En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Nació el 25 de marzo de 1867 en Parma, Italia, y murió a los 89 años, el 16 de enero de 1957 en Riverdale, Nueva York. Su cuerpo fue transportado a Milán, donde se le veló en el foyer del Teatro alla Scala. Durante el velatorio, en la sala del teatro vacía de público, la orquesta interpretó en el escenario la Marcha fúnebre de la Sinfonía Nº 3 Heroica de Beethoven. La procesión al Cementerio Monumental de Milán aglutinó una multitud acongojada, mientras unidos el Coro de la Scala, el Coro del Conservatorio de Milán y el Coro de la Radio Italiana cantaban el Va pensiero de la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi. El hombre así homenajeado por su pueblo era Arturo Toscanini. Él mismo había sido protagonista de una escena idéntica 56 años antes, cuando en enero de 1901 dirigió el Va pensiero en el entierro de Giuseppe Verdi.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Se formó en el Conservatorio de Parma, donde estudió como alumno pupilo desde los nueve años. En 1885 se graduó en violoncello, piano y composición. Sus primeros tiempos de egresado los dedicó a componer hasta que un día escuchó Tristán e Isolda, de Wagner, y comprendió que nunca llegaría a lograr algo así y abandonó la composición.
Trabajó como primer cello y asistente del Maestro de Coro de una compañía de ópera que estaba de gira por América del Sur. En Río de Janeiro, Leopoldo Miguez dirigiría Aída, pero tuvo diferencias insalvables con los músicos y fue necesario encontrar rápidamente un sustituto. La elección recayó en Toscanini, quien con 19 años dirigió la ópera de memoria. Ocurrió el 30 de junio de 1886.
En los años siguientes actuó al frente de orquestas y pequeñas compañías de ópera. Fue ganando prestigio hasta que su debut adquirió ribetes espectaculares cuando en 1895 dirigió en Turín el estreno italiano de El ocaso de los dioses, de Wagner, y en 1896 el estreno mundial de La Bohème, de Puccini. El teatro La Scala de inmediato lo quiso contratar. Las negociaciones demoraron porque Toscanini no quería a nadie por encima suyo y solo dio el sí cuando le aceptaron como director estable, artístico y absoluto: lo contrataron por cinco meses con un sueldo de 2.400 dólares mensuales. Con alguna breve interrupción, estuvo al frente de La Scala hasta 1908. Inauguró la temporada de ópera con Los maestros cantores, de Wagner. En un teatro italiano, una ópera alemana. Así era Toscanini. Fue el hombre que introdujo en Italia no solo a Wagner sino también a Tchaikovsky, a Debussy, a Ricardo Strauss y a Berlioz, entre otros. Dirigía ópera y también hacía música sinfónica.
Hombre de carácter arrollador, poseedor de un ego para algunos intolerable, siendo director artístico de La Scala prohibió los bises en las óperas. Cuando el vehemente público italiano aplaudió de pie al tenor Giovanni Zenatello para que repitiera un aria de Un ballo in maschera, Toscanini, viendo que el aplauso no cesaba hasta que el bis se hiciera, abandonó el teatro y la ópera continuó dirigida por un asistente.
En 1908 lo contrató el Metropolitan de Nueva York con un salario de 5.000 dólares mensuales. Su relación con los músicos de la orquesta pasó por momentos borrascosos debido al temperamento agresivo con que encaraba los ensayos, siempre persiguiendo una exigencia de perfección que no todos podían aguantar. Al volver a su patria puso el acento en la recuperación de La Scala, que cerró en 1917. Logró la reapertura en 1921 y permaneció a su frente hasta 1929. En esas ocho temporadas dirigió 460 representaciones de más de 40 óperas, entre ellas el estreno póstumo y mundial de Turandot, de Puccini. Una época de oro para la ópera como arte verdaderamente popular.
Aunque sentía simpatía por ciertas posturas supuestamente socialistas del Mussolini inicial, en 1929, cuando constata su viraje a la extrema derecha, decide abandonar Italia y vuelve a Nueva York, contratado por la Filarmónica de esa ciudad. Ahora el salario es de 110.000 dólares por 15 semanas, un récord absoluto si se tiene en cuenta que estamos en plena Gran Depresión. En 1930 realiza una gira europea con esa orquesta y en Bolonia es atacado a la entrada del teatro por jóvenes camisas negras por haberse negado a dirigir una versión grabada de Giovinezza, el himno fascista. Se va indignado de Italia y continúa su gira europea. Dirige conciertos en Berlín provocando el asombro de crítica y público. Un crítico alemán escribe: “El entusiasmo de Berlín fue de tal magnitud que nos hizo temer por el arte alemán, por el prestigio de la cultura musical alemana. Nos preguntamos si un Blech (León), un Kleiber (Erich), un Klemperer (Otto) habrían provocado un delirio semejante en Italia si hubieran ido allá al frente de la Ópera de Berlín. No. Porque estos tres directores juntos no logran formar un Toscanini”.
