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Pasar la Navidad en familia es un ritual hermoso para quienes lo disfrutan. Para los que no, también son válidas cualquiera de las opciones que lo hagan sentirse bien, no importa cómo, dónde o con quién
Hay una escena que se repite en el imaginario colectivo, reforzada por campañas publicitarias, que refiere a la Nochebuena en familia: padres, abuelos, tíos y niños sentados alrededor de una mesa, hermosamente decorada y servida con platos tradicionales preparados especialmente para la celebración, vajilla elegante, regalos, charlas y risas. Imagen de una Navidad perfecta.
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Pero aunque muchos la persigan, sabemos que la perfección no existe. Hay familias que son tan numerosas que la idea de la mesa es inviable, y solo se pica, se preparan hamburguesas a la parrilla, o se come con el plato apoyado en la falda. Hay familias en las que son solo dos o tres, y esa noche no es muy diferente a cualquier otra. Hay personas que trabajan. Hay quienes pasan en comunidad con gente del barrio, unidos por una fe, como sucede en muchas parroquias. No siempre se tiene familia. No siempre se tiene familia cerca. No siempre se tiene ganas de pasar cerca de la familia.
Entonces, propongo hacer el ejercicio, por lo menos mental si es que no se puede real, de liberar la idea de la Navidad en familia y que cada uno decida pasarla como desee sin sentirse condicionado por el deber ser. A continuación, una lista de ideas que surgieron de una compulsa arbitraria en esta redacción.
Es común escuchar, en medio de la fatiga de diciembre, la fantasía de irse lejos de casa a pasar la Nochebuena. Hacer turismo ese día puede ser una gran idea. Incluso no tan lejos. Puede ser Colonia del Sacramento, en pareja, y que ese día se convierta en una noche romántica. O en Cabo Polonio, con amigos, mirando el cielo estrellado. O en las sierras, con una madre y un hermano, solos los tres, disfrutando desde temprano el “Díabueno”, que precede a la Nochebuena.
Es común escuchar, en medio de la fatiga de diciembre, la fantasía de irse lejos de casa a pasar la Nochebuena. Hacer turismo ese día puede ser una gran idea. Incluso no tan lejos.
Los amigos siempre son una opción emocionante. Reunirse en una casa, si es afuera de la ciudad, mejor, solo para pasarla bien, sin obligaciones ni mandatos sociales, puede convertirse en una Navidad inolvidable. Un grupo de cinco amigas en sus cuarenta, madres, separadas, se organizan para que sus hijos pasen con el padre con el objetivo de que ninguna quede en banda, y todas juntas pasan esa noche entre tragos, charlas, tirada de cartas y tal vez una salida a bailar después.
Hay quienes vuelan alto y sueñan con una Navidad en el hemisferio norte, sumergidos en el ambiente festivo que caracteriza a las ciudades europeas, con menos consumismo, mucha nieve, calles llenas de luces, villancicos sonando y un espíritu navideño que se respira en el aire frío.
Pasar la Navidad en familia es un ritual hermoso para quienes lo disfrutan. Para los que no, también son válidas cualquiera de las opciones que lo hagan sentirse bien, no importa cómo, dónde o con quién. Que la consigna sea que cada uno pase una Nochebuena en paz, consigo mismo y con el universo, sin sentir que algo le falta. Porque el mejor regalo que nos podemos hacer es agradecer lo que tenemos y encontrar la manera de celebrarlo a nuestra medida. Y porque el deseo es que todos pasemos una feliz Navidad.