N° 1871 - 16 al 22 de Junio de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa última edición de Búsqueda incluyó algunos artículos que invitan a desafiar el clima invernal y hacer un paseo por Montevideo. La recorrida puede ser iniciada en Paysandú y Av. del Libertador. Allí está Ancap. Y, entre sus múltiples oficinas, gerentes y empleados, está la Gerencia portland. El ciudadano-paseante descubrirá en esa Gerencia que durante los últimos 15 años, Cementos del Plata, la subsidiaria de Ancap dedicada a fabricar cemento Portland, acumuló pérdidas por más de U$S 200 millones y que más del 50% de ese desastre ocurrió durante el gobierno del ex presidente José Mujica (2010-2015). El vicepresidente Raúl Sendic —presidente de Ancap durante casi todo ese período— metió decenas de millones de dólares en las plantas de Minas y Paysandú con el portentoso proyecto de venderles cemento a Argentina, Paraguay, Bolivia y Venezuela. Obviamente, fracasó. En 2015, la competidora privada de Ancap, Cementos Artigas, ganó U$S 25 millones; Cementos del Plata (la “nuestra”) perdió U$S 27 millones (Búsqueda, pág. 11).
Ya entrando en calor al comprobar que todo ese montón de plata perdida será cubierta con el dinero que el gobierno le sacará de su bolsillo mediante fiscalazos y tarifazos —pero no parando la sangría de Cementos del Plata—, el ciudadano-paseante puede subir al 115 y en menos de 6 minutos llegar a Rincón 575. Allí está el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Si pregunta, en una de esas averigua que el ministro se reunió a comienzos de junio con la Dirección y todos los gerentes de AFE, preocupado por “afinar la puntería” porque en materia ferroviaria están “lejos de las metas”. Cuando les preguntó —a directores y gerentes, no al portero— cuánto costaría correr un tren de pasajeros, nadie supo decirle. El ministro los rezongó: tienen que saber cuánto invierten y “justificar claramente” en qué “se gasta el dinero” porque el subsidio del Estado gracias al cual AFE se mantiene abierta con cientos de empleados semidesocupados debe tener “una causa”. De otro modo, les advirtió, tal vez el subsidio no dure “toda la vida”. En 2015, el ferrocarril estatal (no hay otro) registró el nivel más bajo de carga de los últimos años: 821.993 toneladas; en 1948 transportaba 1.500.000. Y entre enero y abril de 2016, los enclenques vagones de la fantasmal AFE cargaron 118.591 toneladas menos que en el primer cuatrimestre de 2015. Entre 2010 y 2015, AFE perdió U$S 121 millones (Búsqueda, página 18).
Habiendo visto otra operación ruinosa que se mantiene en el tiempo, sufragada con impuestazos y tarifazos que siempre lo afectan a él, el ciudadano-paseante ya puede sacarse el sobretodo. Está bastante caliente. El paseo sigue a bordo del 124, que en 18 minutos lo acerca a los edificios de UTE y Antel. Si entra a cualquiera de los dos —aunque también pudo escucharlo antes en su visita a Ancap— quizá encuentre a un grupo de empleados leyendo que Uruguay es el país peor calificado por la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) a raíz de la calidad del gobierno corporativo de sus empresas públicas. Un informe del Centro de Economía, Sociedad y Empresas del IEEM constató que si en Ancap, UTE y Antel sus presidentes tienen antecedentes en materia de dirección de empresas, eso impacta positivamente sobre los resultados operativos: 15% sobre los ingresos cuando eso ocurre contra 2% cuando los presidentes nunca dirigieron siquiera un quiosco. Era medio obvio, pero ahora está medido: políticos fracasados (o esperanzados en hacer carrera) al frente de una empresa pública que mueve miles de millones de dólares son garantía de mala gestión. Mala gestión que no pagan los políticos sino que, otra vez, la pagan los ciudadanos-paseantes con impuestazos y tarifazos. Por ejemplo, la carrera política del vicepresidente Sendic ya costó al menos 1.000 millones de dólares a los bolsillos de la gente (Búsqueda, página 20).
