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Carolina Cosse o Valeria Ripoll: una luchadora al poder
Las dos candidatas a la vicepresidencia de la República son mujeres de clase media, enérgicas, perseverantes, conocedoras de las dificultades que la vida plantea. A pesar de sus perfiles, estilos y personalidades diferentes, lo que subyace es un gran denominador común
Todas las mañanas, bien temprano, Carolina Cosse sale al jardín, se prepara el mate a su manera, lee las noticias, toma un té con algo dulce y se va a nadar al club Biguá. A sus 62 años disfruta del silencio, la privacidad total y la libertad de hacer con su tiempo lo que desea. Pero antes de llegar acá, crio dos hijos (fue madre por primera vez a los 19 años) casi sola, si no hubiera sido por el apoyo incondicional de su madre. Estudió una carrera, fue profesora de la Universidad de la República, presidenta de Antel y ministra de Industria, Energía y Minería. Viniendo de un hogar de clase media del barrio Villa Española y haciéndose un lugar en el mundo de la ingeniería, las matemáticas y la política, su vida ha sido la de una mujer tenaz.
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Todas las mañanas, bien temprano, Valeria Ripoll cocina las viandas para que sus hijos se lleven al colegio, les sirve el desayuno, los ayuda a prepararse, va ordenando lo que puede por el camino. Después de que se van, se prepara sin mucha vuelta, plancha una camisa, se maquilla un poco, toma un café calentado en el microondas y sale. En su casa sobre la calle Agraciada vive con sus tres hijos, su segundo marido (padre de su tercera hija), a veces la hija de él, la abuela de Valeria, dos perros y dos gatos. Mientras armaba esta familia (fue madre por primera vez a los 24), fue marinera, funcionaria del Planetario, inspectora de la Orquesta Filarmónica, secretaria general del sindicato de trabajadores municipales (Adeom) y panelista del programa de televisión Esta boca es mía. Se crio en el barrio Goes, estudió para auxiliar administrativa contable y hotelería y turismo. Su hijo varón tiene autismo, lo que la llevó a crear la Fundación Abrazo Azul, dedicada a apoyar a las familias con niños con TEA (trastorno del espectro autista).
Las dos candidatas a la vicepresidencia de la República que definirán su futuro el próximo domingo 24 de noviembre son mujeres de clase media, luchadoras, enérgicas, perseverantes, conocedoras de las dificultades que la vida plantea. A pesar de sus perfiles y estilos diferentes, de sus visiones políticas tal vez discrepantes, de maneras de manejarse propias de cada carácter y subjetividad, lo que subyace es un gran denominador común.
Hay que ver todo lo que las mujeres deben pelear y enfrentar para llegar a un puesto de poder en la política. Y cuando lo hacen y miran al costado, muchos de sus compañeros hombres no tienen la preparación ni la experiencia ni las habilidades que ellas pueden ostentar Hay que ver todo lo que las mujeres deben pelear y enfrentar para llegar a un puesto de poder en la política. Y cuando lo hacen y miran al costado, muchos de sus compañeros hombres no tienen la preparación ni la experiencia ni las habilidades que ellas pueden ostentar
Claro que si fueran hombres, no estaríamos hablando de estas cuestiones, pero precisamente ese es el punto. Hay que ver todo lo que las mujeres deben pelear y enfrentar para llegar a un puesto de poder en la política. Y cuando lo hacen y miran al costado, muchos de sus compañeros hombres no tienen la preparación ni la experiencia ni las habilidades que ellas pueden ostentar. Están allí simplemente porque el camino para ellos fue más llano, menos exigente, y probablemente muchos ni se lo plantearon, llegaron casi de forma natural.
Cosse y Ripoll, Ripoll y Cosse no son cualquier mujer que por el simple hecho de proponérselo alcanza este objetivo. Para estar donde ellas están se necesita una personalidad fuerte, mucho temple, seguridad en una misma, convicción, apoyo familiar absoluto e ilimitado, tesón, esfuerzo, renuncias. Mientras que para ellos los requisitos y las habilidades necesarias para ocupar el cargo son unos, para ellas son el triple.
Con las elecciones del 27 de octubre, la representación femenina en el Parlamento es de 29%, solo un tercio, lejos de Argentina (42,4%) y de Chile (35,5%), bastante por debajo del promedio de América Latina (35,8%). La participación de las mujeres en política en Uruguay sigue siendo baja, porque es un ámbito de difícil acceso para ellas, gobernado por los hombres. Y solo llegan aquellas con un carácter y un temple especial, que no bajan los brazos, que no paran de pelear. ¿Por qué para las mujeres tiene que ser tan difícil la misma ruta que para los hombres es bastante más sencilla?
Por lo menos sabemos que la próxima presidenta de la Cámara de Senadores y de la Asamblea General volverá a ser una mujer, después de que Beatriz Argimón abriera esa puerta hace cinco años. Y seguiremos esperando el momento en que una mujer llegue a la presidencia. Ojalá solo falten cinco años más.