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Un descanso entre espejos de agua: el circuito de lagunas de Maldonado y Rocha

Con actividades ecoturísticas, gastronomía local y la naturaleza como vecina, este destino se propone como un plan diferente por el este
Redactora de Galería

En algún punto de la evolución geográfica del territorio uruguayo el mar llegaba más allá de la línea que hoy dibuja la Ruta 10. Con el paso del tiempo, el retroceso oceánico dio lugar a la formación de un cinturón de lagunas que se extiende paralelo a la costa desde el balneario Ocean Park, en el departamento de Maldonado, hasta el balneario Lago Merín en Cerro Largo. Algunos de estos espejos de agua y los ecosistemas que se crean alrededor, cuya conservación es importantísima por su interés ambiental, cultural y paisajístico, fueron designados por el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) como zonas de especial cuidado. Separadas del mar por finas franjas de arena (barras) y abriéndose al mismo de forma natural entre tres y cuatro veces al año, el cruce entre agua dulce y salada da vida a un entorno tan rico como delicado.

La visita a cualquiera de estas lagunas debería formar parte obligada del cronograma familiar de vacaciones por Punta del Este o las playas de Rocha, como una buena alternativa para los días en los que la playa no está de humor y para aquellos que ya están cansados de desplazarse cada vez más hacia el este detrás de una tranquilidad y sosiego que parecieran ya no existir en ningún balneario.

Poco a poco las lagunas se están convirtiendo en una opción con personalidad propia, sobre todo para las parejas, para pasar un fin de semana de descanso, desconexión con la rutina y reconexión con la naturaleza. Cada vez son más las personas que eligen tener su casa de veraneo en estos lugares, y algunos hasta toman la decisión de vivir allí todo el año, con los cisnes como vecinos.

Las pautas de uso y gestión de estas zonas están dadas por el plan de manejo del SNAP, que si funciona es gracias a los cuerpos de guardaparques municipales y los operadores de la zona, que son en su mayoría habitantes locales comprometidos con la preservación de las lagunas y su orilla. Este programa dice qué actividades pueden y no pueden hacerse allí, así como sugiere para cada una un número máximo (nunca más de 30) de personas. Están permitidos los senderos (caminata o trekking) autoguiados —con cartelería que indica los caminos más seguros y amigables con el entorno y el nivel físico exigido— y especialmente recomendados los que son guiados para la interpretación de fauna y flora nativa.

La zona se presta para la observación de cetáceos durante la temporada entre julio y octubre y es perfecta para el avistamiento de aves. No por nada Uruguay significa “río de los pájaros pintados”; en estos ecosistemas anidan más de 250 especies de aves migratorias y residentes, como coscorobas y cisnes de cuello negro, flamencos y garzas, que se pueden fotografiar entre los meses de setiembre y marzo. Se puede hacer desde paseos en embarcaciones sin motor, como botes, canoas y kayaks, propios o alquilados.

Los únicos motores permitidos son las lanchas de los operadores autorizados, quienes también ofrecen paseos y otras actividades. Hay cabalgatas a los pies de la laguna, que de tan extensas muchas veces incluyen una cita con una imponente Luna y un cielo estrellado sin contaminación lumínica. La zona también es muy valorada por el astroturismo internacional­, que no hace mucho descubrió el potencial de varios rincones del país.

Otra opción puede ser simplemente relajarse en las pequeñas playas que se forman a su alrededor o a la altura de su desembocadura en el mar, aunque estas suelen ser muy ventosas. Pueden practicarse deportes acuáticos como remo, vela, canotaje y el popular kitesurf, además de la pesca artesanal.

Lo que está rotunda y justificadamente prohibido es la caza, cortar leña o extraer plantas, además de hacer campamentos y fogatas en cualquier parte (hay sitios señalizados para eso).

Se recomienda evitar los ruidos fuertes para no alterar la fauna del lugar, lo que también aumenta las chances de encuentro con diferentes animales que no se pueden alimentar, así que no es un sitio para aquellos que gustan de sentarse alrededor de un parlante. Y aunque puede ser tentadora la idea de traer a las mascotas a este paseo, está prohibido circular libremente con ellas.

A medida que el turista, tanto interno como extranjero, demanda cada vez más naturaleza y tranquilidad, el atractivo de las lagunas está en alza. Se pasó del pícnic improvisado en sus orillas despobladas a importantes complejos de hospedaje con reserva. Ya no faltan opciones para pasar el día con todas las comodidades y disfrutar de la gastronomía local, y hay una laguna para cada intención viajera; desde alocarse con las olas, hacerse uno con la naturaleza o dormir tres siestas al hilo.