Conversaciones iniciadas en 1930 con Sigfrido Wagner, hijo de Ricardo, dan su fruto en 1931, año en que Toscanini es invitado a dirigir en Bayreuth, hasta entonces un templo para directores alemanes. Dado el honor que significa la invitación, se niega a cobrar. Dirige Tannhauser, Parsifal y Tristán e Isolda. Vuelve a Bayreuth en 1933, pero al constatar lo que es el nazismo se va de Alemania y no vuelve nunca más.
Luego de un breve pasaje por Italia donde sufre espionaje —intervención de línea telefónica e interceptación de correspondencia— se va a Salzburgo invitado para la puesta de La flauta mágica. Como gesto antinazi viaja a Israel a dirigir la Orquesta Sinfónica de Palestina (hoy Filarmónica de Israel), formada con músicos que habían huido de Alemania, y se rehúsa a cobrar honorarios. Con la anexión de Austria a la Alemania nazi deja de visitar Salzburgo y en su lugar se va a la Suiza neutral, donde dirige una orquesta de refugiados judíos para el Festival de Lucerna.
En 1937 vuelve a EEUU con la idea de retirarse cuando la National Broadcasting Corporation le propone formar una orquesta radial con músicos seleccionados por él y preparados por Artur Rodzinski. El contrato inicial es por 10 conciertos con una paga de 4.000 dólares cada uno. La vinculación duraría 17 años. A partir de 1948, los conciertos también se emitieron por televisión. Toscanini se retira en 1954, a los 87 años.
Una idea de su prestigio internacional lo da el siguiente calendario de sus giras: 1910, lleva la Orquesta del Metropolitan Opera a París; 1920, lleva la Orquesta de La Scala a EEUU; 1930, hace una gira europea con la Orquesta Sinfónica de Nueva York; 1940, viene a Sudamérica con la Orquesta de la NBC (y llega a Montevideo); 1950, con la orquesta de la NBC hace una gira por el interior de EEUU.
El prestigioso James Levine, director musical de la ópera del Metropolitan, ha dicho: “Mientras muchos directores se concentraban en repertorios nacionales de la música de su país, Toscanini hizo un vastísimo repertorio internacional. Fue indiscutiblemente el director más importante del siglo XX porque levantó los estándares de la producción e interpretación de óperas, con gran refinamiento técnico e intensidad emocional. No podemos entender la música en general como se hace hoy, sin la existencia de Toscanini”.
Los músicos que trabajaron con él le temieron y amaron al unísono. Su carácter explotaba en los ensayos cuando las cosas no salían como él quería. Pero fuera del podio era otra persona con sus músicos: afable, abierto a sugerencias, generoso en el consejo y a veces hasta en la ayuda económica. Como profesional tenía bajo perfil; no era para nada afecto a la publicidad ni a las entrevistas.
Tenía una fabulosa memoria y también era muy corto de vista. En los ensayos se le veía dirigir con una mano y con la otra sostener la partitura cerca de los ojos. Pero en los conciertos confiaba más en su memoria que en su vista.
El libro The Real Toscanini, de Cesare Civetta (Milwaukee, Amadeus Press, 2012), compila una abrumadora cantidad de testimonios de músicos que trabajaron con él. Algunos llaman la atención por su contundencia: “El único problema con Toscanini es que arruinó para el resto de mi carrera a los demás directores con los que trabajé. Ni siquiera soportaba la comparación Bruno Walter, que era famoso por el Mozart que hacía. Walter jamás nos transmitió la emoción que nos daba Toscanini haciendo Mozart. (…) Muchos de los músicos dijeron que se negarían a seguir tocando en orquestas después del retiro de Toscanini. Concretamente, Harry Glantz expresó que preferiría trabajar en una estación de servicio”.
De enorme valor para apreciar el legado de este gran director es la caja de 72 CD y un DVD que Sony Classical editó en 2012 con la colección completa de grabaciones para el sello RCA, hechas en su enorme mayoría con la Orquesta de la NBC entre 1938 y 1954. El repertorio es impresionante: Beethoven, Brahms, Ricardo Strauss, Puccini (La Bohème completa), Verdi (Aída, Falstaff, Otelo y La Traviata completas), Dvorak, Prokofiev, Tchaikovsky, Sibelius, Schubert, Wagner, Mendelssohn, Haydn, Mozart y varios etcéteras. De algunas obras sinfónicas hay más de una versión. La caja trae además un DVD documental sobre la vida del maestro y un librillo de tapa dura de 180 páginas con magníficas fotografías y detalles de fechas, lugares y orquestas de cada una de las grabaciones.
Hoy que accedemos a grabaciones de última generación con absoluta pureza de sonido, vale igualmente acercarse a esta colección de sonido no tan puro pero de una intensidad y un empuje interpretativos que dejan atrás la ingeniería de sonido y ponen el acento en el corazón del oyente. Después de escuchar algunos ejemplos resulta inevitable pensar las cosas que habría hecho este hombre de haber vivido en la época de la alta fidelidad y del sonido estereofónico.