es donde Diyab desea vivir junto a su familia y donde encuentra el mayor rechazo. Turquía es el país ideal porque en un campo de refugiados se encuentran su esposa y sus hijas. En un primer momento, el país árabe acordó recibirlo, informaron a Búsqueda fuentes de Cancillería. Sin embargo, cuando se supo que había comenzado una huelga de hambre, Turquía dio marcha atrás y le negó el ingreso. Tanto Christian Mirza, el interlocutor entre el gobierno y los ex presos de Guantánamo, como el propio Diyab, nunca supieron el grado de avance de esta gestión.
Siria, Líbano y Arabia Saudita también se opusieron a darle asilo a Diyab. Entre los argumentos para negar el asilo, figuran no poder darle más garantías de las que le brindó Uruguay en calidad de refugiado y también que el sirio no está en situación de peligro, como sucede con personas que viven en países en guerra u otros presos en Guantánamo. Sin embargo, en el gobierno uruguayo aseguran que su imagen de alguien conflictivo es la razón del rechazo. “Nadie quiere comprarse un problema”, dijo uno de los informantes.
“Más de lo que hemos hecho no se puede hacer. Golpeamos todas las puertas, pero no está en las manos del gobierno”, dijo Vázquez. El problema sigue siendo el mismo. Uruguay lo deja ir, pero Diyab necesita un país que acepte su ingreso. De hecho, el presidente aseguró que el gobierno uruguayo no hubiera tenido problema en que abandonara el país hace tres meses, cuando el refugiado ingresó a Brasil por su cuenta.
Por su parte, Mirza explicó que aún hay países árabes que no respondieron y que también se consideran otros lugares en Europa y Asia, donde la comunidad musulmana es grande.
Su familia.
El objetivo de Diyab sigue siendo reunirse con su familia en un país árabe. Y en eso no cede. En los últimos meses, dos veces su esposa y sus hijas estuvieron cerca de llegar a Uruguay. Horas antes de que comenzara el Ramadán, la celebración musulmana, la familia de Diyab tenía una cita pactada para presentarse en el consulado uruguayo de Turquía, pero no fue, recuerda Mirza. En el entorno de Diyab, sin embargo, aseguran que su esposa fue y que no estaba listo el trámite.
A principios de setiembre, Mirza se reunió con Diyab y le dijo que podía traer a su familia de visita por 20 o 30 días, pero el ex preso se negó.
Insultos y mates.
Una semana atrás la vida de Diyab corría peligro. El miércoles 14 estaba en coma superficial. En las primeras horas del jueves 15 recuperó el conocimiento por el suero que los médicos decidieron darle y desde allí se estabilizó. El cuerpo médico de la Administración de Servicios de Salud del Estado y del Sindicato Médico del Uruguay lo visitó a diario.
El lunes 19, Mirza visitó a Diyab. Se dio “una reunión muy tensa”, recuerda Mirza. Entre gritos y algún insulto, ambos reclamaban más colaboración: Mirza le pedía que flexibilizara su huelga y Diyab que le diera alguna noticia. Diyab llegó a plantear en su círculo cercano que ya no esperaba nada del gobierno y que se dejaría morir. Y Mirza respondió que si esa era su actitud, él tampoco haría más por el sirio.
Finalmente, el grupo de apoyo logró convencerlo de que en respuesta al compromiso y ayuda que ellos le daban, volviera, al menos, a tomar líquidos. Que no lo hiciera por el gobierno o por Mirza sino por quienes estuvieron con él este tiempo. Diyab aceptó y sobre las 20.30 del lunes tomó mate. Luego ingirió agua y durante los últimos días, agua de coco, jugos de frutas y caldos Knorr. Su decisión es mantener la dieta hasta el lunes 26 a la espera de que el gobierno dé novedades de sus encuentros en Estados Unidos. De lo contrario, volverá a la huelga seca.
Mientras continúa la búsqueda de un país que acepte a Diyab, el gobierno se prepara para los posibles escenarios. La muerte es el más extremo, y aunque el Poder Ejecutivo intenta por todos los medios evitarla, no la descarta. Por eso la Cancillería evalúa qué hacer con su cuerpo si muere, respetando su religión. Un cementerio musulmán sería el lugar idóneo. Aunque la Intendencia de Montevideo destinó un predio, su cesión aún no ha sido tratada en la Junta Departamental.
Mirza sabe que si llegara a morir “es un problema político” por “el impacto negativo que generaría en la imagen del país”. El proceso de recepción de los refugiados ya “tiene una imagen dañada” y “demostraría una incapacidad en la gestión de insertar a la sociedad solo a seis personas”. “En el Líbano los refugiados son la cuarta parte de la población. Sería nefasto que aquí no se pueda hacer las cosas bien con apenas seis”, concluyó.