Yamandú Orsi: fortalezas y debilidades

Yamandú Orsi: fortalezas y debilidades

La columna de Adolfo Garcé

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Nº 2218 - 23 al 29 de Marzo de 2023

La Convención del Movimiento de Participación Popular (MPP), reunida el fin de semana pasado, lanzó la precandidatura presidencial de Yamandú Orsi. No es, precisamente, una sorpresa. Su nombre viene sonando desde fines de 2019. Pero la noticia ofrece una excelente oportunidad para detenernos a analizar su perfil político. Comparto mi lectura de sus fortalezas y debilidades.

La principal fortaleza del actual intendente de Canelones es que es percibido como el candidato a la presidencia con mayor potencial electoral que puede ofrecer el Frente Amplio (FA). Hay muy buenos argumentos para pensar que, de los posibles precandidatos, Orsi es el que está en mejores condiciones de captar el apoyo de los electores centristas, siempre tan exigentes y tan predispuestos a cambiar, y de los votantes del interior del país, tradicionalmente tan esquivos para el Frente Amplio.

Orsi podría captar votos centristas porque, desde marzo de 2020 en adelante, siguiendo los pasos de José Mujica, ha cultivado un estilo político componedor y ha evitado ser arrastrado por el torbellino de la polarización. Sereno, sonriente, midiendo sus palabras, fue dejando con poco espacio a Mario Bergara, que estaba llamado a ocupar ese lugar como heredero “natural” de Danilo Astori y de la tradición seregnista. Mirado de lejos, tiene algo de paradoja: el MPP, el movimiento electoral construido sobre las ruinas del MLN-Tupamaros, sigue fabricando líderes capaces de trascender la ciudadela frenteamplista. Mirado de cerca, no lo es tanto: los tupamaros, incluso en los tiempos de la guerrilla, se las ingeniaban para saltar barreras y tender los puentes políticos más inesperados.

Orsi podría reabrir la puerta del Frente Amplio a los electores del interior que emigraron para el otro bloque en 2019 gracias a su simpatía, a su aire de gaucho bueno y a un estilo discursivo amable, notoriamente alivianado de la carga ideológica y de la retórica tradicional de nuestras organizaciones políticas de izquierda. Orsi conoce muy bien Canelones y su gente. Esta experiencia le brinda una excelente plataforma para aprender a hablarles a los electores de otros departamentos del interior. Va de suyo que si el Frente Amplio no logra incrementar su votación en el interior no podrá recuperar el gobierno nacional.

Ser percibido como carta ganadora es una gran ventaja competitiva hacia la elección primaria. Esto puede generar (de hecho, ya está ocurriendo) una reacción en cadena de los liderazgos de fracciones frenteamplistas. Con Orsi está ocurriendo, para mi gusto, algo parecido a lo que ya vimos entre fines de 2008 y principios de 2009, cuando la mayoría de los grupos del FA se alinearon con la precandidatura de Danilo Astori. El favorito de Tabaré Vázquez era percibido como quien estaba en mejores condiciones de asegurar la continuidad del FA en el poder. Tener en cuenta este antecedente es muy importante, porque conduce directamente al talón de Aquiles de Orsi.

Orsi puede captar mejor que Carolina Cosse electores centristas y del interior del país. Pero no le resultará tan fácil ni ganar la primaria ni, eventualmente, la elección nacional. La principal debilidad de Orsi es que el look sonriente y componedor, el discurso pragmático y moderado, tiene —como siempre, si mi lectura es correcta— una frecuencia de onda algo diferente a la del frenteamplista dispuesto a ir a votar en la primaria. Comparto, en este sentido, el argumento desarrollado por Ignacio Zuasnabar en la edición de Búsqueda del 9 de febrero. Como las elecciones primarias no son obligatorias, participan en ellas los electores que solemos calificar, a falta de un adjetivo mejor, como más “radicales”. Fueron los más “radicales” los que, en la primaria de 2009, prefirieron a José Mujica (que venía prometiendo un “giro a la izquierda”) sobre Danilo Astori (el emblema de la moderación). El corolario del razonamiento es evidente: ¿qué van a preferir los frenteamplistas más “radicales” en 2024? ¿La bonhomía de Orsi o la promesa de revancha de Cosse? ¿Con quién se identifican más? Es decir, para convertirse en el candidato a la presidencia del FA, Orsi debe o sintonizar mejor con los frenteamplistas más “radicales” o lograr que participen en esta elección electores frenteamplistas “moderados”. En suma, su fortaleza, la bonhomía y la moderación son al mismo tiempo su debilidad. Un buen candidato para el balotaje no necesariamente es un buen candidato para la primaria.

El papel de los líderes frenteamplistas, en general, en este sentido, me parece más importante de lo que suele decirse. Me explico. Desde mi punto de vista, cada vez que el presidente del Frente Amplio sacude la cabeza, rezonga y dice que no, contribuye a acentuar la irritación de los frenteamplistas con el gobierno. En esa misma medida, seguramente sin buscarlo, lleva agua para el molino de la precandidatura de Cosse. No comparto, por tanto, el argumento de la “división del trabajo” según el cual algunos critican (como Fernando Pereira) para que otros cosechen (los precandidatos presidenciales). Cada vez que un representante en un ente autónomo, un diputado o un senador levanta el índice, el tono, y confronta con el gobierno, la temperatura del electorado frenteamplista sube y, con ella, la probabilidad del triunfo de Cosse en la primaria.

Orsi tiene, de todos modos, un problema adicional. Es un hecho que no está entrenado en el debate sobre los grandes asuntos nacionales. Desde luego, los temas no le son ajenos. Pero una cosa es tener un punto de vista bien fundado sobre los desafíos del país y otra es tener que polemizar con los principales líderes de los partidos que integran la coalición de gobierno sobre ellos, o salir airoso de entrevistas con periodistas incisivos. Carolina Cosse, Mario Bergara y Óscar Andrade, que participaron en la primaria del FA en la que triunfó Daniel Martínez, tienen más experiencia que el intendente de Canelones. Cosse, su principal rival en la primaria, ocupó durante una década cargos de primer nivel en el Poder Ejecutivo (2010-2019). Las campañas electorales en Uruguay son muy exigentes. Tabaré Vázquez perdió dos elecciones antes de ser electo en 2004. José Mujica tuvo una larga carrera en el Parlamento, como diputado y senador, y fue ministro antes de ser electo presidente. Si supera la prueba de la primaria dando un salto con la izquierda, tendrá que ser capaz de saltar una vara todavía más alta. Y con el otro pie.