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    Un cuento de hadas con final infeliz

    A treinta años de la muerte de Grace Kelly (1929-1982)

    Era rubia, era hermosa, era aristocrática, era estrella de Hollywood y había tenido amoríos con todos los galanes de sus películas salvo con James Stewart. Sabía que Alfred Hitchcock estaba perdidamente enamorado de ella y se fue con él a la Riviera francesa a filmar Para atrapar al ladrón en el verano de 1954, junto con su coestrella Cary Grant. Quedó encantada con el lugar y no vaciló en aceptar una invitación para asistir al Festival de Cannes en mayo de 1955, porque allí se proyectaría la película La que volvió por su amor (The Country Girl), por la que había ganado un Oscar. Recién entonces conoció al príncipe Rainero, quien estaba buscando esposa, y comenzó uno de esos romances de cuento de hadas tan adorado por las consumidoras de revistas sobre gente famosa.

    La actriz Grace Kelly pasó a llamarse Su Alteza Serenísima Gracia Patricia de Mónaco luego de su matrimonio con Rainero. Se retiró del cine, tuvo tres hijos y siguió figurando siempre en las crónicas de ciertas revistas dedicadas a exaltar la vida de la nobleza europea. Aunque ella no era de sangre real, su belleza y su elegancia natural la hacían una digna consorte en tiempos en que los herederos al trono no se casaban con plebeyas, como ahora. El 14 de setiembre de 1982, mientras conducía su automóvil Rover 3500 acompañada por su hija menor Estefanía, se despeñó por un acantilado. Al principio se sospechó que era Estefanía, aún menor de edad, quien iba al volante, pero luego se supo que Grace había perdido el control al sufrir un derrame cerebral. El cuento de hadas tuvo un trágico final.

    Una carrera meteórica

    Grace Patricia Kelly había nacido en Filadelfia (Pensilvania) el 12 de noviembre de 1929, y su familia contaba con una posición muy acomodada. Tuvo una infancia fácil y rutinaria, aunque su mayor deseo era actuar. Apenas graduada (1947), se marchó a Nueva York, donde inició una carrera de modelo hasta su debut en Broadway en 1949 (Padre, de Strindberg, con Raymond Massey). En el nuevo medio televisivo, aún en ciernes, apareció en algunas obras que se realizaban en vivo. Pero su destino estaba en Hollywood, adonde llegó en 1951 y donde debutó en un papel breve pero importante en la película Horas de espanto (14 Hours, de Henry Hathaway) como una esposa a punto de divorciarse que, desde la oficina de su abogado, contempla a un hombre que amenaza con suicidarse arrojándose desde lo alto de una cornisa. Esa situación límite la hace reconsiderar su propósito, pero su correcta actuación, dentro de un enorme elenco, no le valió, empero, un contrato con la Fox.

    Tendría mejor suerte cuando el productor independiente Stanley Kramer la puso al lado de Gary Cooper en el western A la hora señalada (High Noon, 1952, dirigida por Fred Zinnemann) como esposa cuáquera opuesta a la violencia que tiene que tomar una decisión cuando su flamante marido, comisario del pueblo, es amenazado por cuatro asesinos que llegan a matarle. La película fue muy popular, Cooper ganó su segundo Oscar y Kelly mereció la atención del público con un papel mucho más comprometido. Al año siguiente, esta vez contratada por la Metro, viajó a África para filmar Mogambo a las órdenes del maestro John Ford.

    La película era una remake de un filme de 1932 en el que el mismo Clark Gable, veinte años más joven, había sido protagonista. Grace no era aún una estrella (Ava Gardner aparecía en el cartel junto a Gable), aunque hacía el papel de esposa insatisfecha que tiene un affaire con el cazador que dirige el safari (Gable) y luego lo balea cuando descubre que él tiene una amante (Gardner) y no quiere involucrarse con mujeres casadas.

    Aunque luego manifestara que su único interés en Mogambo era trabajar con Ford, con Gable y viajar a África (“si hubiera sido filmada en Arizona, no me hubiera molestado”, dijo), la Academia le otorgó una nominación como Mejor actriz de reparto, que luego perdió frente a Donna Reed en De aquí a la eternidad. Pero su carrera estaba arrancando bien.

    En 1954 se estrenaron cinco películas con Grace Kelly como estrella, tres de ellas bajo su nuevo contrato con Paramount. Aquel fue un año particularmente provechoso. Primeramente conoció a Hitchcock, quien la convirtió en su estrella favorita luego de La llamada fatal (Dial M for Murder). La debilidad de Hitchcock por las rubias sensuales y distantes recomenzó con esa obra teatral filmada entre cuatro paredes y en 3D, donde un marido que sabe que su esposa le engaña (Ray Milland) planea un crimen perfecto para desembarazarse de ella y heredar su fortuna. El momento en que Grace, ahorcada por el asesino y casi sin aliento, manotea una tijera y se la clava en la espalda, ha quedado como una escena antológica en la historia del cine.

    Para Hitchcock volvió a filmar ese mismo año La ventana indiscreta (Rear Window), cuya acción también está encerrada entre cuatro paredes mientras el fotógrafo James Stewart, inmóvil a causa de una pierna enyesada, descubre un crimen en la ventana de enfrente. Grace es su novia, una provocativa modelo que hace gala de toda su hermosura mientras ayuda al hombre a resolver el caso y hasta pasa —audazmente para la época— la noche con él. El éxito de la película fue enorme, pero ella no tuvo casi tiempo de disfrutarlo porque estaba muy ocupada.

