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    Un impuesto necesario

    Director Periodístico de Búsqueda

    Nº 2100 - 3 al 9 de Diciembre de 2020

    Es mentira que el sistema político uruguayo no se haya mostrado unido para combatir la pandemia de coronavirus. Fueron ellos, todos juntos, sin ni una excepción, los que votaron la medida más simbólica hasta ahora para revertir los efectos negativos de este año traumático. Hicieron lo impensado hasta ese momento: se bajaron el sueldo. Fue un logro del presidente Luis Lacalle Pou, que lo promovió, pero también de todos los demás partidos políticos con representación parlamentaria, que no dudaron en votarlo.

    El 1º de abril, justo el día en que se cumplía un mes de gestión del nuevo gobierno, se aprobó en la Cámara de Senadores por unanimidad el proyecto de ley para cobrarle un impuesto a todas las jubilaciones y a los sueldos públicos mayores a $ 120.000 nominales, con tasas de entre el 5% y el 20%. Apenas dos días después ya lo había votado Diputados y se transformó en ley. Generó todo un sacudón en la opinión pública. “Esto va en serio”, pensaron la mayoría de los uruguayos. No era para menos: fue la primera vez en la historia reciente que los funcionarios públicos de mayores sueldos sufrían un golpe significativo en sus ingresos y se acompasaban a los privados. Además, el dinero recaudado sería destinado al Fondo Coronavirus y utilizado para combatir los efectos negativos de la pandemia. Un gol de media cancha y en los primeros minutos.

    El tiempo pasó y con él fueron disminuyendo la cantidad de casos positivos de coronavirus y también la paranoia colectiva. Las conferencias de prensa de los principales jerarcas del gobierno ya no se hacían todas las noches, las personas fueron saliendo de a poco de sus casas y la actividad económica comenzó a reestablecerse. Bajó el temor y con él el interés por el tema. Fue creciendo la sensación de que ya había pasado lo peor. En junio, cuando esa mirada triunfalista era la que sobresalía, la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, anunció que el tan famoso impuesto a las jubilaciones y los salarios públicos más altos no se cobraría más. Solo abril y mayo fueron los meses recaudatorios, y a nadie le pareció extraño que así fuera.

    El problema llegó ahora, cuando la palabra récord se repite día a día y es portadora de muy malas noticias. Récord de contagios, récord de casos activos, récord de personas en cuidados intensivos, récord de fallecimientos. Un panorama funesto. Como suele ocurrir cuando todo se complica, la primera reacción de los fanáticos, que hoy tienen en las redes un escenario de lujo, fue echar culpas a los de la vereda de enfrente. Pero agotada la hora de esa estupidez otros se tomaron el tema mucho más en serio y empezaron a evaluar medidas para revertir el incremento considerable de casos de Covid-19.

    Lo hicieron desde el gobierno al anunciar en la noche del martes 1º la vuelta al teletrabajo en las oficinas públicas, la suspensión de los deportes bajo techo y el cierre de bares y restaurantes a la medianoche, entre otras medidas. También desde el Frente Amplio, con la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, como abanderada, informando un día antes que se revisarían todos los permisos brindados por la intendencia para eventos y actividades públicas.

    Está muy bien que eso ocurra. Era muy necesario que se retomara la senda restrictiva antes de que fuera demasiado tarde. Pero no es suficiente. Lo que hace falta es un golpe de efecto mucho más grande. Lo que se necesita es algo como lo provocado con el impuesto a los funcionarios públicos. No sería una mala idea reinstalar esa medida o alguna de similar proyección.

    La mayoría de la población debe asumir que los momentos actuales son muy complicados y que pueden venir peores. La mejor forma de sobrellevarlos es que las personas a cargo de manejar la situación estén dispuestas a sumarse a los sacrificios generales para que la mejoría sea más rápida. El ejemplo siempre funciona, y más si llega de los que tiene que llegar.

    Por supuesto que reinstalar un impuesto no es una medida simpática de adoptar. Me imagino que no debe haber sido nada fácil para Lacalle Pou y su equipo resolver hacerlo en marzo y que muchos habrán quedado disconformes, por más que en público lo halagaron o al menos se mantuvieron en silencio. Pero tuvo resultados concretos. Capaz que por eso fue necesario aplicarlo solo dos meses.

    En junio, cuando Arbeleche anunció en conferencia de prensa que el impuesto se cobraría solo en abril y mayo y no se postergaría dos meses más como habilitaba la ley, informó también que había permitido recaudar alrededor de US$ 8 millones. Lo hizo en momentos en que los casos positivos de coronavirus no superaban la decena por día y la economía se había vuelto a activar. Y casi nada más comentó ese día al respecto.

    Es más, Búsqueda realizó poco después un pedido de acceso a la información pública para saber cuánto habían aportado los distintos contribuyentes del impuesto transitorio y la respuesta del Ministerio de Economía, que llegó a fines de julio, fue muy escueta. No dio ningún dato relevante. “Se trata de información dinámica y aún estamos inmersos en la emergencia sanitaria”, señaló la contestación oficial, y agregó que se “rendirá cuentas de lo actuado ante la Asamblea General”. El ministerio sigue informando, mes a mes, en qué se gasta, aunque sin mucho detalle.

    Ese no es el camino. No ayuda a crear esa conciencia generalizada de la gravedad del problema ni a mostrar un gobierno comprometido con la búsqueda de una salida. Hasta ahora igual no era un problema tan relevante, pero la situación cambió. Hoy, la economía está dando señales negativas, las fronteras permanecen cerradas ante la llegada de la temporada turística, muchos seguros de paro se mantienen y el mundo desarrollado se ha transformado otra vez en un volcán en erupción. Nada lleva a pensar que los próximos meses serán mejores, sino todo lo contrario.

    Entonces, combatan las aglomeraciones, prohíban las fiestas masivas, sugieran reducir al máximo los contactos, limiten los restaurantes, bares, clubes y todo lo que sea necesario por un tiempo, pero pongan también parte de sus ingresos a disposición de los que más lo necesitan, como lo hicieron en abril y mayo, y expliquen al detalle qué se hace con ese dinero. Es la forma de que todos sientan que están dando la misma pelea. Solo así hay posibilidades de ganarla.