Río de Janeiro. (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Aunque sea difícil notarlo a simple vista, Dilma Rousseff y Aécio Neves tienen varias cosas en común. Ambos nacieron en Belo Horizonte, son economistas de formación, pertenecen a partidos que han gobernado Brasil en las últimas dos décadas, prometen mantener las políticas sociales vigentes y, por cierto, ambos disputarán mano a mano la presidencia de su país en la segunda vuelta electoral del 26 de octubre, tras el súbito desplome de su rival Marina Silva en el primer turno del domingo pasado. Sin embargo, los balotajes nunca giran en torno a similitudes sino a discrepancias. Y en esto la actual presidenta y el candidato opositor tienen su principal desacuerdo en la conducción económica y comercial, una categoría en la que entra definitivamente el Mercosur.
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Rousseff, que obtuvo 41,6% de los votos el domingo, defiende las políticas que su Partido de los Trabajadores siguió desde el gobierno en los últimos 12 años que en política exterior dan prioridad a los vínculos de Brasil con sus socios del Mercosur y la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), donde tiene un liderazgo innegable aunque discreto. Su reelección garantizaría así la continuidad de lo que ha realizado desde que asumió la presidencia en 2011, sin grandes virajes.
En cambio, el socialdemócrata Neves, que contra todo pronóstico logró 33,5% de los votos en la primera vuelta, propone “flexibilizar” las reglas del bloque que su país integra junto con Uruguay, Argentina, Venezuela y Paraguay. Su objetivo es que Brasil pueda entablar acuerdos comerciales con naciones desarrolladas y de Asia, sin depender de la voluntad de sus aliados regionales. Según analistas, esto significaría abandonar la idea del Mercosur como una unión aduanera y conformarse con una zona de libre comercio, que otorgue mayor libertad y menos compromisos formales a sus miembros. Todo un cambio.
La cuestión está lejos de ser un tema central del debate electoral brasileño. Pero el peso decisivo de este país y la incertidumbre sobre lo que decidirán sus 142,8 millones de votantes en tres domingos, más allá del favoritismo con que parte Rousseff, ha puesto en el limbo a un Mercosur ya debilitado por las chicanas comerciales y los problemas económicos de sus principales miembros. La coincidencia de esta elección con los comicios en Uruguay aumenta todavía más la relevancia del 26 de octubre para el devenir del bloque.
“Nadie va a resolver absolutamente nada (hasta esa fecha) y el futuro del Mercosur dependerá de quién sea el próximo presidente de Brasil, y también de Uruguay”, dijo Gustavo Segré, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Paulista y socio de Center Group, una consultora especializada en comercio regional. “El secreto va a estar a dónde mire Brasil”, agregó en diálogo con Búsqueda.
Polarización
Todo indica que el inesperado ingreso de Neves al balotaje brasileño se plasmó en la semana previa a la votación del domingo. Hasta el viernes todas las encuestas daban tercero al ex gobernador de Minas Gerais y candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), aunque creciendo. En cambio la ambientalista Silva sufría una caída vertiginosa en las encuestas, de más de 15 puntos en un mes, por sus propios errores e inconsistencias, las duras críticas de sus rivales y las tensiones que surgieron en su alianza con el Partido Socialista Brasileño (PSB) tras la muerte de su compañero de fórmula y candidato presidencial Eduardo Campos en un accidente de avión en agosto. El sábado los sondeos finales anticiparon por primera vez que podía quedar tercera.
En el último debate de la campaña, organizado por la Red Globo el jueves 2, Neves mostró una solidez que le había faltado previamente, fustigando a Rousseff por las denuncias de sobornos en la petrolera estatal Petrobras y la conducción de la política económica, mientras Silva aparecía apagada y por instantes enredada al responder ataques de adversarios. Alexandra Gewehr Pontes es una de los tantos brasileños que pensaban votar a la exministra de Medio Ambiente y tras el debate decidieron apoyar a Neves. “Aécio tiene más chances de ganarle a Dilma”, explicó esa funcionaria pública de 44 años tras votar el domingo.
Silva logró finalmente 21,3% de los votos, apenas un punto y medio más que lo que había obtenido en 2010. Pero su electorado ahora va a inclinar la balanza hacia un lado u otro. La ex candidata ha dicho que anunciará este jueves cuál es su opción para el balotaje. El diario “O Estado de S.Paulo” anticipó al inicio de la semana que apoyaría a Neves a cambio de compromisos en temas como el fin de la reelección y la reforma tributaria. “Brasil señaló claramente que no concuerda con lo que hay”, dijo Silva la misma noche del domingo, en lo que muchos entendieron como una primera señal de respaldo a Neves. Sin embargo, aun si eso ocurre, es improbable que sus votantes la sigan en masa: una parte es de centro-izquierda y tiene más afinidad con Rousseff, otra parte busca una renovación política y es reacia a endosar un candidato del “establishment”.
