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    Una movida del campo con mensajes a todo el sistema político y cuestionamientos a un “Estado pesado y derrochador”

    Las gotas de sudor le resbalaban por la cara, que estaba ya demasiado roja, demasiado expuesta a ese sol pesadísimo de las tres de la tarde. “Lo que dijo el filósofo francés es innegable”, comentaba con soltura Carlos Bueno, un expeón de estancia oriundo de Tacuarembó, mientras sostenía una bandera de Artigas y señalaba una pancarta con la frase: “Ocuparse del pasado no es otra cosa que ocuparse del presente”. Las palabras son de Juan Bautista Alberdi, pensador y escritor nacido en Argentina y muerto en Francia en el siglo XIX. Bueno hablaba del “gran Alberdi” con el que se le acercara. Había llegado en excursión desde Tacuarembó y mataba el tiempo abajo del escenario, al rayo del sol, esperando por los discursos de la tarde del martes 23, en el que productores rurales y trabajadores vinculados con el campo se autoconvocaron en la Sociedad Rural de Durazno. “Esto lo estoy haciendo por mis nietos. Hay que bajar a Artigas del bronce y aplicar su ideario”, le dijo a Búsqueda, y señaló otra frase de pancarta: “Que lo más infelices sean los más privilegiados”. Sonaban canciones de folklore por los altoparlantes.

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    Cerca de las cuatro de la tarde, la hora prevista para el inicio del evento, la cola de autos y camionetas se extendía desde el Parque de la Hispanidad —en la entrada de la ciudad— hasta el predio rural de Santa Bernandina. Unos siete kilómetros de fila que se hacían a paso de hombre. Es cierto, abundaban las camionetas 4x4. Pero también habían motos, gente en bicicleta, algún tractor, autos de todo tipo. La mayoría llevaba una bandera de Uruguay como único distintivo. Al borde de la ruta, pasando el puente sobre el río Yi, un grupo de apicultores tiraba humo blanco para llamar la atención. Pablo Capdevilla, de la Sociedad Apícola, explicó por qué estaban acompañando la protesta. “Queremos que haya una regulación de los agroquímicos, el glisofato (un herbicida que se usa en los cultivos de soja) está matando miles de colmenas, la miel cayó mucho”, comentó a Búsqueda. “Queremos un combustible más barato, queremos otro dólar, mejorar la competitividad”, añadió después, más en sintonía con la plataforma de los productores rurales.

    Casi a esa misma hora, en el boliche de “Falucho”, un puesto de comida cercano al predio, dos parroquianos —también apicultores— cuestionaban el acto. “¿Cómo lo vamos a apoyar si estos, los grandes estancieros que están pidiendo subsidios, son los que nos están contaminando con el glisofato? Nuestra miel era una de las mejores del mundo, era como la carne”, comentó uno de ellos. Y añadió que veía una “cuestión política” detrás de todo este movimiento. Los dos se excusaron para no dar sus nombres.

    La llegada al predio, de unas cinco hectáreas, era un desahogo después de la trancadera de vehículos en la ruta. El lugar quedaba enorme, sobraba espacio. El sol calentaba el lugar. “No se olviden de hidratarse”, recordaba una voz engolada desde los altoparlantes. Muchos de los asistentes se refugiaban de los rayos solares bajo la sombra de altos árboles de eucaliptos linderos. Otros estaban debajo de sombrillas, con conservadoras, reposeras y manteles con comida. Un día de picnic con miles de banderas uruguayas. Un picnic revolucionario. Y con consignas escritas por todos lados. “Así empezó Venezuela, festejen”, se leía, escrito con pintura, en una camioneta. “Basta de trabajar al pedo”, decía un cartel. “No más delincuencia política. Para afuera políticos inamovibles”, reclamaba otro.

