¿Cuál es su público?
Me siguen sorprendiendo cosas que me suceden a menudo en la calle: me saluda la camioneta del distribuidor o el camión de reparto; pero también me saluda el del Audi y el BMW. Es un programa que abarca todos los niveles socioeconómicos y todos los estratos sociales. Me saluda el gerente del banco y el cadete. También es amplio en cuanto a edades; ayer salió al aire una señora de 88 años. Y los chicos de 19 o 20 son el grueso y el fuerte del programa hasta más o menos los 39 años. Esos son los que crecieron con el programa, que son la audiencia fiel.
Usted defiende la radio que ayuda a “imaginar” en un momento en que son cada vez más frecuentes los programas que presentan a un grupo de amigos que se sientan frente a un micrófono a hablar. El suyo, en cambio, tiene un fuerte trabajo de producción y mucho guion. ¿Cómo lo arma?
Hoy pululan los programas de “me junto con amigos y prendo el micrófono”. A mí no me copa mucho esa idea, porque es un poco bastardear la radio, porque la radio es el medio por excelencia que activa el cerebro y la imaginación de la gente. No sé si a la gente le copa saber a qué hora me acosté, o qué le pasa a mi tía, o si se me quemó la tortilla. Si quiero charlar con amigos me junto en casa o en un cumpleaños. “Malos pensamientos” tiene un gran trabajo de producción y de preproducción. Somos tres personas que nos levantamos pensando el programa. Luigi Tempone es operador y productor general, que me acompaña desde hace 13 años, que conoce hacia dónde quiero ir. Por más que esté solo al aire en el estudio, hago el programa con miles de personas. La gente hace el programa conmigo. Jorge Díaz se encarga de la producción, no solo de las llamadas al aire sino de toda la información del día. Y después estoy yo, que desde que me levanto hasta que me acuesto imagino y pienso cosas para el programa.
Este año le toca enfrentar un dial bastante renovado, con lo que significó la llegada de un nuevo grupo a Del Sol, que derivó en varios movimientos en otras radios y nuevos programas a la hora de “Malos pensamientos”. ¿Cómo lo afecta?
Desde que arranqué con el programa en 1991 cambié cinco veces de radio. Esta movida que hubo en el mundo radial no me afecta particularmente a mí o al programa. Afecta a los involucrados, que van a tener que remar desde cero para volver a conquistar a un público y un lugar no solo desde el punto de vista de la audiencia sino también comercial. Te lo dice alguien que cambió cinco veces de radio. Estoy seguro de que no me afecta, e incluso por el contrario: si antes quienes compartían el horario con “Malos pensamientos” ahora se dividen, se divide esa audiencia. El esfuerzo que van a tener que hacer es muy grande porque los cambios en radio llevan mucho tiempo. Y cuando uno hace grandes cambios como los que han hecho, tienen que ser muy medidos y muy pensados. Y no sé si ese es el caso.
¿Cómo se maneja con los llamados y los filtros de mensajes para evitar que se digan barbaridades al aire?
Son barbaridades divertidas, que te hacen sonreír. Hacer un programa con humor es un trabajo serio. Un programa que deja salir cualquier cosa al aire no soportaría ni dos temporadas. Otro de los secretos del programa es haber cuidado la salida al aire de la gente. Somos muy puntillosos, sobre todo yo.
¿En qué sentido es puntilloso?
Si estoy hablando de un tema la gente tiene que tener claro que están hablando de ese tema y no de otra cosa.
¿Aunque digan cualquier cosa?
Si es importante para el programa, si nutre al programa, está bien.
¿A qué le llamás cualquier cosa?
Por ejemplo, la semana pasada, un hombre llamó a dar su opinión sobre el Día de la Mujer y se abrieron los micrófonos para que la gente dijera lo que quería. Es que no es cualquier cosa, es la opinión de una persona.
¿Pero va al aire directo?
No, hay un filtro de producción. Jorge Díaz se encarga de las llamadas al aire, que salga la gente que tiene algo para decir.
¿Se lo consulta previamente?
Sí, claro. En ese caso, por ejemplo, no creo que fuera cualquier cosa. Es la opinión de una persona que puede ser diferente a la mía, pero puede ser una opinión que dispare, como disparó, una comunicación o un debate que me parece que es lo que necesita la radio. O lo que necesita el país. Este país se caracteriza por no darle el micrófono a la gente. “Malos pensamientos” hace eso como ningún otro programa. Pero soy muy puntilloso sobre todo en las historias de “las manos”. Porque la sociedad de hoy no es la sociedad de cuando empezamos. Cada vez tenemos que ser más serios y cuidadosos para sacar al aire a la gente, porque las historias de “las manos” pueden tener un trasfondo oscuro.
Justamente, en esa sección, a veces se ven las miserias más grandes de las personas.