Kitesurfers que andan volando: laguna de José Ignacio

Manejando por la Ruta 10 en dirección al puente redondo de laguna Garzón, el paisaje comienza a colmarse de cometas. El Pepe, la zona donde laguna de José Ignacio desemboca en el mar, es la favorita para practicar kitesurf y también para aprenderlo de la mano de Diego y Samudra, su escuelita deportiva. Diego no surfea, vuela las olas que el viento furioso de El Pepe levanta. Lo hace en el mar, pero recomienda a los novatos dar sus primeros pasos en el agua de la laguna, un tanto más refugiada. Es salobre y la más pequeña del cinturón.

Desde que la actividad fue cada vez más restringida en otras lagunas por tratarse de áreas protegidas, la de José Ignacio —que todavía no entra en la lista, aunque fue designada área de importancia para la conservación de aves (sitio IBA por sus siglas en inglés) por la organización internacional BirdLife— conquistó el nicho de los deportes acuáticos como el kitesurf­, windsurf­, stand up paddle (SUP), surf y windsurf­.

Son deportes para días ventosos, perfectos para El Pepe, pero si se levanta demasiada arena o hace frío, la playa se vuelve poco amigable para cualquier acompañante. Por eso es que Samudra instaló el parador Kitesurf Spot & Restó, pensando en que la pareja o familia que se queda en la orilla tenga un lugar donde estar, comer algo rico y refugiarse del viento.

En sus mejores días, El Pepe tiene 30 cometas volando y 30 armándose en la arena. Las clases de Diego duran seis horas, tienen supervisión y un costo de 500 dólares con equipamiento incluido. También se puede alquilar el equipo por 100 dólares la hora, también con supervisión —el parador cuenta con una moto de agua de rescate aunque la playa no tenga servicio de guardavidas.

El lugar atrae poco turismo interno pero mucho turista europeo, de Brasil y de Argentina, haciendo crecer este lugar a la par que sus vecinas Santa Mónica y La Juanita. Allí hay varias opciones de alojamiento como Casa Lago o Casa Laguna 12 que pueden encontrarse fácilmente por medio de Airbnb (por precios que van desde los 200 hasta los 600 dólares la noche). Pero hay otras ofertas quizá menos privadas pero más accesibles e igual de exclusivas.

Uno de los alojamientos de Estancia Santa Cruz Uno de los alojamientos de Estancia Santa Cruz

Ya hacia el otro lado de la laguna, adentrándose por Camino Medellín, estancias y chacras turísticas como la de Santa Cruz Polo Club son una buena opción de alojamiento familiar, que, a diferencia del alquiler de una casa, ya incluyen todo lo necesario para disfrutar de la laguna, desde kayaks y paddles hasta flite boards y paseos a caballo.

Esta estancia a tres kilómetros de la playa (privada y con bar) se extiende a lo largo de 100 hectáreas, tiene tres canchas de polo y su equipo propio, además de un cuerpo de 120 caballos que se ha destacado en el ambiente polista por su calidad y la infraestructura de la caballeriza, con caminadoras para entrenar el porte de los animales, y se puede visitar.

Santa Cruz Polo Club tiene piscina y cuatro casas (para dos, cuatro, seis y 12 personas) con independencia de agua potable y luz gracias a un pequeño campo de paneles solares. Producen sus propios alimentos naturales y orgánicos que sirven en su restaurante La Sierra, en el que ofrecen un paquete por el día que incluye el almuerzo con bebida, el uso de kayaks y las cabalgatas, a 75 dólares por persona.

Pero para comer verdadera comida con sabor a José Ignacio hay que volver hacia el mar. Entre varios chiringuitos costeros se destaca el más reciente, que ya es el favorito de varios argentinos como Marcelo Tinelli, Graciela Alfano­ y Dolores Barreiro. Al menos eso cuenta su dueño, Pirulo, que toda su familia se dedica a la pesca artesanal y cocinan en El Rancho de Pirulo y Cristina miniaturas de pescado, rabas, langostinos con salsa cóctel y empanaditas de sirí, por alrededor de 600 pesos cada plato, que puede ser compartible.

Más allá del puente redondo: laguna Garzón

Laguna Garzón es la puerta de entrada a Rocha­ y la antesala de la postal más natural del departamento. Pero, en el afán por llegar hasta los balnearios de siempre, el turista suele quedarse con el “turismo de puente”. Es decir, que conoce solamente las propuestas de la primera línea de la laguna, a pasos del puente diseñado por Rafael Viñoly, como el hotel flotante y el parador Paraíso Garzón.

Pero más allá del puente y El Caracol, el primer balneario de Rocha, la laguna esconde sus mejores secretos: biomas vírgenes, avistamiento de aves y senderos sacados de una película de fantasía, a los que se puede llegar tanto en bote como en vehículos 4 × 4. La vista lejana de acacias y pinos es apenas el preámbulo del bosque psamófilo más grande y mejor conservado del país. Se dice que estos matorrales espinosos son “el guardián de la costa” y protegen de las ventiscas y tormentas de arena.

