El 80 es un número redondo y en esta muestra se vuelve todo un símbolo. Hay 80 ilustraciones digitales, más 80 afiches, más 80 carátulas de libros. A ellos se agrega el número 60, que son las carátulas de discos y los años de trayectoria como diseñador y dibujante de Carlos Palleiro. Una trayectoria profesional que siguió su travesía vital, de ida y vuelta de Uruguay a México, con un breve paso por Buenos Aires, en los oscuros años 70. Ahora regresó a los 80 años a vivir a Montevideo y está exhibiendo Volvimos, una muestra que se expone hasta el 27 de julio en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) y tiene la curaduría de Gustavo Maca Wojciechowski, también diseñador y dibujante, además de editor y escritor.
“Como dije en la inauguración el título representa ‘tres volvimos’: volví yo con mis pajaritos, volví con el Frente Amplio y volví al museo, con Maca y Enrique (Aguerre, director del museo) y en la misma sala que mi última exposición”, dice Palleiro en conversación con Búsqueda y con su curador. En 2016, en la sala 3 del MNAV, se expuso Son todos bichos, con 70 de sus dibujos. Ahora, a la sala 3 se le suma también la 4, porque es abrumadora su producción en estos 60 años. “Cuando estábamos perfilando el montaje y la selección, le pregunté qué necesitaba y me dijo, embromando, que tres o cuatro metros más de pared”, recuerda el curador.
En los años 90, Maca le hizo una entrevista a Palleiro para El País Cultural, con motivo de su exposición Treinta años no es nada, en el atrio de la Intendencia de Montevideo. “De ahí en más seguimos en contacto. Yo estuve trabajando en la ORT durante mucho tiempo y cada vez que él venía de México lo invitaba a dar charlas para los estudiantes. Y nos hicimos amigotes. También hicimos proyectos conjuntos internacionales. Esta en realidad es la tercera muestra de la que soy curador. Hace dos años en la sala de exposiciones de El Galpón hubo otra de 30 afiches. O sea que soy reincidente”.
Palleiro habla de que su regreso coincide con el del Frente Amplio al gobierno un poco en broma, un poco en serio. Porque, si algo tiene, es sentido del humor. “El Frente Amplio ganó porque volví yo”, dice y se ríe. “En realidad regresé hace ya un año y medio a Montevideo porque no podía respirar en la Ciudad de México. Una ciudad que ya es inviable. Somos —no sé cómo conjugar los verbos, si en pasado o en presente— 22 millones de habitantes. Y después de la pandemia, el tránsito se hizo cada vez peor”.
En esta ciudad en la que siempre se llega tarde, o no se llega a destino, Palleiro se abrió camino cuando llegó con su esposa y sus dos hijos pequeños. Y ese camino lo llevó a destacarse por sus trabajos, tanto como los más reconocidos diseñadores mexicanos. “Nosotros a veces no tomamos esa dimensión de la importancia o las referencias que puede tener hacer una carrera en México y ser un referente”, dice Maca sobre esa trayectoria.
Palleiro se detiene en la figura de Vicente Rojo, un maestro del diseño mexicano que formó a un grupo de diseñadores. Ellos pautaron la profesión en México. Uno de los afiches de la muestra pertenece a un homenaje que los diseñadores le hicieron a Rojo. Y allí están al vuelo las palomas coloridas de Palleiro rodeando la foto de Rojo.
Cuando llegó como exiliado en 1976, con su esposa y dos hijos pequeños de 2 y 5 años, tenía una visa que se vencía al mes, pero logró quedarse 48 años. Era militante del Partido Comunista (PCU) y en el exilio se encontró con representantes de la cultura uruguaya en la misma situación: la compañía del Teatro El Galpón, músicos de Camerata Punta del Este, el artista Anhelo Hernández, entre otros. “Pensamos que la dictadura iba a durar muy poco”, recuerda ahora, junto a las discusiones que en su momento tuvo con dirigentes del PCU.
Palleiro se presentó a un concurso para ser docente en la Universidad Iberoamericana de Puebla y lo ganó. Y allí dio clases durante 18 años. “Cuando me fui, en Montevideo lo único que había era dibujo publicitario en la UTU. Yo había estudiado en la Escuela Figari dibujo y pintura. El curso de arte publicitario era tremendo, te podías pasar dos meses dibujando al Pato Donald o al Ratón Mickey. Ese era el esquema. Cuando llegué a México me encontré con escuelas de diseño gráfico de nivel universitario”, dice.
También trabajó en Ediciones de Cultura Popular, editorial que pertenecía al Partido Comunista Mexicano. Años después estuvo a cargo de la dirección de arte de libros de texto gratuitos para Primaria que publicaba la Secretaría de Educación Pública. “El tiraje en 1980 del libro integrado de segundo de Primaria era de 3.750.000 ejemplares. Tuve que pensar si aceptar el trabajo porque era una responsabilidad multiplicada por casi 4 millones. Y bueno, acepté y estuve trabajando en esos libros unos cinco años”. En Volvimos se da cuenta de sus trabajos que abordaban desde la temática más política y militante hasta la infantil con un diseño difícil de encontrar en libros de texto.