    Varios drones sobrevolaban las cabezas de los asistentes buscando captar imágenes del encuentro y calibrar la dimensión de la concurrencia. ¿Cuánta gente había? ¿10.000, 30.000 personas? ¿50.000? Todos tiraban cifras distintas. Había quienes eran más cautos a la hora de calcular y otros que desbordaban optimismo. “Esto es imponente, emociona. En un día hábil, con el sacrificio de venir hasta acá y perderse un día de laburo”, dijo a Búsqueda el ingeniero agrónomo Guillermo Franchi, mientras se secaba el sudor de la frente y miraba las banderas flameando en el predio. Franchi fue uno de los impulsores de la movida. “Cuando la iniciamos capaz que no esperábamos esto. Hace 15 días éramos unos locos sueltos que estaban bancados por no sé quién, hasta por Donald Trump. Esto no tiene ningún tinte político. Yo no tengo pelo político. No importa a quién vota la gente que está acá. Están acá porque hay un problema, y es general, y es un problema país”, enfatizó. Aseguró que el evento, más allá de la concurrencia, le iba a “demostrar” al presidente Tabaré Vázquez que la protesta iba en serio.

    Según datos de la Dirección Nacional de Policía de Tránsito, recogidos por El Observador, ingresaron y salieron de Durazno 11 camiones, 25 buses y 2.799 autos y camionetas. Los organizadores de la manifestación eludieron hacer público un número de concurrentes, aunque por lo bajo dicen que “no bajó de las 30.000 personas”. Otros productores consultados, más cautos, estimaron que hubo unos 15.000 asistentes. En la previa se llegó a manejar que esperaban hasta 80.000 personas. Habían puesto la vara alta.

    Las mochilas de Blasina y la arenga de Abella.

    Varios dirigentes políticos de la oposición, en su mayoría del Partido Nacional, se dejaban ver entre la gente a la hora de comienzo de los discursos. Todos decían que estaban ahí para “escuchar”. En ese momento se hacía difícil la comunicación por celular. Los mensajes por WhatsApp no se enviaban o llegaban con retraso. Sobre las 17.30 horas se entonaron las estrofas del Himno Nacional. Hubo una solemnidad y emoción que concluyó al grito de ¡Uruguay, Uruguay!

    El primero en hablar fue Federico Holzmann, productor rural de Paysandú que estuvo en el origen de las reuniones informales para organizar la protesta que terminó siendo masiva. “El primer fósforo que encendió las llamas”, graficó el locutor del acto. Le siguió el ingeniero agrónomo Eduardo Blasina, acaso con el discurso más festejado de la tarde. Blasina habló de las 10 mochilas que tiene que soportar el agro. Avisó que ya en 1999 se había advertido que “si el agro se cae, poco tiempo después se cae el país”. Y que lo mismo había pasado 20 años antes. El ingeniero, que había presagiado este encuentro como un “Woodstock rural”, citó a la banda de rock Trostky Vengarán para decir que “siempre todo puede estar peor”.

    El “dólar caído”, de la energía, del estado de los caminos y carreteras, de los salarios, la desvalorización del precio de la tierra, de los impuestos y la contribución inmobilaria, del endeudamiento, de la falta de acceso a mercados internacionales, son algunas de las mochilas que dijo Blasina llevan sobre sus espaldas los productores y empresarios rurales. También habló sobre el gasto público. Señaló que en 2004 se gastaron US$ 3.300 millones en ese sector y que hoy se gasta US$ 17.000 millones. “Es realmente excesivo”, apuntó. La gente respondió a las cifras con un largo abucheo. “¡Bien Blasina nomás!”, gritó uno del público. Casi todo lo que dijo Blasina fue aplaudido con entusiasmo. Excepto su defensa al exministro de Ganadería, Tabaré Aguerre. Dijo que fue una “gran pérdida” su renuncia. Algunos productores se sorprendieron y hasta se molestaron con ese planteo, según pudo saber Búsqueda. Blasina dijo luego al semanario que todo lo que dijo no fue para conformar “a la tribuna”.