Un diferencial de esta laguna es que todas las actividades que se realizan en la zona son acordadas y llevadas a cabo por una cooperativa de pobladores y pescadores que conecta los servicios (comida y alojamiento) con operadores turísticos locales y los propios turistas, creando completas y confiables redes de propuestas y paseos.

Ignacio Cerisola, parte de la cooperativa y fundador de Paraíso Garzón, cuenta que antes, cuando en la zona solo había dos inmobiliarias que “se pateaban los carteles”, hasta la apertura de la laguna dependía de estos pobladores que no podían esperar a que se hiciera naturalmente. De hecho, hace muchos años que la apertura de la barra no se da de forma natural. Pescadores y dueños de campo se ponían de acuerdo para modificar el tamaño del médano que la separaba del mar con palas, según la temporada de crecidas e inundaciones o la zafra de camarón. Hoy, regidos por el plan de manejo del SNAP, la apertura se hace con grandes y pesadas maquinarias y se atañe estrictamente al protocolo, que indica que solamente puede hacerse con la laguna a una altura de 1,90 metros, por ejemplo, sin considerar las necesidades de quienes viven de ella.

Parador Paraíso Garzón Parador Paraíso Garzón

Mucha de la gastronomía de la zona trabaja con la marca Sabores de Rocha para favorecer a los productores locales. Tanto el parador de Cerisola como Garza Mora (el restaurante del hotel flotante) y La Balsa son muy buenas opciones para comer, con una notoria diferencia de precios. La Balsa propone una experiencia propia del lugar con platos elaborados con la pesca del día, que van desde lomos de pejerrey hasta mariscos, por alrededor de 700 pesos por persona. Garza Mora cuenta con una tentadora carta de cafetería y postres y es ideal para sentarse a ver el sol esconderse.

Garza Mora Garza Mora

Laguna Garzón Lodge es el primer hotel flotante de América Latina, cuenta con 12 habitaciones que cuestan alrededor de 250 dólares la noche en temporada alta y tiene por vecinos a personajes como Bartolo, un curioso lobito de río que intentará colarse en los cuartos. La Balsa también tiene un área de lofts sobre el restaurante. Son tres prolijos y aggiornados apartamentos con vista a la laguna y pensados, en principio, para parejas. Recibe muchos brasileños todo el año, sobre todo paulistas, em busca da natureza.

Hotel flotante Laguna Garzón Lodge Hotel flotante Laguna Garzón Lodge
Parador La BalsaParador La Balsa

Hay varias casas en alquiler por Airbnb, como la del propio Cerisola, con la laguna en el patio trasero y una ecotina caliente. Pero si la idea es alejarse del agua todavía más y tener un jardín de bosque psamófilo solo para uno, existen otras propuestas como la del Glamping EcoGarzón­: un complejo de cuatro carpas-domos con baño privado entre todo ese verde. Para llegar allí se necesita vehículo propio. El predio se alimenta de paneles solares, brinda desayuno y presta bicicletas, además de ofrecer una serie de actividades como cabalgatas y alquiler de SUP para usar en la playa.

Glamping EcoGarzón. Glamping EcoGarzón.
Interior de domosInterior de domos
Zona de fogonesZona de fogones

El precio de una noche varía entre 120 y 160 dólares, y se recomienda traer víveres propios. El lugar cuenta con parrillas y un área de living abierto para beber algo alrededor del fogón nocturno, con la iluminación bien baja para poder apreciar las estrellas.

Entre plumas rosadas, cielos estrellados y 360 grados de agua: laguna de Rocha

Sobre el kilómetro 8 de la intersección entre la Ruta 10 y la 15 se puede acceder a la laguna de Rocha por un camino de tierra. Este lugar, declarado paisaje protegido, no solamente conserva una riqueza ecosistémica sino que también guarda el bagaje cultural de locales como Pepe Lobato. Tiene 71 años y es pescador artesanal, actividad declarada de interés departamental en Rocha, y operador turístico de vasta experiencia.

Según Lobato, lo que más atrae a la gente son las historias, aunque lo dice mientras pasea turistas en un bote entre aguas exageradamente transparentes, bandadas de flamencos y los colores de un atardecer impresionante.

Ha atendido gente de todas partes del mundo, hasta habitantes del Amazonas, que se interesan por naufragios y leyendas pero sobre todo por su rutina “cero prisas”. Nació y vivió toda su vida en laguna de Rocha y asegura que allí se conoce “otra cara de la vida”. No es un destino para los más jóvenes, porque “ellos disfrutan las cosas corriendo” y “acá se viene a descansar”.

