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Algunos dicen que Anna Wintour fue una adelantada a su tiempo. Tal vez solo era la persona que se necesitaba para animarse a hacer los cambios que el mundo ni sabía que estaba pidiendo. “Tenés que actuar desde tu instinto y tus sensaciones, asumir esos riesgos y ser valiente”, dijo.
Anna Wintour, la histórica y reconocida editora jefa de VogueEstados Unidos que acaba de renunciar a su cargo, iba en un avión y como solía pasar más a menudo antes, se puso a conversar con el hombre que tenía sentado a su lado. Este le preguntó a qué se dedicaba y cuando ella le contó, él le dijo: “Esa es una publicación increíble; es tan chic, tan elegante, representa todo lo que considero clásico y hermoso. Es Katharine Hepburn, es Audrey Hepburn, es Grace Kelly; nunca sería Madonna”.
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Al tiempo —menos de un año después de que Wintour asumiese su cargo de editora jefa, en junio de 1988—, Madonna fue una de las primeras celebridades en la portada de Vogue, desplazando a las modelos. Con esta decisión, la periodista estaba tomando un gran riesgo, pues esa tapa de Vogue con Madonna, en mayo de 1989, marcó un cambio drástico para las revistas de moda.
Según cuenta la propia Wintour, las palabras de aquel hombre fueron un desafío. “El hecho de que ese señor tan amable con el que me senté en el avión pensara que sería completamente incorrecto poner a Madonna en la portada y totalmente fuera de lugar con la tradición de Vogue como esta publicación clásicamente correcta, me impulsó a romper las reglas e hizo que la gente hablara de nosotros de una manera culturalmente relevante, importante y controversial, algo que necesitas hacer de vez en cuando”.
Así es como se dan los verdaderos cambios, rompiendo el statu quo, haciendo lo que nadie espera que uno haga, moviendo las fichas de lugar para generar impacto y conversación. A partir de ese momento, las portadas de Vogue eran las más codiciadas por las actrices y estrellas pop.
Ese estilo insurgente fue una de las “habilidades” o “competencias” —como se le podría llamar hoy en el mercado laboral— que la llevaron a convertirse en la poderosa ejecutiva. “Les recomiendo a todos ser despedidos, es una gran experiencia de aprendizaje”, dijo una vez en un encuentro de mujeres periodistas. Perfeccionista, ambiciosa y desobediente, de joven la habían despedido primero de su trabajo de vendedora en la icónica boutique londinense Biba por tomar prestadas prendas sin permiso y luego, de su puesto como editora de moda en la revista Harper’s Bazaar de Nueva York. Parece que el trato con colegas y jefes era su principal problema, nadie sabía cómo lidiar con ella (nada digno de admirar).
Perfeccionista, ambiciosa y desobediente, de joven la habían despedido primero de su trabajo de vendedora en la icónica boutique londinense Biba por tomar prestadas prendas sin permiso Perfeccionista, ambiciosa y desobediente, de joven la habían despedido primero de su trabajo de vendedora en la icónica boutique londinense Biba por tomar prestadas prendas sin permiso
Luego, al convertirse en editora de Vogue, estaba ansiosa por demostrar que “había una nueva y emocionante forma de imaginar una revista de moda americana”. Y en su primera tapa puso por primera vez un jean en la portada de la revista, que sabía más de primeros planos, maquillaje cargado, joyas lujosas y estética elegante que de moda callejera. Aquellos jeans iban acompañados de un suéter de 10.000 dólares de Christian Lacroix. Wintour estaba marcando un inicio: el de la unión de la moda casual y el lujo.
También fue ella quien puso al primer hombre en una tapa de Vogue, Richard Gere, quien posó junto a su entonces pareja, Cindy Crawford.
Algunos dicen que fue una adelantada a su tiempo. Tal vez solo era la persona que se necesitaba para animarse a hacer los cambios que el mundo ni sabía que estaba pidiendo. “Es muy importante asumir riesgos. Tenés que actuar desde tu instinto y tus sensaciones, asumir esos riesgos y ser valiente”, dijo.
Ahora decide dar un paso al costado de las obligaciones más urgentes del día a día y enfocarse en las responsabilidades más generales y globales. Hay quienes consideran que se va a tiempo porque sabe que se acaba el sistema de la moda como era hasta ahora; todo es más rápido, efímero, las redes sociales y el mundo digital juegan su rol y determinan la partida en cierto modo. Puede ser un argumento, aunque asume el rol de directora de contenidos de Condé Nast (casa editora de Vogue y varias otras publicaciones) y directora editorial global de Vogue, por lo que sigue siendo la máxima responsable de lo que se publica. “Ser líder significa tomar decisiones difíciles y asumir plena responsabilidad por ellas”, es otra de sus grandes frases.
Pero también es posible que piense que es hora de que las decisiones diarias puedan ser más acertadas si las estudian y manejan personas con mayor actualización y comprensión abarcativa sobre lo que sucede hoy. De ahí su intención de “ayudar” desde su rol de directora “a la próxima generación de editores apasionados a irrumpir en el campo con sus propias ideas, apoyados por una visión nueva y emocionante de lo que puede ser una gran empresa de medios de comunicación”. Mantenerse en el ritmo de los cambios constantes también necesita de sangre y mentes nuevas.