    El ingeniero dejó la “mochila del prejuicio” para el final. “Todos escuchamos con dolor, de cuando uno defiende una causa justa se le acusa de tener tal o cual vehículo, de ser un cajetilla. Prejuicios tenemos, yo también los tengo, a lo largo de este proceso se ha ido madurando, acá no hay buenos y malos, esto no es Peñarol contra Nacional”, afirmó. Agregó que Uruguay logró leyes de inclusión, pero que hay que “incluir a los uruguayos rurales que son tan uruguayos como todos los demás”. Dijo que siempre fue “bastante rebelde en algunas cosas”. Y aclaró: “Nunca fui rebelde de Lenin, pero sí de Lennon”. Y evocó la figura del músico de Liverpool para “imaginar”.

    “Imaginemos a donde podemos llegar, imaginemos que podemos exportar el doble de lo que estamos exportando. Eso no tiene partido, no tiene otra bandera que la que está acá. Lo que estamos pidiendo es: denle a la producción nacional una chance”, cerró. “La sacaste del estadio”, le dijo alguien ni bien bajó del estrado. El senador del Partido Independiente, Pablo Mieres, también se le acercó. “No te conocía, quiero saludarte, me pareció muy bueno, muy equilibrado el discurso”, le dijo.

    La parte más emotiva estuvo a cargo del periodista Serrano Abella. Fue un discurso largo, entrecortado porque se quedaba sin voz, y porque además soportó una lluvia intensa durante toda su alocución. Habló de “cuidar” la democracia, reivindicó a la gente de campo, y aclaró que nada de lo que decía era por estar en contra de la política. “Que se entienda bien. No creemos en esos mesianismos que trepan degradando al político. Quien quiera que sea, de cualquier forma que llegue al poder, tiene que hacer política”. Abella cerró su discurso con una arenga muy festejada. “¡Viva el trabajo y los trabajadores! ¡Viva el comercio, la industria, la empresa! ¡Viva el campo! ¡Viva la patria, carajo!”. Bajó del escenario un tanto aturdido. “Me jodí de la garganta, pegué un grito ahí…”, comentó el veterano periodista mientras la gente lo abrazaba, le pedía selfies, le pedía que “no se muera nunca”.

    El Estado pesado y los sueldos inmorales.

    La proclama final estuvo a cargo del periodista rural Jorge Landi. Hubo un capítulo aparte sobre el peso del Estado y la clase política. “Jamás se nos ha hablado de la ineficiencia de los entes autónomos o de la ineficiencia de los administradores, los cuales pueden hacer y deshacer a su antojo, perdiendo y despilfarrando millones y millones”, señaló.

    “Es necesario pensar en un Estado fuerte pero austero, que cuide y controle los recursos públicos; sentimos que tenemos un Estado pesado y derrochador”, agregó.

    Y agregó que es “prácticamente inmoral” que los políticos “cobren sueldos y partidas varias que suman cientos de miles de pesos y nos llena de vergüenza saber que un jubilado cobra 9.500 pesos por mes y el salario mínimo es de 13.500 pesos, y que más del 83% de los productores ganaderos tienen ingresos que no cubren los gastos de la canasta básica”. También se cuestionaron viáticos y partidas de prensa de los legisladores.

    El senador blanco Jorge Larrañaga, que escuchó la proclama en Durazno, dijo a Búsqueda que se hace “cargo” de eso. “Tendremos que hacer los deberes”. El senador nacionalista Álvaro Delgado, señaló que no lo tomó como un cuestionamiento al sistema político sino al costo del Estado.

    El diputado blanco Jorge Gandini cuestionó ese pasaje de la proclama. “Pusieron en el mismo plano de igualdad los grandes problemas —el impositivo, el cambiario, la competitividad—, con las partidas de prensa de los diputados, como para decir: les pegamos a todos, no defendemos a nadie. Creo que eso puso foco en lugares equivocados”.

    El senador Mieres también observó como “despareja” la proclama. Dijo que de aplicarse recortes en los gastos políticos “no se movería la aguja” del gasto total. La senadora frenteamplista Constanza Moreira escribió en su Facebook. Relativizó que haya existido un aumento en el número de funcionarios públicos. “Si se quiere soluciones concretas, habrá negociaciones. Si lo que se quiere es crear un ‘clima’ de cara al 2019, no habrá concreción alguna, y el aire seguirá enrarecido como en estos días”, concluyó.