Hay ideas y teorías que suenan tan bien que uno las acepta y bendice sin dedicarles un segundo pensamiento. Una de ellas es esta: gracias a la ciencia, en breve podremos vivir 120 años.
Según parece, existe una exitosa startup de nombre Tomorrow Bio que ofrece a sus clientes congelarlos en nitrógeno líquido y conservarlos en estado criogenético hasta que la ciencia encuentre el modo de resucitarlos.
Hay ideas y teorías que suenan tan bien que uno las acepta y bendice sin dedicarles un segundo pensamiento. Una de ellas es esta: gracias a la ciencia, en breve podremos vivir 120 años.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFantástico, piensa la mayoría de la gente, si la esperanza de vida no hace mucho era de treinta y tantos o 40 años, veremos multiplicada por más de tres nuestra estancia en este mundo.
A mí esta noticia siempre me ha producido sentimientos encontrados. Por un lado, me encanta saber que la Parca no llamará a mi puerta en una temporadita. Pero, por otro, está la letra pequeña del contrato, esa que nadie quiere leer pero que resulta evidente. Si vamos a vivir todo ese tiempo, lo que realmente se está alargando no es la vida sino la vejez. ¿Y quién quiere ser anciano durante 40 o 50 años? Yo desde luego no, gracias.
Sé que hay quien asegura que la calidad de vida mejorará notablemente y que la cirugía plástica hará prodigios, pero hasta que alguien obre el milagro de Dorian Grey y vuelva a tener 30 años, conmigo no cuenten. 120 añazos se me van a hacer larguísimos mirándome al espejo y viéndome cada día más carcamal.
Ya se sabe que nosotros, pobres mortales, llevamos desde la noche de los tiempos soñando con dejar de serlo. Y es lógico, porque por muy creyente que uno sea, siempre es pronto para morir. Por tal motivo, la inmortalidad y sus formas de alcanzarla son uno de los temas más recurrentes en la literatura: dioses del Olimpo eternamente jóvenes y bellos; pactos con el diablo; búsqueda de la fuente de la eterna juventud; fábulas de las 1.001 noches; narraciones de ciencia ficción...
Por eso, poco me sorprendió la noticia que acabo de leer a tres columnas en un periódico británico. Según parece, existe una exitosa startup de nombre Tomorrow Bio que ofrece a sus clientes congelarlos en nitrógeno líquido y conservarlos en estado criogenético hasta que la ciencia encuentre el modo de resucitarlos. Es decir, se trata del mismo proceso al que supuestamente sometieron el cadáver de Walt Disney, allá por 1966, solo que ahora con técnicas del siglo XXI.
Por su parte, Biogenetics, otra empresa similar, ofrece dos opciones: la primera consiste en congelar el cuerpo completo, un proceso que cuesta 200.000 euros. Y en la segunda, por 75.000 euros, se criogeniza solo el cerebro, con vistas a implantarlo más adelante en un cuerpo joven y tener así todas las ventajas de ser uno mismo con 30 o 40 años menos.
La empresa, que por lo visto es seria y que cuenta con los más avanzados métodos científicos, tiene cola de clientes deseosos de hibernar y resucitar años —o siglos— más tarde. Posiblemente el contrato que firman estas personas con Biogenetics contenga, como casi todos los contratos, algunas cláusulas de letra pequeña, pero la más ilustrativa que debería contener figura en aquel viejo cuento de Washington Irving que los escolares estadounidenses leen en primaria.
Rip van Winkle es un granjero de la época de la colonia británica algo perezoso al que le gusta evadirse de la realidad y dormir largas siestas. Un día unos enanitos le ofrecen una pócima que lo hará “soñar con mundos mejores y viajar en el tiempo”. Rip se la bebe y despierta al cabo de un rato solo para comprender que el “rato” se ha alargado 20 años. Al principio, la idea de aterrizar en el futuro le gusta. Su mujer, que era una pesada y lo hacía trabajar sin descanso, se ha casado con otro; su ciudad ha crecido y se ha convertido en bella y próspera; los ingleses han sido expulsados, y los Estados Unidos gozan ahora de su tan ansiada independencia… El lado malo de este sueño, que pronto se convertirá en pesadilla, es que Rip está solo en el mundo. Sus hijos son mayores y no lo reconocen; sus amigos han muerto; sus seres más queridos también y todos lo tratan como lo que es: un pez fuera del agua, alguien que no “pertenece” y que, por tanto, estorba.
Espero no haberles pinchado el globo de la inmortalidad y la eterna juventud con este relato. Pero en esta vida hasta los más bellos sueños tienen su letra pequeña. O, como decía Oscar Wilde, padre de Dorian Grey: “Nos han prometido que los sueños pueden hacerse realidad, pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños”.