• Cotizaciones
    viernes 24 de enero de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Wilson y Amodio Pérez

    Sr. Director:

    “Nosotros tenemos las pruebas del pacto a que llegaron Amodio Pérez y algunos oficiales militares para destruir el aparato político (…) con oficiales de las Fuerzas Armadas traicionando a su Patria”, dijo Wilson Ferreira Aldunate el 26 de junio de 1973, horas antes del golpe de Estado que asolaría el Uruguay por 12 años. Sus palabras helaron la sangre de los jóvenes presentes en el acto del cine Grand Prix.

    Recuerdo vivamente y con mucha emoción aquel discurso de mi padre, porque lo había estado acompañando todo el día, a sabiendas de que se avecinaba el Golpe. Por sus primeras palabras la muchachada tomó conciencia desgarrada de que no era esa una movilización más de las que acostumbraba realizar la militancia del Movimiento Por la Patria. Wilson se había estado preparando todo aquel día para enfrentar el Golpe que se consumaría en la madrugada.

    No nos vamos a ver por algún tiempo”, dijo casi al pasar, anunciando que comenzaba una etapa trágica para el país y distintas formas de la lucha política. En esas dramáticas circunstancias, Wilson volvió a denunciar con energía la conspiración de Amodio con los militares golpistas, que se venía gestando desde el último semestre del año 1972.

    Héctor Amodio Pérez, el exguerrillero convertido en confeso colaborador de los militares represores y considerado por sus excompañeros como el principal traidor al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, protagonizó en 1972, junto a oficiales militares, una muy elaborada maniobra desinformativa destinada a preparar y propiciar el golpe de Estado. La conspiración consistía en lograr la publicación de un libro en el que Amodio contaría su versión de la historia de los Tupamaros y pondría en cuestión a los principales dirigentes de la izquierda, del Partido Nacional, especialmente a Wilson Ferreira, e incluso del Partido Colorado, atribuyéndoles vínculos con la guerrilla. De ese modo los partidos de izquierda y los dirigentes democráticos de los partidos tradicionales serían descalificados como “subversivos” por los militares golpistas. Así se hubieran desencadenado múltiples proscripciones de partidos y pedidos de desafuero de parlamentarios, para acelerar la campaña de descrédito del sistema institucional democrático y crear un estado de opinión pública que facilitara el Golpe. La “posverdad” no es una innovación del siglo XXI.

    Es necesario volver a recordar aquellos hechos, porque desde su extraña reaparición pública, casi medio siglo después, Amodio no ha cesado de reiterar en cada una de sus declaraciones su obsesivo encono contra Wilson. Cualquiera sea el verdadero objetivo de su mediática reaparición —que algún día seguramente se aclarará— siempre repite ataques contra la personalidad histórica del principal referente de la lucha política antidictatorial en el pasado reciente del Uruguay. Resulta tragicómico que un conspirador golpista y colaborador con la represión acuse de golpista al vengador de la República.

    Obviamente, Amodio tiene motivos —aunque del todo injustos— para odiar a Wilson, porque el líder nacionalista tuvo un protagonismo esencial, junto a Fasano y otros, en desenmascarar la maniobra golpista, denunciándola en el Senado y ante la opinión pública. La frustración de la conspiración instrumentada por el libro de Amodio provocó que este estuviera a punto de perder el salvoconducto de sus protectores militares para irse del país con una falsa identidad. Su irritación en ese momento debió ser infinita.

    Tengo el deber moral y político como hijo del nuevamente agredido, como ciudadano, como exiliado durante la dictadura militar y expreso político, de responder a los dicterios de Amodio sobre Wilson. Tanto más cuanto otros callan, y alguno hasta califica al personaje como “héroe”.

    La trama que desbarató la maniobra golpista ya ha sido narrada en varias ocasiones. El manuscrito del libro de Amodio le fue entregado al periodista Federico Fasano, queriéndolo involucrar en la aventura. Fasano cuenta que Amodio ”intentó convencer(le) de las bondades del golpe antioligárquico, protagonizado por oficiales nacionalistas de las FF. AA., que detonaría en diciembre con la publicación de sus memorias”. Con mucho coraje, Fasano apostó a la democracia y les entregó copias del libro manuscrito a Seregni, a Zelmar Michelini y a Wilson. Coordinaron entre ellos varias acciones sin que los golpistas (Amodio y sus cómplices militares) supieran que los dirigentes opositores estaban al tanto de la conspiración en curso.