La primera impresión que tuvo de México fue la multitud. La segunda, el mestizaje, el componente indígena. Y después vino el conocimiento de un país socialmente desigual, pero sumamente rico en posibilidades. “Con 130 millones de habitantes podés hacer lo que quieras, y si sos creativo y se te ocurre vender, por ejemplo, ballenitas para los cuellos de camisa, las vas a vender”, dice y se ríe.
Pájaros y colores, afiches y portadas
Si hay algo que impacta como visión de conjunto en Volvimos es el colorido. Prima el verde y el celeste en todas su variedades. De cerca, los detalles muestran otros mundos. “Si lo ves en las obras anteriores a México, el color ya estaba. La paleta cromática ya la tenía en Montevideo, con la diferencia que acá las tintas eran muy malas y también eran malos los papeles y el sistemas de impresión”, explica Maca, y señala tapas de discos y de libros coloridos. Allí está la portada de Del templao, disco de Los Olimareños, otra para un disco de Alberto Castillo, otra para uno de Beethoven.
Y seguramente más de un visitante de la muestra recuerde con cariño portadas de la editorial Arca, como Tiempo de abrazar, de Juan Carlos Onetti, o Los cuentos de Don Verídico, de Juceca, o los cuentos completos de Paco Espínola, con el Diablo montado sobre un pez. Todas fueron hechas por Palleiro.
También hizo el diseño de una colección con las obras de Alejo Carpentier. El dibujo de una portada se continúa en la siguiente y si se juntan los lomos se forma otra, como si fueran piezas de un rompecabezas o de un mural que se puede armar y desarmar.
En los años 70, Palleiro dibujó un Lenin colorido que ganó un concurso y le trajo problemas con los camaradas. “Imaginate, un imposible. Está hecho sobre una foto clásica. Después la usé para una portada en México, pero ahí hice un Lenin punk”.
Hay pájaros de varios tamaños, algunos solos, otros en bandada que forman imágenes o puños con alas. Hay portadas de libros y de discos, hay afiches políticos, de cine, de ferias del libro. Y hay 20 alebrijes hechos en madera por un artesano (alebrijista) mexicano que se inspira en los animales dibujados por Palleiro.
“Los alebrijes son muy populares en México. Representan animales reales pero también fantásticos, mitológicos o inventados. A veces hacen alebrijes que son carros alegóricos. En la Ciudad de México, todos los años hay un desfile de alebrijes de tamaño monumental”, recuerda el diseñador.
Él señala un cartel que hizo en el año 2000 que hay que mirar de cerca. Hay pajaritos pequeños que forman un rostro humano. Otro de sus afiches hay que verlo de lejos para darse cuenta de que esconde a La Gioconda.
Maca recuerda que la tradición del afichismo es muy fuerte en México y que en Uruguay se ha perdido. Palleiro no conserva todos los que hizo porque perdió muchos, sobre todo políticos, en las urgencias de la huida a Buenos Aires. Pero en la exposición hay suficiente material como para representar los de variados temas. Hay uno de El Sindykato, banda de rock de fines de los años 60, muchos de teatro, uno para la Asociación Rural que ganó un concurso. “Fijate que allí está Lenin y acá el de la Asociación Rural. ¿Sabés quién me entregó el premio? Juan María Bordaberry, que era el ministro de Agricultura”, dice con una sonrisa. También señala cómo Palleiro en su larga trayectoria y con una obra tan variada usa recursos que hacen que siga siendo Palleiro.
Primero el dibujo, después el diseño
¿Para ser diseñador hay que ser primero dibujante? “Para mí sí, para otros no”, responde sin dudarlo Palleiro. “Si no hay dibujo, no hay idea; si no hay idea, no hay diseño. Ahora, yo eso lo manejo con mucho cuidado porque hay gente que no dibuja y hace diseño gráfico”.
Con el tiempo se dio cuenta de que tenía que aprender a usar la computadora y se compró una. “En un coloquio en México donde había diseñadores españoles, pedí la palabra y dije que para mí sin dibujo no había diseño. Y que la computadora es muy rápida y ha ayudado al desarrollo en todos los campos, pero no hay nada más rápido que el cerebro humano. Y no hay nada más creativo que eso. ¿Por qué? Porque vos de repente estás dibujando y te acordás de una novia que tuviste cuando eras joven, de un olor o un color o una tarde de sol por la rambla. Y todo eso aparece en la creación”.
Entonces interviene Maca y dice que en el proceso creativo se necesita tiempo y que a veces la lentitud es muy buena porque implica reflexión y profundidad. “No podés ser profundo y rápido. Las dos cosas a la vez no podés”. Y Palleiro le responde: “Y a mí me interesa la imperfección, la imperfección del dibujo a mano y el sonido del lápiz en el papel”.
El recorrido sigue y llega hasta sus dibujos digitales, algunos terminados poco antes de la inauguración de la muestra. El círculo se cierra desde el lápiz a la pantalla, pero Palleiro quiere seguir contando sus historias de comunista un poco disidente, de maestro universitario y de todo lo que pudo hacer primero con el dibujo, que lo llevó al diseño y después a todo lo demás.