Pepe Lobato Pepe Lobato

Tiene uno de los pocos vehículos motorizados autorizados en el agua, una lanchita vieja que se llama Serena, con la que recorre la laguna para avistar pájaros. Es un encantador de aves, y lo único que pide es paciencia y que sus pasajeros no hagan movimientos bruscos solo para verlas volar, ya que le ha llevado muchísimo tiempo ganarse su confianza.

Durante el paseo sorprende lo llana que se ve la laguna, su parte más profunda no supera los dos metros. Esto no es solamente un detalle a tener en cuenta a la hora de venir con niños sino que es la explicación de por qué son tantas las especies que desarrollan su hábitat allí; porque la luz solar alcanza hasta el fondo de la laguna. Esto también la vuelve un sitio idóneo para la pesca de camarón, que comienza su zafra en marzo.

Parador El Fogón de Pepe Parador El Fogón de Pepe

Los paseos de Lobato salen de su parador, Lo de Pepe, donde también se sirven platos elaborados por él y sus hijos con la pesca del día, todo orgánico, plantado en su propia casa. Pero de entre las opciones gastronómicas, la más popular es la Cocina de la Barra. Son las esposas de los pescadores que cierran la cadena pesquera y preparan platos por un promedio de 450 pesos, que van desde empanadas y croquetas de camarón hasta lomito de pejerrey, corvina, y picadas de mariscos para cuatro personas por 1.900 pesos.

Rancho Negro es una preciosa casita de dos pisos pensada para dos personas que construyó su dueño después de haber adquirido lo que quedaba de una choza con el mismo nombre. Pasar una noche allí cuesta entre 200 y 250 dólares dependiendo de la temporada, un precio que vale la pena pagar no solamente por el diseño moderno y funcional de la casa, sino porque no tiene ningún vecino a 1 kilómetro a la redonda y cuenta con una vista 360 grados al agua, ya sea hacia la laguna o el mar, que hace que la sala de estar no necesite cuadros.

El lugar a la noche se convierte en planetario, pero todavía no fue descubierto por el astroturismo, como sí lo fue laguna Garzón, que no ofrece un cielo tan asombroso como este.

Como Lobato, hay otros operadores turísticos registrados que ofrecen experiencias tanto dentro como al margen de las lagunas. Mariana Rovira es una guía turística que ofrece paseos y tours personalizados con opción de hospedaje para que cada familia pueda armar su propio cronograma, y cuenta con un vehículo 4 × 4.

Además, cerca de la laguna se encuentra la estancia de Don Altez, un emprendimiento familiar desde donde se organizan cabalgatas de casi tres horas paseando por los alrededores de la laguna. Rubén Altez tiene 84 años y sigue andando a caballo, inculcó a sus nietos el amor por los equinos y en honor a eso uno de ellos, Rodrigo Altez, que con menos de 3 años ya sabía montar, restauró una vieja chacra suya y volvió a este emprendimiento activo en redes sociales.

Rubén y Rodrigo Altez Rubén y Rodrigo Altez

Sale una cabalgata por día (sobre las 18 horas) con una duración de entre una y dos horas y media si se llega hasta la laguna, y vale entre 700 y 2.000 pesos. Tienen cabalgatas con monturas accesibles y rampas, y brindan un taller gratuito para niños con capacidades diferentes.

A la sombra de los ombúes: laguna de Castillos

Las luciérnagas no desaparecieron, solamente prefieren desfilar todas juntas por el monte de ombúes que bordea la laguna de Castillos, donde hasta el batir de las alas de un picaflor hace ruido. Cuando se termina el bosque comienza la zona de humedales, que dificulta mucho acercarse a la orilla, que solo tiene dos formas de acceso: una pública a la altura del arroyo Valizas y otra a través de un predio que es la reserva privada más vieja de Uruguay: el campo de ombúes de los Olivera.

Para acceder por allí el único operador de la zona es el personal de Barra Grande, una estancia a la altura del kilómetro 249 de la Ruta 9, que si bien todavía no ofrece alojamiento brinda opciones de almuerzos criollos y merienda campera.

Acompañado por un guía local, el recorrido comienza en la casa y termina en un mirador de aves de 12 metros de altura. Puede hacerse en tractor o camioneta, aunque la recomendación es hacerlo a pie. Durante el camino, que cruza un puente colgante sobre el arroyo Castillos, el guía va interpretando la flora y la fauna a través del cruce de cinco ecosistemas diferentes: praderas, monte de ceibo, el albardón de ombúes, humedales y el propio espejo de agua, siempre por el mismo sendero y con grupos reducidos para evitarle gran estrés al monte.

El paseo finaliza con algunos ejercicios de meditación para conectar con la energía del lugar.