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El "síndrome" del niño sándwich

Existe un Día Mundial del Hijo del Medio, el 12 de agosto; pues son una “casta” particular, a pesar de lo que digan los psicólogos, que no lo confirman pero tampoco lo desmienten

Editora Jefa de Galería

Está bueno creer que parte de lo que somos tiene que ver con el azaroso número de hijo que nos tocó ser. Está bueno creer que porque sos hijo del medio, el olvidado, al que nadie prestó atención, aprendiste a valerte por ti mismo y a potenciar tus virtudes, lo que te hizo un ser resiliente, esforzado, autónomo e independiente. Está bueno hacer uso del síndrome del niño sándwich porque en cierta manera reivindica, hace justicia, da un reconocimiento, o por lo menos una explicación. Lo dice una hija del medio.

Crecer entre medio de dos (o más) hermanos tiene sus contras, que atacan más la parte psicológica, pero también sus ventajas, que tienen que ver con la vida práctica. Por ejemplo, esa falta de atención que reciben se traduce en libertad; por eso los hijos del medio suelen ser catalogados como rebeldes. La obediencia de mi hermana mayor me sacaba de quicio, hasta que me di cuenta de que me mostraba el camino que debía seguir. Mientras ella se preocupaba por ser la hija perfecta, yo me ocupaba de hacer lo que quería. Claro que con toda esta información, mi hermano menor aprendió lo mejor de los dos modelos: se mostraba como un niño bueno, mientras hacía las peores travesuras, que aunque fueran descubiertas iban a ser siempre perdonadas por ser el bebé (y varón) de la familia; condición de la que supo usufructuar ampliamente. Esa libertad de la que gozan los del medio me enseñó a ser totalmente independiente, a enfrentar la vida y encontrar la manera de resolver mis propios problemas.

Sin duda, los del medio somos una “casta” particular, a pesar de lo que digan los psicólogos, que no lo confirman pero tampoco lo desmienten. Tan hermanados nos sentimos que existe un Día Mundial del Hijo del Medio, el 12 de agosto. Lo inventaron en Estados Unidos, claro, como un homenaje a estas personas que de niños pudieron haberse sentido excluidos, y de adultos nunca van a olvidar el lugar que les tocó.

La historia nos reivindica. En el artículo que María Inés Fiordelmondo escribió esta semana, en la que se conmemora ese día y que además sirvió de tema para el número previo al Día de la Niñez, enumera una lista de personajes de series de televisión y de películas que en muchos casos son los disparadores de la trama: empezando por Lisa Simpson, que explícitamente hace referencia a ser la hija del medio, pasando por Elliot de E.T., Laura Ingalls de La familia Ingalls, Lady Edith de Downton­ Abbey, Jo March de Mujercitas, entre otros. Pero en la vida real, muchas de las figuras destacadas que ha dado la historia fueron o son hijos del medio: Madonna­, Britney Spears, Ernest Hemingway, Nelson Mandela, John­ Kennedy, Donald Trump, Walt Disney, Kate Winslet, Martin Luther King, Michael Jordan, Bill Gates. Se puede pensar que los hijos del medio tienen una tendencia a querer sobresalir.

Hay libros escritos sobre las habilidades notables e inesperadas de estos hijos y organizaciones que promueven la búsqueda de “una cura” para este supuesto síndrome. El psiquiatra austríaco Alfred Adler creó una teoría sobre el desarrollo de la personalidad según el orden de nacimiento de los hermanos que no pasó de ser una teoría, pues nunca se recogió suficiente evidencia científica para probarla.

La psicología, en general, no está de acuerdo con esta línea, y para esta especialidad influye más la disponibilidad emocional y afectiva que tenían los padres al momento del nacimiento del niño, y la etapa en la que estaban, que el lugar en el orden de los hijos. Pero reconoce que mientras el hijo mayor nace con la carga de las expectativas de los padres, y el menor ya los agarra más cansados y tolerantes, el del medio a veces tiene que pelear por tener una identidad propia y hacerse ver. Y esa precisamente es la espinaca de Popeye de los hijos del medio: esa probable desatención por estar en un terreno indefinido les da la posibilidad de expresarse como realmente son, porque no tienen un código o mandato de cómo ser. Bienvenida entonces la libertad del hijo del medio, porque, hayamos tenido más o menos atención, sabemos que amor no nos faltó.