    Para la MGM realizó Fuego verde, de Andrew Marton, una aventura menor escenificada en las minas de esmeraldas de Colombia con Stewart Granger. Y para Paramount Los puentes de Toko-Ri, dirigida por Mark Robson sobre una novela de James Michener, donde William Holden es un piloto durante la guerra de Corea y Kelly encarna a su adorable esposa, que lo visita durante una breve licencia en Japón.

    Todos esos papeles de “esposa de” se repitieron en La que volvió por su amor (The Country Girl), sobre una pieza de Clifford Odets, con la diferencia de que esa sufrida mujer de un cantante alcohólico (Bing Crosby) la mostraba sin glamour y casi sin maquillaje, confesándose ante William Holden sobre su vida desgraciada y el temor de que la devoción por su marido se transformara en desprecio o compasión. Estaba realmente bien y la Academia la nominó por segunda vez, ahora como actriz protagónica.

    El Oscar y una nueva vida

    Todo el mundo esperaba que la noche del Oscar fuera la del triunfo de Judy Garland. En Nace una estrella la Garland tenía una actuación impresionante, no sólo confirmando su talento como actriz, cantante y bailarina sino también demostrando su resurgimiento luego de una grave crisis personal. Así que, cuando William Holden pronunció el nombre de Grace Kelly, la sorpresa fue mayúscula. Según la chismosa Hedda Hopper, casi hubo un empate con una diferencia de apenas seis votos. Para Garland fue una gran decepción, pero para Kelly fue la gloria luego de su arduo trabajo anual. Su cotización subió varios puntos y ya no tendría que hacer cinco películas al año: con una bastaba.

    Y la próxima sería Para atrapar al ladrón, una divertida comedia de suspenso en la Costa Azul, en VistaVision y Technicolor, con amplio lucimiento para el paisaje y para sus estrellas. La química entre Grace y Cary Grant resultó óptima (lo mismo que el comienzo de una duradera amistad personal) y aquella escena en que ella, aparentemente fría y distante, se da vuelta y le estampa un beso en la boca para después cerrar la puerta de su habitación tras mirarlo provocativamente, resultó memorable. Pero todas las escenas en que aparecen juntos tienen una picardía muy especial, como la noche de los fuegos artificiales que estallan simbólicamente mientras ellos se besan apasionadamente. Hitchcock estaba tan enamorado de Grace que la acariciaba con la cámara: la lucía esplendorosamente.

    Sin embargo, la suerte estaba echada. Luego de la visita a Cannes en 1955, formalizó su romance con Rainero y terminó su contrato con MGM filmando sus últimas dos películas. Una era El cisne, sobre obra de Ferenc Molnar, ambientada en un reino de Europa del siglo XIX, con Alec Guinness y Louis Jourdan. La propaganda, astutamente, la presentó como “la historia de amor de una princesa”.

    Grace aparecía frágil y delicada, vestida por primera vez con ropajes de época y moviéndose en escenarios suntuosos. Luego hizo Alta sociedad, remake de una obra de Philip Barry que ya se había filmado en 1940 como Pecadora equivocada (The Philadelphia Story) con Katharine Hepburn, Cary Grant y James Stewart, dirigida por George Cukor. Ahora, bajo la dirección de Charles Walters y con canciones de Cole Porter, debía interpretar a Tracy “Samantha” Lord junto a Bing Crosby y Frank Sinatra, los dos crooners más famosos de la época juntos por primera vez.

    El atractivo del filme era evidente, y ella estaba muy bien si uno no pretende compararla con Katharine Hepburn. A fin de cuentas, la radiante belleza de Kelly (una vez más en VistaVision y Technicolor) hacía creíble que varios hombres se la disputaran (también estaba John Lund), que Bing le cantara “True Love” (donde ella intercalaba a su vez unas notas) y la hermosa “I Love You, Samantha”, y que Frank le dedicara “You’re Sensational” y “Mind If I Make Love to You”. Burbujeante y divertido, el filme fue un enorme éxito y una digna despedida para una actriz que tuvo una carrera tan brillante como fugaz. En apenas cinco años, había hecho once películas y ganado un Oscar. Mejor, imposible.

    Las bodas del 18 de abril de 1956 fueron la nota social del año. Cada paso que daba la nueva princesa era noticia. En proyecto quedaron algunas obras que estaban pensadas para ella y que debieron protagonizar otras: Gigante (la suplantó Elizabeth Taylor, con dirección de George Stevens), Un gato sobre el tejado caliente (otra vez Taylor, director Richard Brooks), Pasiones sin freno (The Cobweb) y Designios de mujer (ambas de Vincente Minnelli con Lauren Bacall).

    En 1963, Hitchcock, esperanzado en recuperar a la musa de sus sueños, le ofreció Marnie, pero en Mónaco no creyeron apropiado que su princesa volviera a ser estrella de cine interpretando a una ladrona y en romance con Sean Connery.

    A decir verdad, se rumoreaba que la artista había tenido romances con casi todos sus galanes, que la doblaban en edad (Cooper, Gable, Crosby, Granger, Milland, Stewart, Grant, Sinatra, salvo el más joven Holden), aunque Jimmy Stewart se mantuvo aparte. Y Grant, bueno: todos saben cómo era Cary.

    Si Grace fue feliz abandonando su carrera, es algo que nunca se sabrá. El pueblo de Mónaco la adoraba y ella trató de ser digna de su posición. Pero en Mónaco sus películas fueron prohibidas y en su tumba no hay referencia a ella como “princesa”. Dice solamente “Uxor principis” (esposa del príncipe), lo cual es tradicional en la familia Grimaldi.

    Vida Cultural
    2012-09-27T00:00:00