Al salir de Antel, el ciudadano-paseante ya no tiene nada de frío. Casi siente fiebre. Y sigue su recorrido abordando el 582, que en 17 minutos lo deja a tres cuadras de Solano García 2575. Allí está la sede de Alas Uruguay. Tal vez alguien de la “cooperativa aérea” se sincere con el ciudadano-paseante y le cuente lo que pasa con este emprendimiento tan peculiar, dirigido por los ex empleados de Pluna. La vieja Pluna dejó de volar el 5 de julio de 2012 pero los empleados que se quedaron siguieron cobrando uno de los seguros de desempleo más extendidos de la historia (pagado, como siempre, por el ciudadano-paseante). Durante el período del ex presidente Mujica, Pluna perdió decenas de millones de dólares. Y el Estado (esto es, todos los demás uruguayos), además de pagarles un seguro de paro especialísimo, regaló a los ex empleados U$S 15 millones. Ese dinero prácticamente ya se evaporó. Los ex empleados acusan a la Dirección Nacional de Aviación Civil e Infraestructura Aeronáutica (Dinacia) por las demoras en otorgarles la necesaria certificación para empezar a volar. Pero el comandante de la Fuerza Aérea, general Alberto Zanelli, declaró que la Dinacia “hizo todo lo que pudo, flexibilizó todo lo que pudo para que el proyecto de Alas Uruguay saliera adelante”. Es más: en la Dinacia dicen que uno de los principales motivos del retraso para la certificación fue el estado de los aviones de Alas Uruguay. Uno de ellos fue presentado con el motor izquierdo sin papeles “ni registro ni nada. Entonces, no sabés si voló una hora o un millón de horas. No sabés si cuando lo arranques va a explotar o no”. Nada menos (Búsqueda, pág. 19).
El paseo hubiera podido seguir por todas las oficinas públicas para que el ciudadano-paseante saludara a cada uno de los 43.134 funcionarios que ingresaron al Estado durante el período 2010-2014 para engordar aún más al elefante burocrático de casi 300.000 individuos que asfixia las actividades económicas. Pero el ciudadano-paseante tenía suficiente: ya había juntado en ese paseo de un par de horas mucho más que los U$S 500 millones del fiscalazo anunciado por el ministro Danilo Astori. El mismo Astori que el 1º de junio había dicho en París (no en Montevideo, en París) ante la OCDE (no ante el Secretariado Ejecutivo del Frente Amplio ni el PIT-CNT, ante la OCDE) que existe un “espacio público no estatal en el que muchas actividades de interés nacional pueden funcionar mucho mejor distanciándose de las rigideces del aparato estatal, siendo reguladas por el Derecho Público o aun el Privado cuando fuere necesario”; y que “hoy en día, la matriz Estado-céntrica se agota”. ¿No se enteraron, muchachos?
Ayer miércoles, políticos de la oposición dieron algunos números sobre la desaprensión en el manejo de los dineros públicos que motivó los tarifazos y los impuestazos. El ex presidente Jorge Batlle afirmó que Ancap malgastó U$S 1.395 millones durante la gestión de Sendic. El diputado Gustavo Penadés dijo que la actual presidenta de Ancap ganaba 400.000 pesos mensuales (más que un ministro de Estado) en Gas Sayago, una empresa del Grupo Ancap. Y el senador Luis Lacalle Pou cuantificó que si no se cubre la mitad de las bajas anuales en el Estado, si caen de modo importante los 15.000 contratos que había a diciembre de 2014, si por mejora de gestión bajan 11% los gastos de funcionamiento y si se ajusta apenas 4,5% el presupuesto de U$S 8.000 millones de las empresas públicas, el gobierno conseguiría un ahorro de U$S 560 millones anuales.
No son cifras antojadizas. Se puede hacer sin subir un solo impuesto. Pero el gobierno tiene que decir acá —y no en París ni ante la OCDE sino de frente al PIT-CNT y a la “fuerza política”— que “la matriz Estado-céntrica” se terminó. Y obrar en consecuencia.
Si no lo hace, allá él. Pero que luego no se queje cuando los ciudadanos multipliquen este tipo de “paseos” y adviertan cómo los esquilman injustamente. Tarde o temprano, la ira del soberano caerá sin piedad sobre los que esquiven el bulto.