Pero somos muy cuidadosos de eso. Antes de salir al aire estudiamos, incluso en muy poco tiempo, la historia que la gente quiere contar. En el mismo día. Es un trabajo de producción muy serio. Primero preguntamos si hay violencia doméstica. Si me llamás y necesitás “una mano” porque querés volver con un tipo, y yo llamo al tipo y me habla de que no quiere volver porque ella toma merca. Nosotros preguntamos por drogas, alcohol. “Bueno, querés volver con esa chica, ¿por qué dejaron? ¿Hubo violencia doméstica?”. “Una vez”. “Una vez es violencia doméstica, borrate”. No permitimos nada que tenga que ver con violencia doméstica, drogas, alcohol, con las cosas más oscuras de la sociedad que cada vez más se ven.
¿Ese es su límite?
Sí.
¿Se arrepiente de algún caso en particular?
Seguramente sí, pero no recuerdo uno en particular. Una vez pasó que llamamos a una chica por un tipo que parecía un ángel. Y cuando salió al aire la chica dijo “este tipo me golpeó”. Tuvo mucha repercusión. Le dije “no solo quiero que cortes el teléfono en este momento sino que quiero que nunca más llames y que no escuches el programa, porque no sos la audiencia de este programa”. Le pedimos disculpas a la chica y seguimos con el programa. Pero somos muy cuidadosos porque me parece que la radio también es responsabilidad. Puedo hacer un programa de humor, jugar con el doble sentido, con la ironía, con el sarcasmo, jugar con un ida y vuelta con un tipo y una chica, hablar de todo. Pero también soy un tipo que tiene valores, conducta, y soy muy correcto a la hora de sacar a la gente al aire.
En el programa también hay veces que usted se burla de la gente. Por ejemplo, en la sección “Avisos desclasificados”, usted llama a alguien que tiene algo a la venta, y de repente es alguien que no está escuchando el programa y que termina hablando con usted sin tener mucha idea de que está al aire.
No es burlarse de la gente porque yo me tiro sin red. La gente me puede cortar, me puede insultar, seguirme el juego, como muchas veces ha sucedido sabiendo que era yo. La gente tiene muy buena onda en la mayoría de los casos. Esa es una sección histórica del programa, pero no descubrí la pólvora con eso. Todos nos reímos cuando una persona tropieza en la calle y esto es más o menos eso. Pero yo no agredo. Yo juego muy en el límite porque me gusta jugar en el límite y sé jugar en el límite. No bardeo al tipo, no lo insulto. Lo provoco para que se dé cuenta de que estamos jugando en ese limbo del humor y la ironía. Porque “Malos pensamientos” es eso. Puedo encontrarme con un tipo que me putee, que me cuelgue, o que me siga la joda. Son las reglas del juego.
Tanto en su cuenta de Twitter como en el programa usted es crítico de figuras del gobierno y de algunas decisiones políticas, lo que le ha valido, por ejemplo, que lo tilden de “facho”.
No soy crítico del gobierno, soy crítico de la realidad, de la ineptitud. En el gobierno o en el trabajo. No me gusta que labure conmigo alguien que no sea bueno o que no sepa laburar realmente. Soy crítico de la inoperancia, de la ineptitud, de todas aquellas cosas que le hacen mal a la sociedad. Porque si le hacen mal a la sociedad me hacen mal a mí. ¿De qué me sirve que me vaya bien en la vida y en la radio, y ser un tipo exitoso, si salgo y hay un tipo durmiendo en la calle? ¿Y camino tres cuadras y hay un pibe corriendo con una cartera y una mujer tirada en el piso porque le robaron? Soy crítico de la realidad porque vivo en esta realidad. Soy un comunicador, pero se apaga el micrófono y soy un ciudadano más.
¿Tiene alguna identificación partidaria?
Nunca recomendaría votar a determinado partido político, porque no sé yo a quién votar. No tengo una identificación política, pero facho no soy, y zurdo tampoco. Creo que las ideologías ya no son las de antes. De hecho, la ideología del Frente Amplio, la que hizo grande al Frente Amplio, no es la que hoy está en el gobierno, porque me imagino que todo lo que han hecho nada tiene que ver con el programa de 1971, cuando se juntaron para crear un partido político. No soy facho, ni cerca, detesto el fascismo, pero tampoco soy de izquierda. Soy un liberal, un tipo que ama la democracia porque creció en dictadura. Tengo 48 años, hasta los 17 años viví en dictadura, no me van a hablar de fascismo a mí. Que se laven la boca antes de hablar de fascismo conmigo. No la sufrí, porque era un adolescente, pero sí me marcó la dictadura, por supuesto que sí. No me dejaban escuchar la música que quería escuchar, ni ver las películas que quería ver, ni leer los libros que quería leer. No me siento capaz de decir “soy de determinado partido político”. Porque no lo soy. No lo soy. Va más allá de los partidos; quiero votar a personas honestas. Si le pregunto al lector quién es el tipo más honesto hoy en la política uruguaya, va a haber un silencio, porque no hay honestos.
Esa es una generalización. ¿Realmente lo ve así?
Es que las señales vienen de arriba. Si hay honestos abajo no se ven, porque las señales vienen de arriba.