El descontento con la clase política en general, que alentó las manifestaciones masivas del año pasado, fue notorio en el escrutinio del domingo. Las abstenciones llegaron a 19,3% (el mayor nivel registrado desde 1998) mientras los votos en blanco sumaron 3,8% (más que cualquiera de los otros ocho candidatos menores) y los anulados fueron 5,8%.
El pulso entre Rousseff y Neves por los votantes de Silva ya ha comenzado, y promete ser duro: un nuevo capítulo de la misma polarización política que Brasil ha tenido desde los ’90. La presidenta votó mejor en el noreste del país, sobre todo en las ciudades con mayor cobertura del programa de asistencia para personas de bajos recursos Bolsa Familia (su votación promedio allí fue de casi 78% según el diario “Folha de S.Paulo”). Neves tuvo su mejor desempeño en los estados del centro-oeste y sudeste, incluido el populoso São Paulo.
La misma noche del domingo, Rousseff comenzó a dirigir sus baterías contra su rival y advirtió sobre el riesgo del regreso de los “fantasmas del pasado, aquellos que quebraron al país tres veces”. Neves respondió al día siguiente que más temor generan los “monstruos del presente” como la inflación alta y la corrupción. Y ese fue apenas el comienzo.
Es la economía...
Diversos especialistas creen que, más allá de los fuegos artificiales de cualquier campaña, Rousseff y Neves representan dos opciones distintas de gobierno en materia económica, con la presidenta más proclive a la intervención estatal en la economía y el opositor más volcado al mercado. “Son candidaturas muy distintas”, dijo Carlos Pereira, profesor de políticas económicas y públicas en la Fundación Getúlio Vargas, una prestigiosa universidad brasileña.
Aunque destacó que Neves promete mantener los programas de inclusión social impulsados por el PT desde la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva en 2003, que según el gobierno han permitido sacar a 36 millones de la pobreza extrema, Pereira notó que el socialdemócrata tiene “una preocupación más grande con el control inflacionario, el crecimiento económico y el gasto público”. Su ministro de Hacienda sería Armínio Fraga, quien presidió el Banco Central durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso.
La señal inequívoca de que el mercado apuesta por Neves surgió el lunes, cuando su ingreso al balotaje provocó un alza de 4,7% en la bolsa de São Paulo y el dólar cayó 3,5%, aunque luego se recuperó algo.
En procura de contrarrestar esto, el PT puso esta semana al jefe de gabinete de Rousseff, Aloizio Mercadante, a cargo del debate económico durante el balotaje. La mandataria ya había indicado que para un seguro mandato suyo dejaría el cargo su actual ministro de Hacienda, Guido Mantega, con quien Brasil entró en recesión técnica en el primer semestre de 2014 y ha sumado cuatro años seguidos de débil crecimiento (el FMI cortó esta semana un punto porcentual su previsión de crecimiento anual para el país, que ahora está en 0,3%).
En medio de este escenario, las propuestas de ambos candidatos en materia de política exterior difieren considerablemente. La de Rousseff señala que “la prioridad de América del Sur, América Latina y el Caribe se traduciría en el empeño de fortalecer el Mercosur, la Unasur y la Comunidad de los Países de América Latina y el Caribe (Celac), sin discriminación ideológica. Brasil buscará antes que todo la integración de la región, por medio del fomento del comercio y la integración productiva”.
La mandataria fue cuestionada sobre esta estrategia, que incluye fuertes inversiones en Cuba, durante uno de los debates de campaña. Y dijo que su país “asume la responsabilidad de ser la mayor potencia regional” latinoamericana, lo que a su juicio ofrece oportunidades a sus empresas. “Brasil antes miraba a los países desarrollados y ahora mira a América Latina, Africa y tiene relación con los BRICS”, dijo en referencia a las potencias emergentes como China, Rusia e India.
Por el contrario, la propuesta de Neves dice que su gobierno revisará las “prioridades estratégicas” de política exterior y dará “atención especial a Asia, en función de su peso creciente, Estados Unidos y los otros países desarrollados”. También señala que definirá una “nueva estrategia de negociaciones comerciales bilaterales, regionales y globales, para poner fin al aislamiento de Brasil, priorizando la apertura de nuevos mercados”. Y respecto al Mercosur, afirma que se encuentra “paralizado y sin estrategia”, por lo que plantea “recuperar sus objetivos iniciales y flexibilizar sus reglas a fin de poder avanzar en las negociaciones con terceros países”.
“Eso probablemente sea retrotraer al Mercosur a una zona de libre comercio”, sostuvo Segré.
Aunque la cuestión difícilmente se coloque entre los principales temas de la campaña brasileña, el balotaje Rousseff versus Neves parece ser mucho más relevante para el Mercosur que varias de las pomposas cumbres presidenciales que el bloque ha celebrado en los últimos tiempos.
Fuera de Fronteras
2014-10-09T00:00:00
2014-10-09T00:00:00