No todos saben que Rosario y Montevideo están hermanadas diplomáticamente desde 2013 a través de la intendencia y el Ministerio de Relaciones Exteriores. Su relación concilia estas cuestiones geográficas, de diseño, historia; los mismos valores e ideas, la pasión por el fútbol, la organización política y económica, y una misma cultura.
Buenos Aires sigue siendo el clásico de los uruguayos para una escapadita de fin de semana, pero la ciudad santafesina se posiciona como una buena alternativa.
Rosario siempre estuvo cerca
Aquel Congreso Internacional de la Lengua en 2004, en donde el rosarino —genio del noveno arte— Roberto el Negro Fontanarrosa defendió el uso de las malas palabras, terminó de coronar a la ciudad como buró de convenciones y eventos. Ese mismo congreso fue organizado por Arnaldo Nardone, exdirector de hoteles Radisson del Cono Sur y, además, uruguayo.
Tradicionalmente el fuerte de Rosario era el turismo de conferencias, pero hoy busca restablecer sus atractivos: Por si “tener a las mujeres más lindas de toda Argentina” no fuera marketing suficiente (dicho por más de un lugareño), en esta ciudad nació Lionel Messi. El delantero argentino, que es un gran llamador, sumado a la mística del Mundial y posteriormente Argentina campeón hizo que el número de uruguayos que visitan Rosario se disparara, obligando a EGA, la única agencia de transporte que incluye este destino, a aumentar frecuencias y horarios.
Por tierra se puede llegar a demorar casi ocho horas en llegar, dependiendo del tiempo en la Aduana (Fray Bentos) para cruzar a Gualeguaychú. Por Aerolíneas Argentinas no se tarda más de tres horas si se escoge un vuelo sin escalas.
La ciudad santafesina quiere posicionarse como otro destino de interés para el turismo de compras, además de Buenos Aires. Y lo que tiene Rosario para competir con la capital argentina es esa cercanía en varios sentidos, dada por las cortas distancias dentro de la propia ciudad y entre provincias, además de con Uruguay.
El Puente Rosario-Victoria, oficialmente denominado Puente Nuestra Señora del Rosario, que une la ciudad santafesina con la enterriana. Mientras en Buenos Aires toma por lo menos una hora llegar hasta una playa, en Rosario no se tarda más de 15 minutos en embarcarse hacia una de las islas del Paraná. Y desde cualquier costa se puede apreciar la postal del puente atirantado que une a las provincias de Santa Fe y Entre Ríos. La idea también es vender Rosario como sitio parador, una ciudad donde quedarse si se quiere conocer el interior de Argentina.
Con la Semana de Turismo golpeando la puerta, operadores turísticos y empresarios rosarinos están pensando en propuestas y beneficios exclusivos para los uruguayos. Los centros comerciales preparan vouchers de descuentos de hasta el 30% con solo presentar la cédula, idea propuesta desde la administración de El Paseo del Siglo, el primer shopping rosarino con más de 30 años de trayectoria.
La primera recomendación para que los recién llegados escojan su oferta rosarina favorita es el city tour Ros, un recorrido a bordo del ómnibus turístico con audioguía en varios idiomas. El paseo toma dos horas y consiste en un circuito de 21 paradas por los puntos más conocidos de la ciudad. Una particularidad de este city tour —además de que no existe rosarino que no lo salude por la calle— es su sistema hop off-hop on, que permite al turista subirse y bajarse del recorrido las veces que quiera, en cualquier punto y por el mismo boleto, creando su propio itinerario para descubrir la ciudad a su ritmo.
Compartir la mesa: gastronomía hermana
Más que hermanas o gemelas, Montevideo y Rosario son ciudades siamesas; no comparten el mismo corazón, pero sí otro órgano fundamental: la cultura, por la que tienen en común costumbres y modismos, artistas, deportistas y músicos. La última puntada de este entramado la da la gastronomía, con su renombrada cocina criolla producto de la llegada de inmigrantes de todas partes del mundo. ¿El plato insignia? La parrilla.
Sin embargo, pareciera que los rosarinos se esfuerzan por marcar un poco de distancia, desde dejar la sal en la mesa hasta ponerle salsa ketchup a los sándwiches calientes. No, no es una salsa de tomate gourmet, es llanamente el conocido aderezo de sachet. Su nombre es Carlito —así, sin s, porque los rosarinos se comen las eses—, y nació por 1950 después de que una prueba casera se masificara. El mejor de la ciudad se sirve en el bar El Cairo, histórico escape de bohemios y “fetiche” —así aparecía escrito en una plaquita— del Negro Fontanarrosa. Con reserva previa se puede ocupar la célebre Mesa de los Galanes, donde se dieron las conversaciones en la que el escritor y humorista inspiró su relato homónimo.
