N° 1976 - 05 al 11 de Julio de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¿Difícil? Sí; como podía esperarse. ¿Dramático? Sí; como podía esperarse. Pero Uruguay derrotó a Portugal y ya está entre los mejores ocho equipos del torneo: ¡también como podía esperarse! Aunque, claro está, metiendo y sufriendo, como siempre.
Esta secuencia de notas semanales implica que el análisis de un partido jugado varios días antes deba referirse más a consideraciones generales que a episodios puntuales en él ocurridos. Así, lo primero es señalar que —al igual que en sus últimas actuaciones en este tipo de torneos— el rendimiento de la Selección ha ido de menos a más, a medida que su integración se fue modificando para corregir ciertas falencias observadas en partidos anteriores. En este sentido, el loable propósito de Tabárez de dotar de un mayor volumen de juego al mediocampo, no prosperó como se esperaba, optando finalmente por apelar a Lucas Torreira —el último futbolista que convocara— quien fue una réplica del mejor Arévalo Ríos de Sudáfrica (ambos solo miden 1,68 m), batiéndose a brazo partido con los generadores de fútbol del rival, y, de paso, incomodando a Cristiano Ronaldo cuando este bajó algunos metros, para proyectarse hacia el arco de Muslera; todo ello, entregando siempre la pelota al compañero mejor ubicado.
A ese mayor equilibrio en esa zona vital se sumó el siempre eficiente trabajo del triángulo final, reduciendo a su mínima expresión el temible fútbol aéreo de la promocionada estrella lusitana, y el despliegue mancomunado de nuestra gran dupla goleadora, en especial de quien fuera la figura excluyente del partido: Edinson Cavani (a propósito, su primer gol será recordado por mucho tiempo, por ser un asombroso “tuya y mía” con Luis Suárez, hecho a 40 metros de distancia, uno del otro). Además, los goles llegaron en el momento justo: uno, en los primeros minutos, para marcar presencia en el partido, y el restante, apenas después del transitorio empate de Portugal, de modo de abortar su reacción y asegurar nuestro triunfal tránsito hasta el final del partido.
Esta justa victoria (frente al último campeón de Europa), que nos ha permitido acceder a los cuartos de final del campeonato, no ha hecho sino ratificar lo ya dicho —en esta misma columna— incluso antes de su inicio: que esta selección contaba con reales posibilidades de poder pelear por el título en disputa.
En cuanto al torneo en sí, como lo anticipara el Maestro Tabárez, las sorpresas han estado a la orden del día. Mientras Uruguay sigue invicto en su marcha, ya han debido emprender el viaje de regreso varios de los supuestos “favoritos”. Primero fue Alemania, el actual campeón, humillado por México y Corea del Sur; después fue el turno de Argentina, sumida en un descomunal caos interno, con un pálido empate inicial frente a Islandia, y luego sucumbiendo sin levante frente a Francia; y, por último, el adiós de España, ajusticiada en la definición por penales frente a Rusia, a la que sitió todo el tiempo, en su propio campo, con un toqueteo del balón tan insistente como anodino. Y como directa consecuencia de estos inesperados traspiés, los dos mejores jugadores de la actualidad, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, han dejado servido su cetro vacante a Neymar, al prometedor Mbapée, al zaguero goleador Yerry Mina o a alguna otra figura que asome su cabeza, en lo que aún resta del torneo (podría ser, incluso, que se repitiera lo del Mundial de Sudáfrica, y fuera un uruguayo el elegido).
De los ocho equipos en carrera (seis europeos y dos sudamericanos), es Brasil el que nos parece mejor posicionado. Su actual técnico Tité lo ha sacado del marasmo de su rotundo fracaso en el anterior Mundial, jugado en su propia casa, y a la clase indiscutible de Neymar se suman algunos atacantes nuevos de gran habilidad y rapidez, como William y Jesús, bien respaldados por Casemiro y Coutinho. Otro equipo que ha demostrado su valía ha sido Bélgica, aunque sufrió más de lo esperado ante Japón, pasando a cuartos de final en el último suspiro del partido; tanto como debió padecer Inglaterra, para lograr derrotar a Colombia, recién en el postrero desempate por penales. Croacia ha tenido altibajos, Suecia no nos llega a convencer, y Rusia ha llegado más lejos de lo que razonablemente podía esperarse.
Mañana viernes, Uruguay se juega su destino contra Francia; lo que en modo alguno implica que no pueda quedarse con la victoria. Es que, a la luz de lo observado hasta la fecha, no existe ningún rival que no esté, potencialmente, al alcance de nuestro equipo. Ello, claro está, sin perjuicio de los imponderables que siempre pueden presentarse en este tipo de justas. Así, la ausencia de Cavani (figura monumental en el último partido ante Portugal), si es que se confirma, puede afectar seriamente nuestras posibilidades, por su gravitación indiscutible en la zona de definición, pero también por su pródigo despliegue auxiliando a nuestros volantes. Y aunque en el desarrollo de las Eliminatorias ha podido suplirse su ausencia —lo mismo que la de su compadre Luis Suárez— cuando faltó alguno de ellos, en un partido por un Mundial, nuestra selección cayó invariablemente derrotada (lo que, en modo alguno, puede verse como un mal presagio).
¿Cómo suplir a Cavani? La reconocida sapiencia del Maestro lo dilucidará de la mejor manera. Stuani aparece como su suplente natural. Ello ya se vio ante Portugal, cuando aquel debió retirarse lesionado, y otro tanto ya había ocurrido en alguna oportunidad anterior. Aunque quizás, el técnico pueda sorprender con alguna otra alternativa. Acaso, la presencia de Cristian Rodríguez, o el ingreso de Urretavizcaya, generando una vía rápida por alguna de las puntas, que acompañe a Suárez en la tarea ofensiva; o el ingreso de Gastón Silva en el lateral izquierdo, colocando a Laxalt como volante, para intentar replicar el habitual despliegue del ausente, en esa zona.
¿Qué ha mostrado Francia? En su grupo, dos victorias ajustadas ante Australia y Perú, y un empate sin goles con Dinamarca. En su reciente victoria —ante una desvencijada Argentina— exhibió un tránsito muy veloz y efectivo de la defensa hacia el ataque (con un descollante despliegue de su juvenil estrella Mbappé), pero también serias deficiencias defensivas, al punto que su desteñido rival le convirtió tres goles, y estuvo un rato por encima suyo en el tanteador.
Cierto que con Cavani en la cancha sería otra cosa. Pero igual no descarto que ese puñado de corazones celestes pueda darnos una nueva satisfacción, colocándonos un paso más cerca del ansiado título (en lo que vendría a ser su cuarta victoria al hilo frente a selecciones europeas, si se cuentan las logradas ante Inglaterra e Italia en Brasil 2014, y la reciente ante Portugal).