    La prueba documental de que Amodio era el autor del manuscrito la obtuvo el senador nacionalista Dardo Ortiz. Por entonces, el Senado tramitaba el pedido de desafuero del senador Enrique Erro del Frente Amplio, en otro intento del gobierno autoritario para tratar de justificar un golpe de Estado. Para los militares, un testigo clave del caso Erro era el propio Amodio, que habiendo sido citado no había concurrido al Senado. Entonces los militares complotados invitaron a los miembros de la Comisión de Constitución, Legislación y Códigos del Senado a asistir a una unidad militar para allí ver a Amodio.

    Asistió toda la Comisión menos Zelmar Michelini, que al ser informado de que no podrían ingresar los taquígrafos se retiró del lugar antes de entrar. Entre los legisladores presentes estaba el senador Dardo Ortiz con un pesado portafolio. Participé en la reunión, por orden de Wilson, presentándome como secretario de Ortiz. Apenas ingresamos al salón, el coronel Trabal advirtió que no habría más que una breve presentación del detenido para mostrar que, contra todo tipo de rumores, estaba vivo, en Uruguay y en buenas condiciones físicas. Del libro no consideraban que había que aclarar nada, ya que seguía siendo, creían ellos, un secreto bien guardado.

    Amodio entró, se sentó y dijo de mala gana: “Yo soy Héctor Amodio Pérez, acá estoy, no tengo mucha cosa más para decir”. A algunos legisladores de todos los partidos les costaba entender de qué se trataba todo aquello. Pasados unos pocos minutos el coronel Trabal invitó al preso a levantarse… y rompió el silencio Dardo Ortiz, un senador blanco cuya sola presencia imponía una autoridad republicana impresionante.

    “¿Cómo sé que usted es Amodio Pérez? Yo no lo conozco. No sé qué cara tiene. ¿Qué prueba tengo yo de que usted es quien dice ser?”. El prolongado y tenso silencio lo volvió a romper Ortiz. Sacó de su portafolio un papel y un bolígrafo, se lo hizo llegar a Amodio y le ordenó: “Escriba algo”.

    Este escribió dos veces: “Mi nombre es Héctor Amodio Pérez, estamos en una unidad militar”, y se lo devolvió al senador. Ortiz volvió a sacar algo del portafolio: era una copia del libro manuscrito de Amodio. A continuación, hizo tres preguntas: ¿Usted es Amodio Pérez? ¿Usted escribió esta nota en mi papel? ¿Por lo tanto, usted es el autor de este manuscrito que obra en mi poder escrito con la misma caligrafía? Amodio Pérez respondió sucesivamente “sí” a las tres interrogantes.

    Ortiz guardó todo en su portafolio. El coronel Trabal le anunció entonces al senador (aunque supuestamente se estaba formalmente en democracia) que no podría abandonar el local si no devolvía los documentos. Ortiz, con la serena y valiente calma con que hacía todas sus cosas, le hizo, esta vez a Trabal, dos preguntas: ¿Usted sabe que está violando la Constitución de la República? ¿Sabe que yo gozo de inmunidad parlamentaria que le prohíbe a usted retenerme detenido? Trabal respondió con un rotundo “sí” a ambas.

    Recibida la respuesta, Dardo Ortiz se sentó con la mayor paz y paciencia del mundo. Cubrió con sus manos el portafolio y su mirada se perdió en el infinito. Poco después Trabal fue llamado afuera de la sala y al regresar le dijo que podía retirarse.

    La prensa agolpada fuera de la unidad militar escuchó un pormenorizado relato del senador Ortiz, quien luego se dirigió al despacho de Wilson. Allí se celebró su coraje y haber abortado el plan de Amodio y sus secuaces uniformados, a la vez que se descalificaba la acusación contra Erro.

    Como bien señaló Wilson al denunciar la conspiración en el Senado: “Creo que logró frustrarse esa maniobra burda. No sé si tendremos la misma suerte con algunos de sus desarrollos posteriores”. Esas palabras sobre los “desarrollos posteriores” de la maniobra fueron proféticas y lo siguen siendo. La trama golpista continuó y la dictadura se instaló por doce años trágicos.

    Por alguna razón, casi medio siglo después, Amodio Pérez sigue desprestigiando al sistema institucional democrático. Otros, con métodos similares, se dedican también a sembrar el descreimiento en la democracia a lo largo y a lo ancho de toda América Latina. La falsificación de la conciencia histórica, aunque aplicando nuevos medios técnicos, sigue siendo un instrumento fundamental de la reacción antipopular como lo fue la “leyenda negra” contra Artigas. Por eso, conscientes de la trascendencia de la tarea, persistiremos en la defensa de la memoria histórica de Wilson Ferreira y de todas las luchas de nuestros pueblos, con la certeza de que, parafraseando el Evangelio, la verdad nos hará libres.

    Dr. Juan Raúl Ferreira