Clásico sandwich rosairno, Carlito, servido en el bar El Cairo: un tostado con un revolucionario añadido de kétchup. Además de El Cairo, hay por lo menos tres lugares que merecen mención. El primero, aunque nada sorprendente, es el corredor gastronómico de Rosario, el Paseo Pellegrini, ubicado en la avenida con el mismo nombre. Es tan similar a la dinámica de los mercados de Montevideo que sigue alimentando el parecido entre las ciudades, pero como reúne varias propuestas de menú en un solo lugar es muy conveniente visitarlo.
También hay dos parrilladas que destacan por no separarse de la línea más tradicional: La Estancia, también sobre la avenida Pellegrini, y Escauriza, sobre la calle tocaya en la zona balnearia de la ciudad. El slogan de La Estancia, “auténticas carnes argentinas”, invita a sumergirse en el eterno desafío de definir cuál asado es mejor, si el uruguayo o el argentino.
La diferencia cambiaria no se nota tanto en las carnes rojas como en las parrilladas especializadas en pesca de agua dulce. Para hacerse una idea, en La Estancia, una parrilla completa (para dos o tres personas) cuesta alrededor de 5.300 pesos argentinos, que equivalen a menos de 2.000 uruguayos. En Escauriza, por otra parte, se pueden probar las especies típicas del Paraná como surubí, manguruyú, pacú y boga, por alrededor de 100 pesos uruguayos por posta.
La zona norte es la parte balnearia de Rosario; entre escuelas de paddle un pequeño corredor gastronómico especializado en pesca de río donde se destaca Escauriza. Sin olvidarse de las clásicas cervecerías a los pies del río, las mejores opciones de barcitos se concentran en el que supo ser el centro prostibulario de la ciudad, el barrio Pichincha. Sin importar el día de la semana, todos sus locales están desbordados y sin más espacio en la vereda para sacar mesas afuera. Repletos, pero sin música alta. A partir de medianoche la ciudad se vuelve mucho más estricta con los ruidos molestos, por lo que el vigor del barrio suele tener una muerte temprana, al igual que el centro comercial de la ciudad, que tiene casi todos sus locales cerrados para las 18 horas.
Las cafeterías están por toda Rosario. Se puede apreciar el estilo más vintage de la ciudad en sus fachadas, con toldos rayados y grandes ventanales con el nombre del local en un vinilo adhesivo. Sería injusto hacer una sola recomendación entre tantos clásicos, como La Fazenda, Sablé París, La Fávrika o Café Martínez, solo para una estadía de dos desayunos. Sin embargo, no se pueden pasar por alto las nuevas propuestas. Pura y Consciente es una pastelería de recetas tradicionales que usa exclusivamente “cocina a base de plantas”, término que no está patentado en tierras argentinas. La dueña se apropió de este concepto tras haberlo conocido en un local uruguayo de La Barra, Punta del Este, llamado Sana a Rou, que lo usaba para encontrar una alternativa “amigable” al término vegano. La cocina de Pura, además cruelty free, es libre de gluten, y todas las masas están hechas a base de dátiles y frutos secos.
Una propuesta de primer nivel
Si bien de la costilla más bohemia de la ciudad nació la trova rosarina —una corriente de los años 80 de la que surgieron grandes figuras de la música nacional como Fito Páez o Litto Nebbia—, y Rosario es internacionalmente reconocida por sus artistas, al día de hoy perfectamente también podría serlo por la calidad de sus museos.
El Museo Municipal de Bellas Artes Juan Castagnino propone un recorrido por la historia del arte plástico local a través de pintores como Emilia Bertolé, destacada por sus retratos y autorretratos, y por ser la primera mujer artista reconocida “en un mundo de varones”.
La muestra de retratos de la rosarina Emilia Bertolé en el Museo Municipal de Bellas Artes. Por otro lado, el Museo de Arte Contemporáneo tiene la particularidad de estar ubicado en lo que fue uno de los silos de la ex zona portuaria de Rosario. Su fachada, hoy vestida de colores, forma parte de la postal de la ciudad pero tiene carácter de obra efímera, lo que implica que cada tres años se llama a concurso para su renovación a diferentes artistas locales.
El deporte también es parte fundamental de la cultura rosarina. Es todo un desafío lograr que alguien a quien no le interesa este mundo quede fascinado con un recorrido de una hora a lo largo de cuatro niveles sobre la temática, pero el Museo Santafesino del Deporte lo consigue. Una estructura metálica guarda la historia de los atletas de la provincia, que se cuenta a través de un túnel del tiempo creado a partir de experiencias multisensoriales con diferentes recursos audiovisuales, tecnológicos e instalaciones interactivas que lo convierten en un museo de vanguardia para Latinoamérica.
Museo del Deporte Santafesino, hall de los Juegos Olímpicos. Messi manía
El delantero argentino que consiguió la Copa del Mundo en Catar —que hoy se exhibe en el último piso del Museo del Deporte— no vive en la ciudad desde sus 14 años y solo regresa para las fiestas. Sin embargo, el rosarino promedio sale a la calle con la camiseta y un marcador indeleble en mano, por si se lo encuentra.
Un stand de campeones del mundo argentinos en donde se exhibe la copa de Qatar 2022 en el Museo del Deporte Santafesino. El futbolista no está en la ciudad, pero todos viven como si lo estuviera. No se trata de una presencia física, sino algo más parecido a una espiritualidad creada por todos los Messi que se movieron por cada uno de los lugares que hoy forman el famoso circuito a su nombre: un recorrido por el barrio La Bajada, donde está ubicada la casa materna de La Pulga, el primer club en el que jugó, su escuela y los múltiples murales en su honor pintados por artistas urbanos locales.
La cuadra de Messi en el barrio La Bajada. Al fondo, con banderas argentinas colgando de su fachada, su casa materna. El más grande de todos es el Messi embanderado. Así se llama el mural de 70 metros de largo pintado justo a un lado de una de las primeras torres más altas de Rosario, Aqualina, en donde vive la hermana del capitán de la Scaloneta, María Sol Messi.
La tan vendida hipertermia rosarina por Messi parece agotarse en un par de murales, un paseo y un trastorno obsesivo. No hay monumentos ni souvenirs del delantero. ¿La razón? Una batalla legal contra las marcas que compraron la imagen del jugador en exclusiva para su merchandising, y contra la numerosa familia Maradona. Sus hijos se encargaron de que ser “el número 10” sea marca registrada en Argentina, y por lo tanto, el único que puede utilizar ese título no es otro que el barrilete cósmico de Diego Maradona. La ciudad natal de La Pulga tiene prohibida la utilización de la imagen de Messi, más aún si está vistiendo la 10.
Personalidad propia
No todo son espejismos. Rosario se caracteriza por ser el primer lugar en el que se izó la bandera argentina, en manos de Manuel Belgrano, dirigente de las primeras revoluciones de independencia. Aquel pabellón lo cosió una mujer rosarina, Catalina Echeverría. El hito quedó inmortalizado en el emblemático Monumento a la Bandera, el ágora de los rosarinos, de mármol travertino.
Monumento a la Bandera. Las planadas y el parque a su alrededor son sede de incontables eventos culturales. Cuenta con una torre mirador de 70 metros —del mismo tamaño que el mural de Messi— desde donde se puede apreciar claramente a la ciudad dividida en tres franjas: edificios, verde y agua. Conocido también como La Invicta por el absurdo triunfo de Belgrano —con solo tres cañones— contra el avance español desde el Paraná, no es casual que desde lejos el monumento se asemeje a un barco, representando cómo “la grandeza de la ciudad busca al río”, explican los rosarinos.
Vistas desde la torre de 70 metros de altura. Sin embargo, no hace tanto tiempo que Rosario dejó de darle la espalda al Paraná, convirtiendo “el balcón al río” en parte de la propuesta turística. Con su topografía de barrancos, tiene una rambla muy particular, con mucho verde y poca playa. A diferencia del agua del Río de la Plata que va y viene, el Paraná tiene una corriente única río abajo culpable de arrastrar sedimentos que se van amontonando en forma de bancos e islas inhabitables por otro animal que no sea la mariquita leopardo. Dar un paseo por la rambla es sinónimo de un interminable baile esquivando montones de estos insectos.
Rosario es también un destino muy bien pensado para viajar con niños. Además de contar con muchos parques y plazas, paseos didácticos y espacios recreativos y culturales como La Isla de los Inventos o el Acuario del Río Paraná, la ciudad es la capital nacional del helado artesanal desde 1999. La avenida Pellegrini tiene 10 heladerías en 20 cuadras, que por supuesto forman parte del circuito turístico con más de 100. Cada año, el 10 de noviembre se lleva a cabo la Noche de las Heladerías, con importantes descuentos y la presentación de nuevos sabores. En 2022 el gusto emergente más popular fue el Dulce Scaloneta.
En la calle Córdoba, la heladería Bajo Cero tiene más de 50 años en el rubro y sus dueños son de diferentes generaciones de heladeros. En cuanto a paseo de compras, llama la atención la vocación por priorizar marcas locales por sobre cadenas internacionales. No es que cierren las puertas a estas últimas, sino que el rosarino directamente no consume sus productos. Un ejemplo fue el fallido intento de la familia Messi de instalar una casa Adidas en plena peatonal Córdoba, donde la presencia de Sport 78 —la tienda deportiva local— no lo permitió. Las grandes cadenas argentinas tampoco tienen demasiada llegada. Rosario no tiene Farmacity, y en su lugar hay locales de Simplicity en los que la conveniencia de precios sigue siendo la misma. Esto responde además a un decreto local que dice que los dueños de todas las farmacias y ópticas de la ciudad tienen que ser farmacéuticos u ópticos de profesión, y no empresarios comunes.
La ciudad santafesina se postula como destino turístico y los números la secundan: en la última temporada, Rosario tuvo una ocupación del 60% en los fines de semana pico, y esperan durante el resto del año lectivo alcanzar el 75% de la mano del público estudiantil, pues la Universidad Nacional de Rosario es una de las mejor catalogadas a nivel latinoamericano.